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De lado de los migrantes

Comboni Missionaries Nesletter 02.07.2018 Comboni Missionaries' Team Traducido por: Jpic-jp.org

Lo han intimidado y amenazado, pero el padre Alejandro Solalinde continúa con su misión en riesgo de su vida.

Al padre Solalinde no le da miedo hablar en contra de los abusos y la injusticia. Él dice: “He recibido numerosas amenazas de muerte”. El refugio de los inmigrantes, fundado en Ixtepec, ha sido atacado más de una vez. Agrega que en una ocasión las autoridades municipales lo amenazaron con prenderle fuego al centro sino lo cerraba en un plazo dos días. Pero no tuvo miedo y mantuvo abierto el refugio para los migrantes aun sabiendo que habían contratado a un asesino para matarlo.

El padre Solalinde de 73 años, es un defensor de los derechos humanos en México, país que mantiene el registro del mayor numero de homicidios: 75.000 en solo 6 años.

Cuando se le pregunto por qué decidió dedicar su vida a los migrantes el responde, “después de 30 años de sacerdocio, sentí que estaba involucrado en esta realidad. Entonces le pedí a mi obispo que no me pusiera a trabajar detrás de un escritorio, sino al pie de la Cruz. Quería estar cerca de los casi 400.000 migrantes que, cada año, tratan de cruzar sin documentos la frontera de México y los Estados Unidos. Pronto me di cuenta de que no sería una tarea fácil. La primera noche que abrimos el centro, cuatrocientas personas pidieron refugio y desde entonces el numero permanece constante”.

Algunas personas han protestado en contra de la creación del refugio porque les molesta la presencia de los migrantes y la gente pobre en su zona, pero fue peor descubrir que hay complicidad entre las autoridades, la policía, funcionarios locales y pandillas involucrados en el trafico de humanos, de drogas y de órganos. Es imposible quedarse callado y hacerse el de la vista gorda. “Me han acusado de haberme vuelto una figura publica, pero soy como cualquier otro, Jesucristo es publico. Renuncie a una vida tranquila. Supere el miedo a las amenazas gracias a las palabras del evangelio de Juan: 'El que me envió esta conmigo, el no me ha dejado solo’”.

Cuando una mujer que ha sido violada o un niño que le han robado su ropa, o un hombre tan cansado y exhausto que no puede mantenerse de pie después de un largo día de viaje, golpea a la puerta, un cristiano sabe lo que debe hacer. El padre Solalinde cita a Jesús en el evangelio de Mateo: “Era un forastero y me recibiste, cualquier cosa que hiciste al menor de mis hermanos, me lo hiciste a mi”.

En su camino a los Estados Unidos, los migrantes pueden parar en el refugio “Hermanos en el Camino” por pocos días. El numero de niños que tratan de cruzar la frontera se ha incrementado porque sus madres quieren alejarlos de la violencia endémica en Centroamérica. En los últimos tres años más de 50.000 niños llegaron a la frontera con los Estados Unidos. El mismo ex presidente Barack Obama definió el problema de los migrantes como una “tragedia humana”.

Niños y otros migrantes se amontonan a bordo del techo del tren de carga conocido como “La Bestia” que los lleva desde el estado sureño de Chiapas, en México, hasta ciudad de México pasando por Ixtepec, donde ellos intentarán viajar al norte hasta la frontera con Estados Unidos. El tren de carga también se le conoce como “el tren de la muerte” dado que algunas veces alguien se cae y se lastima o muere. Uno puede ver varias fosas comunes a lo largo de la ruta desde Guatemala hasta la frontera con Estados Unidos donde están enterradas las victimas de las bandas de secuestradores.

El padre Alejandro dice: “Anualmente veinte mil personas son secuestradas. El secuestro representa una industria criminal cuyo valor se estima en $50 millones por año. Los secuestradores torturan y roban a sus victimas. Después ellos exigen los números de teléfono de los familiares en Estados Unidos o en Centro América y piden un rescate”.

Al padre Solalinde adhiere a la profecía de una iglesia pobre, misionera y evangelizadora como lo sueña el Papa Francisco, el Papa que insta a los sacerdotes a ser pastores que “huelan como sus ovejas”. como Jesús, quien amaba a toda la gente, pero en especial a los marginados. El padre agrega, “Estar de pie cerca de la cruz significa secar las lagrimas de los centroamericanos que van tras el sueño americano”. A los pies de la cruz hay mujeres como Martha de El Salvador que llora cuando llama a su casa para decirle a su hija de 6 años que debe ser obediente, que se debe preparar para la primera comunión y mientras que hablan se da cuenta que su hija se pone a llorar.

Otra mujer que llora es Jazmín de Nicaragua, madre de una jovencita. Ella fue vendida a un burdel mexicano y trató de suicidarse tragándose unos medicamentos. Irma no puede parar de llorar cuando recuerda que fue secuestrada en el camino hacia los Estados Unidos. Ella tuvo que dejar su casa con la esperanza de trabajar en Estados Unidos para pagarle una cirugía a su padre, pero en su camino hacia el sueño americano fue secuestrada por criminales, a quienes ella define como “carniceros” porque descuartizan a los migrantes si las familias no pagan el dinero del rescate. “Ellos olían a gasolina porque ponen los cuerpos de sus victimas en barriles y los queman”. Las madres ancianas que no tienen noticias de sus hijos, y vienen a México a buscarlos, lloran en silencio. Ellas pegan afiches con la cara de sus hijos en los muros de la ciudad, visitan fosas comunes y ponen velas dentro de canastas en el rio cuyas aguas pueden contener los cuerpos de sus hijos que desaparecieron en el camino.

El padre Solalinde dijo “como ministros cristianos también estamos llamados a proclamar al Señor de la vida en situaciones de muerte. La gente debe sentir que estamos con ellos proclamando la Palabra del Señor y denunciando la injusticia. Esta es nuestra misión. No debemos traicionarlos”.

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Los comentarios de nuestros lectores (1)

Irma Cecilia González 24.09.2018 Felicitaciones padre Solalinde, su mision es maravillosa, mientras unos cierran fronteras por egoismo, usted las abre acogiendo a tantos hermanos del mundo que buscan mejores días para ellos y su familia, sin medir las consecuencias y el sufrimiento que les causa.