Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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Una primavera para el mundo de hoy y para la Iglesia?

Newark 27.04.2015 Juan Pablo Pezzi, Mccj Después de dos años, el Foro Social Mundial (FSM) ha vuelto a Túnez. Hace 4 años, el 14 enero de  2011, Zine Al-Abidine Ben Ali huía de Túnez y la Primavera arabe parecía haber ganado: era la atmosfera que reinaba hace dos años. Este años, por el contrario, la inestabilidad y la violencia soplaban en muchos países de África del Norte y Oriente Medio. Sin embargo, paseando por las calles de Túnez y hablando con la gente del hotel y los taxistas, la impresión es que hay más paz, apertura y libertad hoy que hace dos años.

Camino al aeropuerto, el taxista me indica una hermosa y esbelta joven mujer policía y comenta: "La primera mujer africana que piloteó un avión comercial fue una tunecina", signo de un proceso de emancipación protagonizada por los jóvenes y las mujeres.

Túnez no es un país árabe; de origen bereber, colocado en las riveras del Mediterráneo, ha sido durante siglos asimilado a la cultura romana. Fue conquista del Islam entre 647 y 663 D.C. No me sorprende que el Foro tenga aquí una acogida abierta y amistosa: después de los momentos de terror en el Museo del Bardo, nuestra presencia es además un signo de paz y esperanza que el gobierno ha explotado sabiamente en nombre de un repudio a toda forma de terrorismo.

Revivo en la memoria los cinco FSM en los que he participado y me parece notar algunas cosas interesantes.

A pesar del marco multicultural de colores, ritmos y danzas, la presencia de los pueblos del norte de África es aquí demasiado dominante: sólo alrededor 1.500 talleres a cargo de grupos de un centenar de países justifican el título de "mundial". Se destaca por el contrario, en comparación a hace dos años, la participación de los países del África subsahariana.

Hoy en día el mundo está peor que cuando el primer FSM se realizó en 2001: la guerra, el terrorismo, las desigualdades hacen nuestra sociedad cada vez más inhumana. El número de pobres se va multiplicando en todas partes; tal vez de manera menos evidente en América Latina, porque no hay guerras abiertas, donde sin embargo la vida de las personas está amenazada por persistentes conflictos sociales.

Los poderes económicos están cada vez más organizados, actúan con astucia y anticipación frente a los reclamos de la sociedad civil y las fuerzas de la oposición, que demasiadas veces se han posicionado del lado de la izquierda, se muestran frágiles, divididas, un poco perdidas. Los movimientos de jóvenes y de protesta saben muy bien por cierto lo que no quieren, pero no lo que quieren.

El FSM es hoy en día uno de los pocos espacios públicos en el mundo, capaz de reunir a las organizaciones sociales, a la juventud, a las fuerzas de la sociedad civil; en el FSM todos los movimientos del sur y del norte del mundo pueden expresarse libremente sobre los diferentes temas: la defensa de los derechos humanos (mujeres, inmigrantes y minorías), el medio ambiente y el clima; las propuestas alternativas al sistema económico neoliberal, la espiritualidad y el diálogo interreligioso.

El hecho de que se realice de una manera auto-gestionada es hermoso e importante, pero es también su debilidad. Las iniciativas que nacen son incontables, pero a menudo repetitivas y revelan la incapacidad de una verdadera comunicación y de hacer un camino común y convergente. Es una exposición de ideas, iniciativas y propuestas también maravillosas, pero que carecen de un punto de partida claro desde el Foro anterior, por lo que cada Foro parece empezar siempre de cero y no dar nunca un paso adelante. Lograr mantener el estilo de una gran reunión libre, creativa, proactiva y asegurar su continuidad y profundidad es un reto que muchos perciben, pero aún no ha sido puesto sobre la mesa.

Desde hace varios años, a la par del FSM se celebra un Foro Teológico marcado, como es fácil imaginar, por la Teología de la Liberación (TdT). He participado en ellos en dos ocasiones, no este año; pero en Túnez el Mónaco benedictino Marcelo Barros nos ha hablado de ello, confirmándome en un par de opiniones.

La primera, que nace también de la experiencia pastoral y misionera, es que hoy la teología debe estar inserta en lo cotidiano, abierta al mundo, capaz de formular con claridad las preguntas que la realidad sugiere a menudo confusamente, sin pretender dar respuestas o formulaciones definitivas.

Por otra parte, la metodología propia del Forum -metodología del encuentro a partir de la diversidad- sugiere una teología que promueva el intercambio de experiencias: una reflexión no tanto sobre "Dios y su obra", sino sobre "la experiencia de Dios y de su obra" en nosotros y en el mundo.

Los diferentes Foro han mantenido siempre como contenido la construcción de un "otro mundo posible", a partir de las diversas luchas por la justicia, la paz y la salvaguarda de la creación. Pero -a insistido Marcelo-, también han creado una nueva cultura de la izquierda, ya no basada en la rigidez de los códigos marxistas o en la disciplina de la lucha de clases, sino en una cultura política del encuentro, del percibirse gozosamente como hermanos y hermanas, del expresar libremente emociones y sentimientos, del compartir sueños y motivaciones en el camino que se está haciendo. Estos elementos no son posibles sin un espíritu, una mística, una espiritualidad.

A partir de estas consideraciones que comparto, Marcelo Barros se demoró en describir lo que para él es la "nueva" espiritualidad del FSM: "El Foro Social Mundial es como una iglesia (asamblea) universal, secular, que se reúne a partir del empobrecido y con una esperanza de tipo trascendente. El Foro no es mundial sólo porque reúne gente de todo el mundo, ni porque busca construir otro mundo posible, sino por el hecho de que se puede construir este proceso a partir de la mística de la universalidad y de una trascendencia que no es religiosa, sino secular e histórica (...). Nosotros, los cristianos, creemos que, como toda espiritualidad, esta del FSM es un camino inspirado y guiado por el Espíritu de Dios. Arranca de las mismas creencias de la teología de la liberación".

Una lectura, me pareció, un poco ingenua y forzosamente incluyente que, sin embargo, deja escapar una pregunta que me he hecho varias veces en los 20 años que he vivido en América Latina, exactamente en el período más emocionante y comprometido de la TdL. La elección del análisis marxista fue tal vez debida a la falta de algo mejor mas que un matrimonio ideológico; sin embargo, esta elección no habrá sido el error que explica la actual debilidad de la TdL? Y de hecho, en otro encuentro Marcelo sugirió el uso de un método nuevo: ver, juzgar, actuar, olvidando tal vez que fue el sacerdote Joseph Cardijn y dos laicos, Paul Garcet y Fernand Tonnet, quienes propusieron este método a la Juventud Obrera Católica (JOC) en Francia en los años 30 del siglo pasado. Es de esperar que liberada de un método  de análisis etiquetado marxista, la TdL encuentre espacios incluso en esas áreas de Iglesia hasta el momento a ella opuestos y que allá también lleve toda su riqueza.

Lo mismo Marcelo ha conceptualizado los valores de la TdL recordando que la salvación es histórica y se realiza aquí y ahora, como una liberación social, política, de dimensiones interiores y personales sin duda, pero también cósmicas; es la utopía del "reino" que invocamos en la oración, "que este reino venga" aquí y ahora; es una acción divina en proceso que pide nuestro testimonio y nuestra participación. Los procesos sociales y políticos que buscan la justicia, aun cuando parciales e incompletos, son entonces siempre mediaciones del "reino", cuya dimensión esencial es la de ser católica, es decir, universal y ecuménica.

La familia comboniana estuvo presente en Túnez como Comboni Network para la Justicia y la Paz, con una de las delegaciones más representativas e internacionales: 37 miembros, que trabajan en 15 países diferentes. Nos descubrimos en sintonía progresiva con el compromiso de las organizaciones de la sociedad civil en diferentes partes del mundo y con nuestro esfuerzo continuo para actualizar el Plan de Daniel Comboni. Nuestra presencia en el FSM en los últimos años se ha venido calificando: hemos empezamos a organizar seminarios inspirados por nuestra experiencia misionera y, aunque todavía de manera muy limitada, a compartir actividades y caminos con los grupos con los que trabajamos en red. En algunos casos, los representantes de estos grupos han reconocido y valorado con entusiasmo nuestro trabajo misionero.

En continuidad con el discernimiento hecho en los cuatro anteriores Foros Combonianos, nos hemos comprometido a apoyar y desarrollar la liberación de toda esclavitud de hoy, sobre todo la de la trata de personas; la defensa de los derechos de los migrantes en el contexto de la movilidad humana actual; los caminos de la reconciliación y diálogo en los países afectados por la guerra; la defensa de la creación y de los bienes comunes pensando en las víctimas de la injusticia ambiental y en como revisar nuestro estilo de vida.

Nuestro stand ha sido una herramienta importante de animación misionera porque hacía presente el compromiso cristiano para cambiar juntos aquello que hoy destruye la vida. Fue una alegría, y al mismo tiempo una provocación, la reacción de muchos jóvenes tunecinos: impresionados por nuestras internacionalidad, por el material y los diálogos compartidos en nuestro stand Comboni Justicia y Paz Network, nos han repetidamente preguntado, "Por qué entonces no están ustedes presentes también aquí en Túnez?".

 

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