Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación

En las entrañas del Burkina Faso, el cofre del oro africano

www.vita.it 26.11.2018 Natascia Aquilano Traducido por: Jpici-jp.org

A 150 metros de profundidad y 50 grados de temperatura, hombres, mujeres y niños cavan diez horas al día en búsqueda de este metal precioso entre el riesgo de derrumbes, humos altamente tóxicos y contacto cercano con mercurio y cianuro. Es la mina de oro artesanal de Sougou, en la provincia de Zoundwéogo.

A lo largo de la historia, ningún otro mineral ha sido más valorado que el oro. Hace unos 5000 años que el hombre comenzó a usarlo en varios campos, comerciales, médicos, financieros, etc. Desde entonces, muchas civilizaciones nacieron, crecieron y desaparecieron por lo que se conoce como “la fiebre del oro”.

África es el continente donde se concentran la mayor parte de las empresas mineras que explotan los recursos del oro. El Burkina Faso es sin duda el principal cofre del oro africano y donde es el primer producto de exportación. Aporta el 20% del PIB y la economía del país depende en gran parte de su precio en el mercado internacional.

El Burkina Faso, literalmente el país de los hombres integres, como lo había rebautizado su ex-presidente Thomas Sankara, es uno de los países más pobres del mundo, donde la población sigue muriendo de hambre, de sed y de malaria. Donde el SIDA afecta a más del 20% de la población, donde la infibulación es una práctica tácita y la corrupción gubernamental prospera. Un país donde el sueño panafricano de Sankara fue estrangulado por corporaciones multinacionales y por la corrupción del gobierno. Donde se decide a placer, no solo de las riquezas del país, sino también y sobre todo de la vida del pueblo; donde se viola cada día la dignidad, el respeto y la belleza de hombres, mujeres y niños. La explotación del oro representa para Burkina Faso, una de las principales actividades económicas en detrimento de la agricultura, de la cual vive aún la mayoría de la población local, la más afectada por la “fiebre del oro” a causa de sus desastrosas consecuencias al nivel ambiental y humano.

En el Burkina Faso, el sector minero podría ser un recurso enorme para estimular la economía. A tal punto que muchos consideran el trabajo en las minas como la mejor alternativa a los campos. El problema es que el mercado del oro es mal administrado. Por un lado, hay multinacionales que han obtenido la gestión de las minas y se sienten libres de decidir qué programas implementar, despreocupándose de las comunidades locales, que son a veces forzados a desplazarse para dejar lugar a nuevas minas. La exención de las tasas y el hecho de que la mayor parte del oro extraído sea destinado la exportación, limitan el crecimiento económico del país. Por otro lado, el propio gobierno empeora la situación; no respeta los procedimientos establecidos para evitar la destrucción del medio ambiente, para estimular el crecimiento económico y sobre todo para proteger los derechos humanos de los trabajadores, alimentando así el fenómeno de las minas artesanales ilegales (cerca de mil donde trabaja casi un millón de personas), gestionadas por clanes locales.  

En la mina de Sougou, centenares de cuerpos cubiertos de polvo se basculan alrededor de pozos cavados en el suelo. Son túneles verticales, muy estrechos con profundidad media de 80 metros. Pueden, sin embargo, superar fácilmente los 150 metros si uno no tiene suerte de encontrar antes la veta dorada. Una vez llegado al estrato aurífero, se sigue cavando horizontalmente. Perforando las rocas con picos y dinamitas, lo que trae riesgos considerables para los que allí trabajan. La posibilidad de que el terreno ceda y los trabajadores permanezcan atrapados es muy alta. También porque a menudo se cava en aguas subterráneas, particularmente durante la temporada de las lluvias. Por motivos de seguridad, se debería suspender la actividad minera durante esta estación que va de julio hasta septiembre, pero desafortunadamente se ignora esta interdicción.

El tiempo de trabajo de un minero es de ocho a diez horas consecutivas. Horas de oscuridad total, parcialmente iluminadas con linternas, ajustadas en la frente de la cabeza con bandas elásticas, largas e interminables horas donde se juega con la muerte, donde el aire es irrespirable y el calor insoportable. Los mineros que permanecen en la superficie intentan reducir la temperatura que a ciertas profundidades puede llegar a los 50 grados, agitando el aire con bolsas de yute en conos de plástico rudimentarios insertados en los “pozos”. Los más afortunados pueden conseguirse un ventilador alimentado por energía solar.

La fiebre del oro ni siquiera perdona a las mujeres y los niños. UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) afirma que, en Burkina Faso, entre un medio millón y 700.000 adolescentes y preadolescentes trabajan en el sector minero. Estos, junto con las mujeres, son generalmente utilizados para transportar y romper las piedras traídas a la superficie. Esto no excluye que ellos también puedan hundirse en los “pozos”. Bajar o no, no es una cuestión de edad, sino de valentía y de tamaño.

Una vez que las piedras está completamente quebradas son trituradas y reducida a arena aurífera con máquinas especiales. Los ruidos ensordecedores de los generadores y motores dominan el aire, así como el polvo que cubre los cuerpos que se arrastran agotados por la fatiga.

Agua y otras sustancias nocivas como el mercurio son añadidas a la roca pulverizada para formar una amalgama con el oro, llamado simplemente “pasta”. Una parte del mercurio utilizado es recuperado por destilación, hirviendo la amalgama. Los humos altamente tóxicos de esta operación entran en la respiración y contaminan inevitablemente el agua y el suelo. El trabajo en las minas de oro mata, por dentro y por afuera del “pozo”. Muertes inmediatas tras los derrumbes o accidentes con herramientas de trabajo rudimentarias; o a lo largo del tiempo como rezagos sobre la salud a causa de las cargas transportadas, el vapor y polvo inhalado, la intoxicación de cianuro que ataca el sistema nervioso central, causando una discapacidad permanente.

A pesar de todo esto, el precio elevado y la elevada demanda del oro siguen deslumbrando. Pero ¿cuánto vale verdaderamente el oro? A veces solo una comida para los mineros. Encontrar el mineral no es fácil, a veces se debe cavar durante meses. Durante este período, los inversores sólo garantizan la comida. Serán pagados solamente cuando traigan unas piedras de oro. El inversor es beneficiario de 20% de la producción minera y en el caso de terrenos privados, los propietarios reciben un monto variable de 1% y 10%. El beneficio restante es compartido entre el jefe de la aldea y los mineros, los cuales ni saben si sus piedras contienen oro, ni en qué cantidad. Así pueden cavar durante meses sin tocar ningún sueldo, teniendo garantizada únicamente la comida. Un gramo de oro se vende a 10.000 francos CFA (aproximadamente 15,00 Euros). En ciertos casos, el resultado es realmente consistente y son precisamente los cuentos de los mineros que tuvieron éxito que siguen alimentando la esperanza de los desesperados.

Es el caso, por ejemplo, de Tapsoba, un muchacho de 26 años que trabaja en una mina desde hace 2 meses. “Tuve mucha suerte”, cuenta. “A solo 25 metros, encontré el oro, de un valor de 300.000 francos CFA, el propietario sacó su parte y el resto fue dividido en dos”. Tapsoba tiene un sueño, abrir su propia carpintería. Es la razón por la cual sigue cavando. Ahora ha llegado a  los 50 metros de profundidad, pero no abandona. “Estoy seguro que encontraré más oro, mi vida de minero se acabará pronto”.

Estos afortunados no son muchos. “Trabajé muchos años en Costa de Marfil”, cuenta Kabakoti que tiene 37 años; “pero en 2006 tuve que huir a causa de la guerra civil. Al llegar a Burkina Faso, me enteré de esta mina en Tiebelè y quise  intentar suerte. Ya hace dos meses que cavo, llegué hasta 38 metros de profundidad, pero todavía nada de oro”. Saca un suspiro y añade: “Todos los días rezo Allah, antes de entrar en el 'pozo', para que mis esfuerzos sean recompensados”.

Hay también los que llaman a su familia antes de bajar, como Ibrahim, de 30 años, casados y padre de dos hijos. “Si estoy aquí, es por mi familia, para darles una pequeña casa”, dice, bajando los ojos. “He ganado, pero todavía no lo suficiente. Claro que, en la mina, tengo la suerte de ganar más que en los campos”. Se detiene, levanta la vista con los ojos brillantes y rojos, y continua: “Pienso que soy un buen padre, solo pienso en mis hijos; cuando estoy allá abajo enterrado en esa penumbra, casi los puedo ver. Les llamo antes de bajar, me temo que sea la última vez, les recomiendo que obedezcan a su madre y la ayuden en el trabajo. Hago lo mismo cada vez que salgo vivo”.

El trabajo de las minas de Sougou no es más que una de las dramáticas historias de la esclavitud moderna. Un lugar hecho de desolación, de violación de los derechos humanos, donde: “se cava por el futuro” sin tenerlo, con la sola esperanza de volver un día a la luz con la suerte entre las manos.

Deje un comentario