Junto con la potencia de cálculo, aumenta la cantidad de recursos hídricos necesarios para los centros de datos. Un tema urgente, que muchas empresas ya están abordando, también gracias a las inversiones financieras.
Los centros de datos son cada vez más grandes y potentes. Son los motores que impulsan la evolución digital, pero tienen dos problemas. El primero es bien conocido: consumen una cantidad enorme de energía. El segundo, mucho menos explorado pero potencialmente aún más dramático: requieren un volumen gigantesco de agua.
El consumo hídrico de la IA
La inteligencia artificial, una tecnología exigente desde el punto de vista de la capacidad de cálculo, agrava el problema. Según un estudio de las universidades de Arlington y Riverside (EE.UU.), la extracción hídrica global para los centros de datos vinculados a la IA podría alcanzar entre 4,2 y 6,6 mil millones de metros cúbicos para 2027. Para poner esta cifra en perspectiva, equivale a aproximadamente la mitad del consumo anual de agua del Reino Unido y cinco veces el de Dinamarca.
Cifras que representan una auténtica vergüenza en un momento en el que, según el informe publicado por la Unesco en nombre de UN-Water, el 26% de la población mundial sufre por la escasez de agua potable segura y el 46% no tiene acceso a servicios higiénicos y sanitarios seguros. Todo esto teniendo en cuenta que, según la Unesco, en los próximos 25 años la demanda de agua podría aumentar un 30%. Mientras tanto, la extracción hídrica de los centros de datos relacionados con la IA será, para 2027, de entre 4,2 y 6,6 mil millones de m³.
Las posibles soluciones
Los centros de datos utilizan el agua principalmente para su refrigeración. Las máquinas que procesan y almacenan información generan calor y necesitan mantener temperaturas bajo control para funcionar correctamente. Existen diferentes tecnologías de “cooling”, pero la elección depende de las condiciones climáticas locales.
Para mitigar el impacto ambiental, los centros de datos pueden recurrir a fuentes hídricas alternativas como el agua de lluvia recogida, agua marina o aguas residuales tratadas. Estas soluciones se sitúan en los marcos ASG (Ambiental, Social y Gobernanza) y en los estándares de Eficiencia en el Uso del Agua (WUE), particularmente relevantes para las regiones con riesgo de escasez hídrica. Algunos sistemas avanzados reciclan el agua o la reutilizan para las comunidades locales, mediante sofisticados sistemas de enfriamiento con agua de mar.
Invertir para acelerar
Algunas empresas ya están dando pasos de gigante, apoyadas también por inversiones financieras que pueden permitir acelerar la transición ecológica. Los gestores, de hecho, tienen la capacidad de canalizar capital hacia las empresas más prometedoras, apoyándolas y – al mismo tiempo – creando oportunidades financieras a medio-largo plazo para los inversores. “Creemos que las tecnologías emergentes – explica Michael Stewart, Director de Estrategia de Índices Agrupados de la división de Gestión de Activos de L&G, Legal & General, una gran empresa británica de servicios financieros – están destinadas a desempeñar un papel significativo en la reducción del consumo de agua y en la mejora del rendimiento ASG de los centros de datos”.
Kao Data, por ejemplo, es una de las empresas que desarrolla y gestiona centros de datos en los que ha invertido L&G. Es una de las firmantes del Climate Neutral Data Center Pact, un acuerdo que tiene como objetivo reducir a cero el consumo neto de agua en los centros de datos para el año 2030.
Para una gestión inteligente del agua
Si la evolución tecnológica (y la inteligencia artificial) conlleva nuevos desafíos, de la evolución tecnológica (y de la inteligencia artificial) también surgen posibles soluciones.
Tomemos el caso de las redes hídricas: la IA predictiva, al analizar enormes cantidades de datos, es capaz de identificar y señalar las áreas donde la infraestructura está más degradada, sugiriendo intervenciones específicas antes de que ocurran fallos o pérdidas significativas. La eficiencia también pasa por la distribución del agua. Las ciudades modernas, con redes cada vez más complejas, deben garantizar un flujo constante sin desperdicios. Aquí entran en juego los algoritmos, capaces de analizar datos en tiempo real, optimizar el flujo hídrico y la presión en las tuberías. ¿El resultado? Mayor fiabilidad y una red más resiliente incluso durante trabajos de mantenimiento o reparaciones.
Pero la revolución no se detiene en la cantidad, porque la calidad del agua es otro aspecto crucial. Sensores avanzados son capaces de monitorizar en tiempo real parámetros fundamentales como el pH (medida que indica el nivel de acidez o alcalinidad), la turbidez y la presencia de agentes contaminantes. Esto significa menos riesgos, intervenciones inmediatas y mayor seguridad para quienes consumen agua potable.
La inteligencia artificial puede ser determinante no solo a nivel local sino también global, orientando estrategias de gestión de los recursos hídricos. En un mundo cada vez más expuesto a fenómenos de sequía y con una demanda creciente de agua, la posibilidad de analizar en tiempo real los niveles de disponibilidad y las tendencias de consumo permite a gobiernos y empresas tomar decisiones más informadas, favoreciendo una distribución más equitativa y sostenible.
La integración de la inteligencia artificial en los sistemas de tratamiento del agua es la última pieza de una revolución que está tomando forma. Monitorización en tiempo real, gestión remota, optimización de procesos: todo contribuye a hacer las infraestructuras más eficientes, sostenibles y seguras.
“Además de ser esenciales para nuestras actividades cotidianas – continúa Stewart – las infraestructuras que sustentan la digitalización son fundamentales para alcanzar objetivos sociales clave, entre ellos una mayor inclusión financiera y la sostenibilidad medioambiental”.
Véase, L’intelligenza artificiale ha sete
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