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RD Congo: Dando Dignidad e Independencia

Comboni Missionaries Newsletter 19.04.2021 Comboni Missionaries' Team Traducido por: Jpic-jp.org

La Casa Daniel Comboni de las Hermanas Misioneras Combonianas es una estructura que ayuda a la rehabilitación social de mujeres jóvenes para que puedan administrar sus propias vidas con independencia y dignidad. Visita a la Casa.

La Casa Daniel Comboni se encuentra en el barrio Kimbondo, en las afueras de Kinshasa. En un principio, las Hermanas Combonianas querían abrir un centro de acogida para las mujeres que salían de la prisión de Makala para proporcionarles alojamiento y ayudarlas a recuperar su lugar en la sociedad, pero al final decidieron abrir esta casa para que todas las mujeres marginadas pudieran aprender a manejar sus propias vidas de manera independiente y con dignidad. Por encima de todo, querían que se sintieran como en casa.

En mayo de 2018, el primer grupo de mujeres comenzó su experiencia en la Casa Daniel Comboni. “No queríamos llamarlo 'centro' porque deseábamos que las mujeres sintieran que eran parte de una familia y que esta era su casa mientras vivieran aquí”, dice la misionera comboniana italiana Sor Giovanna Valbusa, quien está en el país desde 1961 y reside en Kinshasa, la capital, desde 1977.

En la actualidad viven en la Casa ocho mujeres, con edades comprendidas entre los 20 y los 26 años. La Hna. Giovanna enfatiza: “El propósito de esta Casa es ayudar a estas mujeres a recuperarse y tomar el control de sus vidas. Por un lado, les ofrecemos la opción de aprender una profesión y, por otro, les brindamos un apoyo multidisciplinar en función de las necesidades de cada una. Pero, deben entender que son ellas las que tienen la última palabra. Si se dejan llevar y no se ayudan a sí mismas, no hay nada que podamos hacer”.

La estancia en la Casa tiene una duración máxima de un año.

La Casa Daniel Comboni ofrece la posibilidad de realizar cursos de formación, incluyendo corte y confección, estética y peluquería. Las alumnas asisten a cursos semestrales de lunes a viernes por la mañana en el Centro de Oficios Especializados (CAMS), ubicado no lejos de la Casa. A juicio de la Hermana misionera, el centro tiene muchas ventajas: “Es de alto nivel y otorga certificados oficiales a quienes aprueban los exámenes finales. Además, permite la inscripción de nuevos estudiantes a principios de cada mes, lo que ofrece cierta flexibilidad para incorporar a mujeres jóvenes durante el transcurso del año. Por último, preferimos que no se queden confinadas en la Casa sino que conozcan a otras personas y socialicen con ellas”.

Joelle, que está en el sexto mes de su formación, dice: “El curso de sastrería ha sido de gran ayuda para mí. Algún día me gustaría tener una casa grande como esta para acoger a otras personas y ayudarlas también”. El comentario de Sara es casi idéntico: “Estoy muy feliz de poder ayudar a mi familia, a mis hijos y a otras mujeres”.

Aparte de sus estudios, las jóvenes dedican su tiempo a la elaboración de pequeños objetos hechos a mano, como monederos y carteras; cuya venta ayuda a cubrir los gastos de funcionamiento de la Casa. Otras tardes las pasan en el jardín donde aprenden a cocinar o reciben lecciones de educación para la vida y prevención de enfermedades. Además, tres veces por semana tienen clases de alfabetización y francés, según su nivel educativo.

El personal de la Casa está compuesto por dos religiosas combonianas y dos educadoras sociales. Ruth es una de ellas y enseña a leer y escribir. Nos cuenta: “Hay diferencias entre ellas y por eso trabajamos en dos grupos. Las hay quienes no saben leer ni escribir y les resulta difícil hasta tener un bolígrafo en la mano. Estas mujeres necesitan atención especial, pero siento que la mayoría de ellas realmente quiere aprender y hacerse cargo de sus propias vidas. He estado trabajando con este proyecto desde el principio y he visto el gran progreso que estas chicas hacen en unos pocos meses”.

Sor Giovanna dice: “El mensaje que queremos transmitir es que no debemos perder el tiempo. Tienen que organizarse con responsabilidad para cuidar su formación y prepararse para su futuro”. La Hermana misionera continúa: “También les ayudamos en su fe, enseñándoles a orar y a vivir en la presencia de Dios, resolviendo sus problemas en la serenidad de la reflexión. También les ayudamos a expresar sus emociones mediante el uso de películas, juegos y celebraciones de cumpleaños. Estas son cosas ordinarias pero muy necesarias para ellas. En definitiva, tratamos de crear el ambiente familiar que muchas de ellas nunca han conocido para que puedan sacar lo mejor de sí mismas”.

Una de las tareas de las hermanas misioneras es encontrar sastrerías y salones de belleza para que las jóvenes puedan tener una experiencia profesional de trabajo durante tres meses antes de montar sus propios negocios que las Hermanas les ayudan a establecer de manera independiente. “Los resultados son alentadores”, agrega la hermana Giovanna, “y tenemos varias jóvenes que han comenzado a trabajar de forma independiente y sabemos que transmitirán a otras todo lo que ellas aprendieron aquí”.

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