Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación

¡Reclamando el poder de los pueblos, ¡nuestro derecho a decir no!

Johannesburg, South Africa 15.11.2018 Partecipanti al Forum sociale tematico sull'economia mineraria ed estrattiva Traducido por: Jpic-jp.org

Han llegado de 60 países, de América, Asia Pacífico, Europa y de 28 países africanos; representan a varios grupos de la sociedad civil; reconocen que están unidos por su deseo de un futuro libre de los efectos destructivos del extractivismo; han hecho una declaración sobre el fenómeno. (Editado por Jpic-jp.org)

 

El extractivismo es un modelo destructivo basado en la explotación de los "recursos naturales" y de las personas; de este modelo la minería es una pieza de fundamental importancia. En las últimas décadas, hemos visto la intensificación de este modelo colonial basado en la ilusión de un posible ilimitado crecimiento económico en un planeta limitado. El extractivismo está socavando rápidamente las condiciones que hacen posible la vida sobre la tierra. En nombre del progreso y el desarrollo, este modelo ha destruido y degradado, ha súper explotado a los trabajadores, despojado sistemáticamente a las comunidades, intensificado las causas del calentamiento global y de injusticia climática. El extractivismo sujeta a las economías locales a una lógica de acumulación de riqueza que beneficia a las empresas transnacionales que son los nuevos gobernantes del mundo. Su lógica básica es explotar las crisis profundizando el saqueo de la naturaleza, abriendo nuevas fronteras a una siempre mayor mercantilización y financiarización. Los océanos, los ríos, los bosques, los enteros ecosistemas son así puestos al servicio de la ganancia. El espectro de guerras genocidas que exterminaran a los "excluidos" y a los marginados, acompaña este proceso de recolonización y la lucha entre las potencias globales y las regionales en competencia entre sí para controlar los escasos recursos estratégicos.
Campesinos, pequeños agricultores, migrantes, refugiados, pastoralistas, desplazados, mujeres indígenas y trabajadoras están siendo esclavizados por este modelo de desarrollo extractivista. Trabajan duro para garantizar la supervivencia de la familia y la comunidad en condiciones cada vez más precarias. Su labor de cuidado, producción de subsistencia, reproducción social y recreación de ecosistemas frágiles amenazados, es escondido, no es reconocido, es subvalorado y termina así por subsidiar las ganancias del capital. Además, el extractivismo lleva a socavar los derechos de los trabajadores, allá donde existen y si existen. Las normas higiénicas y de seguridad son sistemáticamente infringidas, los empleados rebajados al trabajo informal y los salarios reducidos. El sindicalismo militante es atacado y solo se permiten los sindicatos alineados.

Las comunidades que se resisten a estos proyectos destructivos son divididas con la corrupción y falsas promesas de desarrollo. Vienen privadas de bienes sociales y servicios públicos para forzar su sumisión. Los activistas comunitarios son cada vez más criminalizados, amenazados, secuestrados, perseguidos y asesinados. Cuando esta violencia patrocinada por el estado y las empresas está contra las mujeres que disienten, a menudo toma forma de violencia sexual. Incluso los jóvenes y los niños son objeto de persecución. Las comunidades que se niegan a dar su consentimiento para la minería y otros proyectos extractivistas, al igual que los sindicatos militantes, son atacados por las fuerzas combinadas del estado y de las corporaciones. Y asì, el espacio para oponer resistencia es objeto de graves amenazas y siempre más estrecho.

Resistencia
Nosotros, los campesinos, los pequeños agricultores, los pueblos indígenas y otros grupos de todo el mundo ponemos resistencia a este ataque sistemático de nuestros territorios que, a través del desplazamiento, la deforestación y la destrucción de las fuentes de agua, amenaza con destruir nuestra forma de vida. Las mujeres juegan un papel particularmente importante en estas luchas. ¡Las mujeres están exigiendo el derecho a decir NO!
Decimos NO a este modelo de extractivismo. Estamos de acuerdo que todo lo que queda de carbón, gas, petróleo permanezca bajo tierra. Las economías circulares que reciclan y devuelven a la producción los minerales y los metales son positivas para un futuro sostenible. La minería de aguas profundas, por el contrario, es una solución falsa y es querer pasar a nuevas fronteras del extractivismo. El consumo excesivo de todos, en el norte y en el sur, debe reducirse sobre la base del principio de suficiencia. La producción, el crecimiento y la acumulación por el solo gusto de poseer más deben invertirse. "No vivimos para producir, sino que producimos para vivir".

Esta reivindicación del derecho a decir NO, es al mismo tiempo un claro SÍ a formas alternativas de vida que permitan la armonía con el resto de los seres vivientes. SÍ al derecho a decidir cómo vivir nuestras propias vidas. SÍ al reconocimiento de que la naturaleza no puede concebirse como un conjunto de los llamados recursos que se explotan a voluntad en pos de una ganancia máxima. SÍ a valorar más el trabajo de subsistencia y el cuidado que el crecimiento económico y la ganancia. SÍ a la producción para uso y no sobre todo para el comercio. SÍ a la valoración de la identidad, los conocimientos y los valores indígenas. SÍ a un nuevo orden económico sostenible, sensible a la justicia social y ambiental.

Apoyamos activamente, la campaña mundial para reclamar la soberanía de los pueblos, desmantelar el poder corporativo y eliminar la impunidad. Los privilegios y el poder de las corporaciones, institucionalizados a través de acuerdos de inversión y comerciales, deben ser abolidos. Las negociaciones en curso en las Naciones Unidas para un tratado que sea internacionalmente vinculante para las corporaciones con respecto a los derechos humanos, son particularmente cruciales y este proceso debe acelerarse.

La emergencia planetaria provocada por el extractivismo capitalista requiere una profunda transformación de nuestros sistemas de energía, y también de cómo producimos, consumimos y organizamos nuestras vidas. Una "transición justa" que abandone el actual régimen de combustibles fósiles y de extracción es necesaria no solo para enfrentar la crisis climática, sino también porque contiene en embrión un orden nuevo, democrático, eco-feminista, post-capitalista.

Es un mito que detener el cambio climático y cerrar las industrias extractivas contaminantes aumenten el desempleo. Los medios de vida y el trabajo decentes pueden prosperar con la implementación de industrias de energía renovable de propiedad social, con sistemas alimentarios agroecológicos, con el recupero de tierras y ecosistemas, con mejor salud comunitaria y viviendas sociales. Las transiciones justas ya están presentes en las resistencias de las mujeres a favor de su estilo de vida, en las comunidades que se resisten a la minería y protegen sus sistemas alimentarios, entre los trabajadores que luchan contra la inseguridad y la privatización. Una transición justa, basada en la conversión industrial, debería capacitar a los trabajadores de industrias contaminantes para que se empleen en obras social y ecológicamente útiles. Los que no puedan realizar esta transición deberían tener garantizado un ingreso y los servicios públicos esenciales, usando a este fin los subsidios existentes de la industria extractiva, deteniendo los flujos financieros ilícitos e imponiendo impuestos a las empresas transnacionales.
Las iniciativas locales son la base necesaria para desafiar el sistema. Estamos convencidos además de la necesidad de ampliar la lista de los bienes comunes. ¡La naturaleza, el clima, el agua, los recursos naturales y las variadas formas de vida no están a la venta! Son los bienes comunes que debemos proteger y compartir entre todos los pueblos y las generaciones futuras. El derecho a estos bienes comunes y el compromiso a su preservación son un imperativo ético y una garantía de paz y de justicia social.
Nos inspiran nuestros pueblos, los grupos y las comunidades indígenas que afirman los derechos de la naturaleza y comprenden que la naturaleza no es una propiedad: todo ecosistema tiene derecho a vivir y prosperar, "el agua tiene derecho a fluir y las aves a beber y volar". Los ríos y la tierra son entidades con derechos propios y debemos reconocer su carácter sagrado.

Las convergencias y solidaridades forjadas en este Foro Social Temático nos proporcionan la inspiración para campañas colectivas, acciones, alianzas globales y asambleas de cuantos quieren  garantizar nuestro futuro común.

 

Deje un comentario