Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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Sequía, lecciones de los oasis del Sáhara

Rivista Africa 02.07.2022 Federico Monica Traducido por: Jpic-jp.org

La sequía que azota Europa pone en tela de juicio no sólo el modelo de desarrollo, sino también la gestión colectiva e individual de los recursos hídricos. En un panorama preocupante que vislumbra racionamientos y restricciones en el horizonte, puede ser útil mirar a África y especialmente a aquellos contextos en los que el agua siempre ha sido un recurso precioso que hay que salvaguardar.

La crisis del agua que estamos viviendo, con los primeros racionamientos y ordenanzas que limitan el uso para necesidades no prioritarias, es un duro recordatorio de cómo el agua es un recurso cada vez más frágil y precioso.

La comodidad de los grifos siempre a nuestra disposición nos ha llevado a dar por sentado que un recurso tan fundamental sea inagotable, sin tener en cuenta las implicaciones del despilfarro y de un comportamiento cotidiano descuidado.

Hoy, cuando es necesario un replanteamiento global de nuestra relación con el medio ambiente y el agua, que implique tanto a las infraestructuras estratégicas como a los estilos de vida de cada individuo, puede ser útil observar de cerca lo que ocurre en contextos en los que el agua siempre ha sido el recurso más importante a proteger y cada gota desperdiciada puede marcar la diferencia.

Un ejemplo flagrante de ello son las ciudades oasis que salpican la orilla norte del Sáhara y son las paradas de algunas de las principales rutas de caravanas; lugares donde el hombre, la vegetación y el agua han coexistido durante siglos en un frágil pero sabio equilibrio.

Recoger, distribuir, preservar

La cuestión del abastecimiento y la distribución capilar de los recursos hídricos está evidentemente en la base de la supervivencia en contextos extremos como el sahariano. Ninguna gota puede perderse y por ello, a lo largo de los siglos, se han desarrollado extraordinarios e ingeniosos sistemas para garantizar un suministro constante de agua para el cultivo y la supervivencia sin deteriorar las reservas subterráneas.

El sistema más extendido es sin duda el de los túneles subterráneos de drenaje, llamados Khettara, Foggara o Qanat, según las regiones: se trata de una serie de pozos excavados a unas decenas de metros entre sí y conectados por un túnel subterráneo cuya misión es interceptar el nivel freático, generalmente al pie de una colina, y con una pendiente muy ligera transportar el agua hasta el oasis; un recorrido que en algunos casos puede superar los quince kilómetros.

El agua permanece entonces bajo tierra, protegida de la evaporación, la arena y la posible contaminación, antes de llegar a la superficie, en los huertos cultivados. Aquí, el conducto de riego pasa por una piedra especial en forma de peine que tiene la misión de separarla uniformemente (el reparto equitativo entre los hogares es también fundamental para el equilibrio social del Oasis) en pequeños canales abiertos llamados Seguia, que alimentan pequeñas cuencas repartidas entre los cultivos o redes aún más capilares.

Tecnologías tan ingeniosas como sencillas que hablan de una sabiduría ancestral basada en mantener un equilibrio perfecto entre la disponibilidad de recursos y su uso.

Arquitectura respetuosa con el clima y los recursos

Incluso la estructura de las ciudades de zonas con climas extremos y escasas precipitaciones está totalmente diseñada para aumentar el confort interior y salvaguardar los recursos. Cada elemento, desde la forma urbana hasta el detalle constructivo aparentemente insignificante, contribuye a la misión de crear entornos frescos y aireados.

Por ello, las ciudades de estos contextos son extremadamente compactas, con casas de varias plantas adosadas unas a otras y callejones estrechos, apenas suficientes para el paso de personas o bestias de carga. Esta disposición permite que los edificios se den sombra mutuamente, al tiempo que evita que los rayos del sol incidan directamente sobre los muros, al tiempo que la orientación de las calles principales se diseña a menudo pensando en el viento.

La ventilación también es un elemento fundamental en los espacios interiores que suelen caracterizarse por ventanas estrechas debido a los muros macizos y a la necesidad de limitar el paso del calor. En consecuencia, la arquitectura tradicional de varias zonas desérticas ha desarrollado las llamadas "torres de viento": simples aberturas en el tejado o, a veces, altas chimeneas decoradas que a través de canales verticales llevan el aire a la planta baja; aquí, gracias a la presencia de una pequeña cisterna o una pila llena de agua, el aire se enfría, creando un movimiento convectivo que garantiza la ventilación natural de las habitaciones.

El laberíntico y estrecho nivel de la calle contrasta con la parte alta de la ciudad, donde los cientos de terrazas que cubren cada edificio parecen formar una enorme plaza de varios niveles que cobra vida cuando se pone el sol. Estos espacios se utilizan para secar granos, para cocinar y en los meses calurosos también para dormir, mientras que la ligera inclinación del suelo durante las escasas lluvias permite canalizar el agua de lluvia hacia cisternas subterráneas.

El papel de la vegetación

Las ciudades se construyen junto a parcelas cultivadas, procurando no sustraer suelo precioso para la agricultura y beneficiándose de la presencia de vegetación: la sombra de las palmeras y los pequeños arroyos de agua corriente crean un microclima completamente distinto de la implacable aridez del desierto.

El ecosistema de muchos oasis se basa en la coexistencia de varios cultivos, que se apoyan mutuamente. Las palmeras datileras, en particular, son los pilares de la biodiversidad: gracias a su altura y a su espeso follaje, proporcionan sombra al suelo en las horas más calurosas. Esto permite cultivar algunos árboles frutales y, más abajo, hortalizas, cereales o forraje que, de otro modo, el sol quemaría rápidamente.

Incluso una vez secas, las palmeras no pierden su función protectora: de hecho, las ramas se utilizan para hacer afregs: dunas protectoras que rodean los cultivos y los edificios para protegerlos del encenagamiento.

Redescubrir el valor del equilibrio

El agua, la agricultura, el entorno construido, todas ellas son piezas de un delicado mosaico que contribuyen mutuamente a la supervivencia de un ecosistema único. No es casualidad que los oasis abandonados a causa de las migraciones tiendan a desertificarse y poco a poco a desaparecer.

Además del redescubrimiento de aspectos técnicos y tradiciones siempre útiles, las principales lecciones que pueden enseñarnos estos contextos frágiles se refieren a la necesidad urgente de perseguir el mantenimiento de un equilibrio medioambiental que no deteriore aún más los recursos disponibles.

Hoy en día, cuando de repente todos los lugares parecen volverse frágiles, es más necesario que nunca redescubrir el valor del equilibrio a través de enfoques que pueden estar muy alejados de nuestros contextos pero que demuestran la importancia de saber preservar y cuidar.

Ver,  Siccità, lezioni dalle oasi del Sahara

Foto El interior de una casa típica de Mozab, Argelia, construida con materiales pobres pero aislantes del calor

 

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