Cuando uno piensa en las fuerzas de mantenimiento de paz, la mente se dirige inmediatamente a los cascos azules de la ONU. Su tarea, en diversas partes del mundo, y también en África, es precisamente la de proteger a las poblaciones de los horrores de la guerra, de las incursiones de las milicias armadas, de los abusos que se perpetran sobre la población indefensa, y en particular sobre las mujeres con la violación sistemática utilizada como arma de guerra. Un horror en el horror. Los Cascos Azules, sus uniformes, tienen la tarea de tranquilizar y proteger a estas personas. Jamás uno se imaginaría que son ellos los que se hacen actores de abusos indignos contra la población. Sin embargo, sucede. Uno de los últimos casos ha obligado a la ONU a retirar el contingente gabonés de su misión en República Centroafricana. Las acusaciones son graves: abuso sexual. Y no es la primera vez que esto sucede. Y todo esto debe hacernos pensar. ¿Por qué pasó esto?
Ciertamente hay una falta de entrenamiento por un lado y, por el otro, la dificultad por parte de la ONU para encontrar contingentes militares bien preparados y entrenados.
En muchos casos pertenecen a ejércitos de países que tienen en su ADN el abuso como arma. En muchos países africanos, son los propios militares los que utilizan la fuerza contra los mismos ciudadanos a los que se supone que deben proteger. Pero aún, utilizan el uniforme como herramienta de represión o para hacer llegar a fin de mes en sus familias utilizando el arma del chantaje y la represalia si no se les paga una suma para que la víctima evite cualquier apuro.
De los Cascos Azules, sin embargo, se esperaría algo mejor. Y lo ocurrido en República Centroafricana por parte del contingente gabonés es sólo el último de una serie de episodios vergonzosos. Desde 2010, la misma ONU han enumerado en su sitio web 1.265 denuncias de explotación y abuso sexual perpetrado contra su personal (militar, policía y civiles) en el contexto del mantenimiento de la paz. A su llegada en enero de 2017, el secretario general Antonio Guterres prometió "tolerancia cero" para estos casos. Por ahora con resultados cuestionables. Vale la pena recordar los casos más llamativos de los últimos 16 años, desde 2005.
República Centroafricana. Desde su creación en 2014, la Misión de la ONU en la RCA (MINUSCA) se ha enfrentado a una avalancha de denuncias por agresión sexual, pero hasta ahora ninguna investigación ha dado lugar a condenas, al menos públicamente. En marzo de 2018, Libreville (La capital de Gabón) anunció la repatriación de su contingente de 444 soldados por "problemas de equipamiento", pero la razón fue otra: abusos sexuales. Un año antes, en junio de 2017, las denuncias de agresión sexual y varios tipos de tráfico habían llevado a la destitución de un batallón de más de 600 soldados congoleños. En 2016 ya se habían despedido 120 caquis azules congoleños por el mismo motivo.
Soldados de la fuerza francesa Sangaris, desplegados bajo los auspicios de la ONU entre 2013 y 2016, también han sido acusados de violación y abuso sexual, especialmente de menores. El caso estalló en abril de 2015 cuando el periódico británico The Guardian informó sobre un memorando interno de la ONU que relataba las audiencias de seis niños de entre 9 y 13 años que acusaban a los soldados de abusar de ellos en el campamento para personas desplazadas del aeropuerto de M'Poko en Bangui, la capital. Violación cometida a cambio de dinero y raciones de comida entre diciembre de 2013 y junio de 2014. En enero de 2018, la justicia francesa desestimó este caso sin cargos, por falta de "pruebas suficientes".
República Democrática del Congo. Durante su despliegue, de 1999 a 2010, la MONUC se vio afectada por varios escándalos que involucraban a militares y civiles. En febrero de 2005, la ONU decidió prohibir a sus fuerzas de mantenimiento de la paz tener relaciones sexuales con congoleñas después de informes de abuso sexual de niñas de 13 años. Unos días después, Marruecos anunció medidas legales contra seis de los soldados de la MONUC implicados en violencia sexual infantil. El caso más sensacional ocurrió en septiembre de 2005, cuando 120 policías nigerianos de la MONUC fueron enviados de regreso a su país, por sospecho de acoso sexual a mujeres congoleñas.
Costa de Marfil. El 2 de septiembre de 2011, la operación Unidad de Naciones en el país (UNOCI, clausurada en junio de 2017) expresó su "más profundo pesar" tras las acusaciones contra las fuerzas de paz. A finales de mayo de 2008, UNOCI abrió una investigación interna sobre la presunta violación de una niña marfileña de 12 años por parte de diez cascos azules. Episodios revelados por la ONG Save the Children. En julio de 2007, UNOCI denunció abusos probados cometidos a Bouaké por las fuerzas de paz marroquíes: eran acusadas, en particular, de relaciones sexuales con menores, tras una investigación preliminar interna, la primera desde su despliegue en 2004.
Sudán. En enero de 2007, el periódico británico Daily Telegraph, basándose en un informe de UNICEF, anunció que el personal de la ONU y las fuerzas de paz en el sur de Sudán fueron acusados de abusar sexualmente de cientos de niños, incluidos menores de 12 años. Según los informes, el gobierno sudanés también ha reunido evidencia, incluido un video que muestra que se trataba de soldados de Bangladesh.
Estos son los hechos más llamativos que han ocurrido en África. Habría que añadir los que han ocurrido en otras partes del mundo como en Haití. Episodios vergonzosos y espantosos que no tuvieron seguimiento, casi en ningún caso, por investigaciones adecuadas. Los presuntos autores regresaron a sus respectivos países y continuaron desempeñando sus funciones como policías o militares. Esto también debería hacernos pensar.
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