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Los (supuestos) límites del capitalismo

Comune 19.12.2021 Raúl Zibechi Traducido por: Jpic-jp.org

Desde hace varios años, la multiplicidad de crisis que estamos atravesando ha demostrado claramente que la posibilidad de extinción de muchas especies en el planeta ya no es solo una amenaza o una alternativa teórica. Quizás lo fue hace cien años, cuando Rosa Luxemburg hablaba de ello. Hoy, aunque se deja sentir en menor medida en algunos pequeños lugares privilegiados del planeta, los desastres climáticos y ambientales, la huida desesperada de millones de personas, las crisis en el sistema alimentario y del agua, la aparición de pandemias y muchos otros indicadores muestran cómo la lucha contra el capitalismo se ha convertido efectivamente en la lucha por la supervivencia, si no por el planeta, al menos para quienes viven en él. Hoy sabemos que a diferencia de lo que se creía durante mucho tiempo en el siglo XX, el capitalismo parece no tener límites. Sus contradicciones internas por sí solas e incluso las revoluciones no son suficientes para eliminarlo. No se lo derrota de una vez por todas y sin haber construido mientras tanto nuevos mundos y diferentes relaciones sociales. Sin embargo, precisamente por ser un sistema de relaciones sociales, su dominio no es ni eterno ni invencible. Debemos actualizar nuestro pensamiento sobre su término, a partir de las experiencias de resistencia más significativas, como las que se dan en América Latina, Asia, entre los pueblos originarios de los diversos continentes, Europa y África incluidos, entre las poblaciones negras y campesinas, y -en algunos casos- de lo que se hace incluso en los suburbios urbanos. Para ello, el autor del artículo enumera algunos de los elementos que parecen ser referenciales.

Durante mucho tiempo un cierto número de marxistas argumentaba que el capitalismo tiene límites estructurales y económicos, establecidos en "leyes" que harían inevitable su autodestrucción. Esas leyes serían inmanentes al sistema y en relación con aspectos centrales del funcionamiento de la economía, como el de la caída tendencial de la tasa de ganancia, analizado por Marx en El Capital. Esta tesis ha llevado a algunos intelectuales a hablar del "colapso" del sistema, nuevamente como consecuencia de sus propias contradicciones.

Más recientemente, no pocos pensadores han sostenido que el capitalismo tiene "límites ambientales" que lo llevarían a autodestruirse o al menos a cambiar sus aspectos más depredadores, cuando en realidad lo que tiene límites es la vida misma sobre el planeta y, en particular, la de la pobre y humillada mitad de su población.

Hoy sabemos que el capitalismo no tiene límites. Ni siquiera las revoluciones han podido erradicar este sistema porque, en seguida, las relaciones sociales capitalistas se expanden dentro de las sociedades posrevolucionarias y, dentro del Estado, resurge la clase burguesa encargada de hacerlas prosperar.

La expropiación de los medios de producción e intercambio ha sido y seguirá siendo un paso central en la destrucción del sistema, pero, más de un siglo después de la revolución rusa, sabemos que es insuficiente si no hay el control de la comunidad sobre esos medios y sobre poder político para encargarse de administrarlos.

También sabemos que la acción colectiva organizada (lucha de clases, lucha de género y color de la piel, contra la opresión y los opresores) es decisiva para destruir el sistema, pero incluso esta formulación es parcial e insuficiente, aunque cierta. La actualización del pensamiento sobre el fin del capitalismo sólo puede ir de la mano de la resistencia y la reorganización de los pueblos.

Algunos puntos parecen centrales para superar este desafío.

El primero. El capitalismo es un sistema global, que abarca todo el planeta y debe expandirse continuamente para no colapsar. Como nos enseña Fernand Braudel, la expansión es importante en el establecimiento del capitalismo, de ahí la envergadura que tuvo la conquista de América, porque permitió que un sistema embrionario desplegara sus alas.

Las luchas y resistencias locales son importantes, incluso pueden doblegar el capitalismo, pero una alianza/coordinación con los movimientos de todos los continentes es fundamental para acabar con el sistema.

El segundo. El sistema no se destruye de una vez por todas (ver El pensamiento crítico frente a la Hidra capitalista). Hay aquí un aspecto que nos interpela profundamente: sólo la lucha constante y permanente puede sofocar al capitalismo. No se corta de un solo golpe. Como con las cabezas de la Hidra se necesita otra forma. En rigor, tenemos que decir que no sabemos exactamente cómo acabar con el capitalismo, porque nunca se lo ha logrado. Estamos intuyendo, sin embargo, que las condiciones para su continuidad y/o renacimiento deben ser precisadas, y sometidas a un estricto control, no por un partido o un estado, sino por comunidades y pueblos organizados.

El tercero. El capitalismo no puede ser derrotado si no se construyen al mismo tiempo otro mundo y otras relaciones sociales. Ese otro, o nuevo, mundo no es un lugar de llegada, sino una forma de vida que en su cotidianidad impide la continuidad o la resurgencia del capitalismo. Las formas de vivir, las relaciones sociales, los espacios que seamos capaces de crear, deben existir para estar en lucha permanente contra el capitalismo.

El cuatro. Mientras exista el estado, habrá una posibilidad de que el capitalismo se expanda nuevamente. Contrariamente a lo que proclama cierto pensamiento, digamos progresista o de izquierda, el Estado no es un instrumento neutral. Los poderes de abajo, que son poderes no estatales y autónomos, nacen y existen para impedir la expansión de las relaciones capitalistas. Son, por tanto, poderes que se derivan de la lucha anticapitalista y a ella están orientados.

Finalmente, el nuevo mundo después del capitalismo no es un lugar de desembarco, no es un paraíso donde se practica el buen vivir, sino un espacio de lucha en el que, probablemente, nosotros, los pueblos, las mujeres, las disidencias y el pueblo de abajo en general, solo estaremos en mejores condiciones para seguir construyendo mundos heterogéneos y diversos del mundo capitalista.

Si dejáramos de luchar y construir lo nuevo, el capitalismo renacería, incluso en un mundo diferente u otro come se acostumbra decir. El cuento del Viejo Antonio que recuerda que la lucha es como un círculo que un día comienza, pero nunca termina, es de gran actualidad. (FacebookTwitterMastodonPinterest).
Ver I (presunti) limiti del capitalismo

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Los comentarios de nuestros lectores (2)

Bernard 27.01.2022 Sur le fond du texte, je reste un peu perplexe. L'analyse historique semble donner raison à l'auteur sur la résistance du système. Pour la voie qu'il propose pour en sortir, sa vision sur la nécessité d'autres modes de relation entre les gens semble essentielle mais cela reste une vision utopiste et un peu anarchiste. D'où partirait le déclic ?
Paul 27.01.2022 Have never been sure exactly how to define capitalism. Making a profit is no bad thing, provided: • People who work are treated justly • A small profit is made, not for shareholders or greedy chairmen • Workers feel they are not exploited but share in the company (there are many here in Euskadi, especially in Mondragon near here where co-ops are said to have begun) Monsanto, Pfizer, Cargill, Amazon to me are the ugly face of capitalism. Likewise I disagreed with Margaret Thatcher when she sold the state companies such as Electricity, Water & Gas into private companies, who think more about their shareholders. As for Marx or Lenin, I doubt if they are in Heaven, though one never knows with our Good Lord.