"De repente, la inteligencia artificial (IA) está en todas partes. Parece que no hay conversación sobre empleo, educación, sanidad, tecnología o política en la que no surja una pregunta inevitable sobre cómo la IA podría alterarlo todo" (Ravi Agrawal).
"Este aumento del interés público puede parecer sorprendente. Al fin y al cabo, el concepto de IA - la inteligencia derivada de máquinas que examinan datos - no es especialmente nuevo. Pero el lanzamiento de ChatGPT el pasado mes de noviembre supuso un hito mundial. El chatbot captó la atención del mundo precisamente porque imitaba la conversación con un amigo humano que todo lo sabía. Ahora podíamos ver de lo que era capaz la IA. Podía aprobar un examen de abogacía, los textos escolares y hacer el tipo de cosas en las que generaciones de humanos han pasado incontables horas trabajando como esclavos. Los avances informáticos habían superado por fin a la ciencia ficción; las posibilidades de las aplicaciones de la IA en toda una serie de sectores saltaban a la vista", escribía recientemente Ravi Agrawal en Foreign Policy.
Sin embargo, nos recuerda el Papa Francisco en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2024, “Debemos recordar que la investigación científica y las innovaciones tecnológicas no están desencarnadas de la realidad ni son neutrales, sino que están sujetas a las influencias culturales. En cuanto actividades plenamente humanas, las direcciones que toman reflejan decisiones condicionadas por los valores personales, sociales y culturales de cada época. Lo mismo se diga de los resultados que consiguen. Estas, precisamente en cuanto fruto de planteamientos específicamente humanos hacia el mundo circunstante, tienen siempre una dimensión ética, estrictamente ligada a las decisiones de quien proyecta la experimentación y enfoca la producción hacia objetivos particulares”.
Una preocupación que también comparten los científicos: "El ritmo de desarrollo de la IA está inquietando a tecnólogos, ciudadanos y reguladores por igual. Incluso los más entusiastas de la tecnología, como Sam Altman, consejero delegado de OpenAI, y Steve Wozniak, cofundador de Apple, advierten de que la IA no regulada puede causar daños incontrolables y suponer graves amenazas para las personas y las sociedades. Las peores predicciones se refieren a la capacidad de la IA para destruir los mercados laborales y dejar obsoletos a los seres humanos o, en el escenario más extremo, incluso destruir la humanidad", escribió Anu Bradford el 27 de junio de 2023.
Cabe recordar, señala el Papa en su mensaje que hasta hoy sobre la IA “no existe una definición unívoca en el mundo de la ciencia y de la tecnología. El término mismo, que ha entrado ya en el lenguaje común, abraza una variedad de ciencias, teorías y técnicas dirigidas a hacer que las máquinas reproduzcan o imiten, en su funcionamiento, las capacidades cognitivas de los seres humanos. Hablar en plural de ‘formas de inteligencia’ puede ayudar a subrayar sobre todo la brecha infranqueable que existe entre estos sistemas y la persona humana, por más sorprendentes y potentes que sean. Estos sistemas son, a fin de cuentas, ‘fragmentarios’, en el sentido de que sólo pueden imitar o reproducir algunas funciones de la inteligencia humana. El uso del plural pone en evidencia además que estos dispositivos, muy distintos entre sí, se deben considerar siempre como ‘sistemas socio-técnicos’. En efecto, su impacto, independientemente de la tecnología de base, no sólo depende del proyecto, sino también de los objetivos y de los intereses del que los posee y del que los desarrolla, así como de las situaciones en las que se usan”.
Por ejemplo, "Los ámbitos relacionados con la IA - señala Ravi Agrawal - que hasta ahora han generado relativamente menos 'atención pública' - en relación con, por ejemplo, el empleo - son los que se cruzan con la política exterior. Pero eso va a cambiar. La IA de vanguardia requiere grandes cantidades de potencia de cálculo, lo que implica los semiconductores más avanzados. Y sólo un puñado de empresas y países controlan ese mercado. [...] Los semiconductores ya están dando forma a guerras, ciberataques, alianzas y mucho más. Una de las principales áreas de desacuerdo entre Estados Unidos y China - la independencia de una pequeña cadena de islas con 23 millones de habitantes - es intratable en parte porque Taiwán es responsable de casi el 90% de los chips de gama alta del mundo".
En este sentido, "A medida que se extiende la IA, los expertos predicen los mejores y peores cambios en la vida digital para 2035. Les preocupa profundamente el bienestar general de las personas y de la sociedad. Pero también esperan grandes beneficios en atención sanitaria, avances científicos y educación", predicen Janna Anderson y Lee Rainie.
Sin embargo, "Los reguladores de la IA no están preparados para lo que se acerca. Lo que antes era una tecnología difusa ahora está cada vez más controlada por un puñado de empresas tecnológicas. Los gobiernos tienen que ponerse al día" (Vease Paul Scharre 19 de junio de 2023). "Las nuevas tecnologías pueden cambiar el equilibrio global de poder. Las armas nucleares dividieron el mundo en ricos y pobres. La Revolución Industrial permitió a Europa adelantarse en poder económico y militar, espoleando una oleada de expansión colonial. Una cuestión central en la revolución de la inteligencia artificial es: ¿quién se beneficiará? ¿quién podrá acceder a esta nueva y poderosa tecnología y quién se quedará atrás? Hasta hace poco, la IA era una tecnología difusa que proliferaba rápidamente. Los modelos de IA de código abierto están todavía fácilmente disponibles en línea. El reciente cambio hacia grandes modelos, como ChatGPT de OpenAI, está por el contrario concentrando el poder en manos de las grandes empresas tecnológicas que pueden permitirse el hardware informático necesario para entrenar estos sistemas. El equilibrio del poder mundial de la IA dependerá de si ésta concentra el poder en manos de unos pocos actores, como ocurrió con las armas nucleares, o prolifera ampliamente, como ha ocurrido con los teléfonos inteligentes".
Por lo tanto, dice el Papa en su Mensaje, “La inteligencia artificial debe ser entendida como una galaxia de realidades distintas y no podemos presumir a priori que su desarrollo aporte una contribución benéfica al futuro de la humanidad y a la paz entre los pueblos. Tal resultado positivo sólo será posible si somos capaces de actuar de forma responsable y de respetar los valores humanos fundamentales como ‘la inclusión, la transparencia, la seguridad, la equidad, la privacidad y la responsabilidad’. No basta ni siquiera suponer, de parte de quien proyecta algoritmos y tecnologías digitales, el compromiso de actuar de forma ética y responsable. Es preciso reforzar o, si es necesario, instituir organismos encargados de examinar las cuestiones éticas emergentes y de tutelar los derechos de los que utilizan formas de inteligencia artificial o reciben su influencia.
“La inmensa expansión de la tecnología, por consiguiente, debe ser acompañada, para su desarrollo, por una adecuada formación en la responsabilidad. La libertad y la convivencia pacífica están amenazadas cuando los seres humanos ceden a la tentación del egoísmo, del interés personal, del afán de lucro y de la sed de poder. Tenemos por ello el deber de ensanchar la mirada y de orientar la búsqueda técnico-científica hacia la consecución de la paz y del bien común, al servicio del desarrollo integral del hombre y de la comunidad. La dignidad intrínseca de cada persona y la fraternidad que nos vincula como miembros de una única familia humana, deben estar en la base del desarrollo de las nuevas tecnologías y servir como criterios indiscutibles para valorarlas antes de su uso, de modo que el progreso digital pueda realizarse en el respeto de la justicia y contribuir a la causa de la paz. Los desarrollos tecnológicos que no llevan a una mejora de la calidad de vida de toda la humanidad, sino que, por el contrario, agravan las desigualdades y los conflictos, no podrán ser considerados un verdadero progreso. La inteligencia artificial será cada vez más importante. Los desafíos que plantea no son sólo técnicos, sino también antropológicos, educativos, sociales y políticos. Promete, por ejemplo, un ahorro de esfuerzos, una producción más eficiente, transportes más ágiles y mercados más dinámicos, además de una revolución en los procesos de recopilación, organización y verificación de los datos. Es necesario ser conscientes de las rápidas transformaciones que están ocurriendo y gestionarlas de modo que se puedan salvaguardar los derechos humanos fundamentales, respetando las instituciones y las leyes que promueven el desarrollo humano integral. La inteligencia artificial debería estar al servicio de un mejor potencial humano y de nuestras más altas aspiraciones, no en competencia con ellos”.
Por eso, el Papa Francisco termina su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2024, con una oración al comienzo del nuevo año para que "el rápido desarrollo de formas de inteligencia artificial no aumente las ya numerosas desigualdades e injusticias presentes en el mundo, sino que ayude a poner fin a las guerras y los conflictos, y a aliviar tantas formas de sufrimiento que afectan a la familia humana". Además, el Papa desea que " los fieles cristianos, los creyentes de distintas religiones y los hombres y mujeres de buena voluntad puedan colaborar en armonía para aprovechar las oportunidades y afrontar los desafíos que plantea la revolución digital, y dejar a las generaciones futuras un mundo más solidario, justo y pacífico”.
Ver, Mensaje de Papa Francisco para la Celebración de la 57 Jornada Mundial de la Paz - 1 de enero de 2024 - Inteligencia Artificial y Paz
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