Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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“Somos los guardianes de nuestra tierra”

Newsletter Missionari Comboniani 18.06.2018 Mons. Joaquín Humberto Pinzón Guiza Traducido por: Jpic-jp.org

En el centro de la Amazonía colombiana, se encuentra el Vicariato de Puerto Leguízamo-Solano, creado en 2013. Una comunidad cristiana que quiere cuidar el medio ambiente y su gente. Discutimos del acuerdo de paz, de los cocaleros y de los indígenas con el obispo del Vicariato. Con un nuevo presidente de Colombia ex guerrilla, es útil recordar sus declaraciones.

¿Cómo describiría Ud. su Vicariato?

Estamos en el corazón de la Amazonía colombiana. El Vicariato cubre áreas de tres departamentos colombianos: Caquetá, Putumayo y Amazonas. Se caracteriza por dos grandes ríos: el Caquetá y el Putumayo, y de sus afluentes. En la Vicaría tenemos el Parque Nacional de La Paya, el Parque Nacional de Chiribiquete y la Reserva Forestal Amazonia. Los principales centros urbanos son Puerto Leguízamo (Putumayo), Solano (Caquetá) y Puerto Alegría (Amazonas). Tenemos linderos con la Amazonía peruana y ecuatoriana. Para muchos, el río Putumayo divide; para otros une. El río permite a las personas viajar, obtener alimentos y comunicarse con los habitantes de esta Amazonía Sur Colombiana, Norte Peruana y Norte Ecuatoriana.

El Vicariato tiene una población de 46.000 habitantes de los cuales 32.000 son católicos. Cuando hablamos de ellos, estamos hablando de diferentes pueblos y culturas. Por un lado, tenemos a los pueblos indígenas como los Murui (de la familia Huitoto), los Inga, los Koreguaje, los Siona y los Kichwa. Por otro lado, tenemos los que vinieron después y han ocupado las tierras ancestrales de los indígenas. Al mismo tiempo, la ciudad y su población han crecido. En resumen, la Amazonía moderna desafía a la Iglesia a responder con sentido a esta gran variedad de humanidad.

Hasta hace unos meses, Puerto Leguízamo y toda esta región estaban bajo el control de la guerrilla de las FARC. ¿El acuerdo de paz ha cambiado la situación?

La mayoría de las personas pertenecientes a los movimientos guerrilleros se han ido. En dos territorios del Vicariato, todavía hay algunos pequeños grupos de disidentes. En particular, un grupo que venía del Este -conocido como el Frente Primero - y otros pequeños grupos locales que surgieron del Frente 48. Sin embargo, podemos decir que la situación ha cambiado porque la guerrilla ya no ejerce ese control social que antes ejercía y tenía en la mayor parte de este territorio. Lo que necesitamos ahora es una respuesta del gobierno central. La gente hoy en día pregunta, ¿quién tiene autoridad en estos lugares? ¿Quién estará a cargo a partir de ahora? Hay incertidumbre. La gente teme que vengan otros grupos de forajidos y tomen el relevo de las FARC. En resumen, la gente está contenta con los cambios, pero también está desconcertada por la falta de respuesta por parte del gobierno central ante el vacío de poder que se ha creado.

El acuerdo de paz no parece haber cambiado la economía de la cocaína, que sigue produciéndose en grandes cantidades.

La producción de coca continúa. Poco ha cambiado en esa área. Por el contrario, algunos dicen que la producción ha aumentado. Debemos estar conscientes de que la gente continúa con el cultivo y que la producción va en aumento. El problema hoy es la comercialización. Anteriormente, las FARC actuaban como intermediarios; hoy falta esta etapa. Mientras que la producción aumenta la comercialización ha disminuido. La gente todavía ve la producción de coca como una actividad vital, pero está preocupada por el aspecto comercial. Es muy difícil ganarse la vida como pequeños agricultores. Al contrario, con tres hectáreas de coca una familia puede ganarse la vida si no tiene grandes exigencias. Verdad es que el movimiento de dinero generado por la venta de drogas ha incrementado las exigencias de las personas. El verdadero problema es que no existe una política de sustitución, una alternativa que permita a las familias dejar el cultivo de coca para dedicarse a otras actividades para no sólo vivir, sino hacerlo con dignidad.

Otro problema es el de la minería ilegal de oro, un problema bastante grave porque al ser ilegal no está regulado por leyes. Esa gente viene, se instala en lugares donde puede esconderse de los ojos curiosos. Es una realidad muy difícil ya que esa gente realiza su trabajo sin tomar medidas para disminuir el impacto ambiental. Solo le interesa extraer los minerales, oro en este caso. Basta pensar en las toneladas de mercurio vertidas en los ríos. Al contaminar los ríos, se contaminan también a los peces y a los que comen peces. El efecto sobre la gente ya es bastante evidente.

En los cercanos Ecuador y Perú, las empresas petroleras están destruyendo la Amazonía y contaminando los ríos. ¿Cuál es la situación en su área?

Al norte del Putumayo -en la zona de Puerto Asís, en particular- se están haciendo relevamientos para ver si hay petróleo disponible. En este momento se llevan a cabo discusiones con las comunidades involucradas. Solo que el pueblo no está bien preparado, y puede pasar que con poco dinero se lo compre. En unas palabras, hay mucha corrupción y muchas falsas promesas.

En noviembre de 2017, su Vicariato organizó una 'Minga Amazónica de Frontera'. ¿Por qué se usó el término minga?

Minga es una palabra Kichwa que significa ofrecer algo a cambio de otra cosa. En la práctica, se trata de una experiencia de trabajo comunitario que trae beneficios para todos y al que todos aportan lo que pueden. En otras palabras, todos trabajamos juntos por una causa común, para obtener beneficios comunes.

Aquí en Puerto Leguízamo se ha formado un grupo importante de personas originarias de Colombia, Perú y Ecuador. Hemos recibido como invitados a los obispos de San Miguel del Amazonas (Perú), San Vicente y Florencia. El objetivo es crear un espacio donde la gente y las instituciones religiosas y civiles puedan reunirse y hablar sobre la Amazonía como de un "servicio público".

Todos estamos unidos en torno a una causa común: ser habitantes responsables que busquen una solución sostenible, que no dañe sino que, por el contrario, proteja el medio ambiente amazónico en el que nos encontramos viviendo.

Queremos ser defensores de esta tierra y de este espacio de vida todos juntos, nosotros y las instituciones públicas, ambientales y eclesiales. Todos deseamos convertirnos en guardianes de esta tierra. El lema de la minga era, “somos la Tierra, somos el Pueblo, somos los Guardianes”.

Vea, Colombia: “Somos los guardianes de nuestra tierra”

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