Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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Promoviendo la cortesía a través de palabras y hechos

Newark 10.09.2018 Jpic-jp.org Traducido por: Jpic-jp.org

Hoy en día vemos fuertes enfrentamientos en los ámbitos políticos y económicos, los cuales desbordan en los ámbitos sociales y llegan a penetrar en las relaciones personales y de grupo. Todos sabemos que en esto hay algo sumamente equivocado. ¿Pero cómo podemos crear posturas públicas y conversaciones personales correctas? 

Tenemos que recuperar lo sagrado del lenguaje. Es a través de las palabras que logramos expresar nuestra vida y todo aquello que amamos. “El principio básico es que cada ser humano tiene dignidad de origen divino y es digno de respeto”, escribe el Obispo David A. Zubik en America Magazine. Observando que la falta de civismo es generalizada, él describe el civismo como una virtud que debe ser trabajada cada día. “La civilidad - él dice - asume que los lazos que nos unen son mucho más importantes que las diferencias que tenemos acerca de asuntos sociales y políticos sean ellos importantes”.

La torre de Babel, que aparece en el Génesis, es una muestra de cómo “la arrogancia de la humanidad destruyó la unidad de la humanidad” haciendo que el lenguaje se convirtiera en una “fuente de conflicto, guerra, y odio”. El paradigma del Pentecostés nos puede ayudar ya que “el lenguaje fue redimido durante el Pentecostés” cuando los apóstoles hablaron en lenguas diferentes y todos los entendieron. “Es así que debemos utilizar la lengua, para traer el entendimiento y hablar de fe, esperanza, y amor”. He aquí en resumen su lista de las “Nueve reglas de la civilidad e integridad para las comunidades de fe y todos los demás”.

1-. En un dialogo saludable y civil, debemos escucharnos mutuamente. Escuchar es más que solo oír. Apreciar los orígenes de una persona o de un grupo, lo en que creen y porque lo creen requiere tiempo y energía.

2-. Una conversación civil supone que cada quien trabaja por el bien común. Casi siempre tenemos aéreas en las que estamos o de acuerdo o en desacuerdo. En vez de enfocarnos en los puntos de diferencia, siempre debemos ver primero en qué estamos unidos.

3-. Todo debate civil y público reconoce normal que existan en nuestra sociedad grupos rivales. Sin embargo, no toda causa merece ser promovida, como es el caso con la supremacía blanca, el nazismo, el antisemitismo, y la islamofobia. Recientemente hemos visto lo importante que es señalarlos públicamente. Permitir que se expresen estas ideas de odio, no implica no poder rechazarlas. Sin embargo, mientras denunciamos la maldad de estas ideas, no debemos menospreciar a las personas.

4-. La civilidad muestra respeto hacia las personas aun cuando estas sean diferentes y permite apreciar las maneras en las que buscan mejorar a la sociedad.

5-. La civilidad busca incluir a todos los miembros de la sociedad y es especialmente sensible a los grupos minoritarios y los que son marginados.

6-. La civilidad distingue entre los hechos y las opiniones, y deja que los hechos hablen por si mismos cuando es posible. No intenta manipularlos o volverlos parciales para fortalecer sus propias opiniones.

7-. Los desacuerdos acerca de los valores individuales son difíciles de manejar y no podemos ni debemos evitar debates apasionados. Sin embargo, la civilidad sabe como criticar una idea sin acometer al otro y sabe como rebatir los valores hasta de la mayoría, siempre respetando los resultados de una votación democrática.

8-. No debemos suponer ni impugnar los motivos de otros ya que nunca sabemos toda la historia. Entonces, ¿por qué juzgar? La civilidad pone sobre la mesa los valores que valen la pena vivir, nunca los motivos por los que una persona los vive.

9-. La civilidad está dispuesta a ser autocrítica y ver las debilidades y limitaciones de su postura.

La civilidad es una virtud, un hábito que acompaña toda elecciones y la conciencia, que moldea la manera en la que nos relacionamos con los demás. Como cualquier otra virtud, debe ser trabajada cada día si se quiere apoyar y fortalecer la dignidad humana, los derechos humanos, y la vida humana en sí.

Claro que reglas tal como estas, los valores religiosos, y los principios morales no pueden, por sí solos, resolver problemas públicos complejos. Pero, sí son parte de la solución. Cuando expresados con civilidad y convicción, los principios basados en la fe son hoy más valiosos que nunca. Asuntos como los de la economía, la política internacional, la bioética, el cambio climático, la atención médica, y la guerra requieren des voces religiosas pacíficas, reflexivas, y empáticas.

 

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