Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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Diferente de antes, pero diferente ¿cómo? Tres lecciones para la vida en común.

Vita 22.04.2020 Paolo Monti Traducido por: Jpic-jp.org

El tiempo que vivimos nos habla de realidades opuestas. Es por eso que se esperan resultados impredecibles. Pero si queremos que el mañana sea diferente al ayer, al menos con respecto a la cuestión de la "vida común", eh aquí tres aspectos sobre los cuales pisar el acelerador de nuestra reflexión: cuidados, comunicación y cuerpo.

La pandemia de estos meses es un pasaje inquietante que se inscribe dentro de un período de cambios difícil de leer en sí mismo. Por lo tanto, cualquiera que se aventure a predecir el resultado realizará, con toda probabilidad, solo una apuesta. Muchas cosas tienen que estabilizarse antes de que podamos hacer análisis lúcidos y profundos sobre esta situación que inesperadamente se ha insertado en nuestro tiempo personal y colectivo, separándolos.

Si no se pueden hacer grandes predicciones o extraer significados profundos, al menos se puede intentar lograr una tarea negativa. En primer lugar, tratar de explicarnos por qué no es posible dar una lectura clara de este tiempo de transición. En segundo lugar, tratar de ver qué ha surgido en este momento que es diferente a "un antes", para recoger de ello una enseñanza que oriente nuestros cuidados para el mañana.

Un tiempo de tensiones opuestas

No es posible hacer una lectura clara de este tiempo porque ofrece muchas características divergentes, lo que lo hace, en algunos aspectos, paradójico. En resumen, no hay una "lección" que surja de este tiempo, porque en realidad aparecen juntas cosas diferentes y al mismo tiempo solicita toma de conciencia y transformaciones que no están claras. He aquí algunos ejemplos.

• Este tiempo recuerda la importancia insustituible de vivir en comunidad, porque en las articulaciones de la comunidad ciertos miembros asumen los servicios y ayudan a los otros. Pero al mismo tiempo, el distanciamiento mutuo y la parálisis de muchos "miembros" sociales son necesarios para superar la crisis.

• Este tiempo pone en evidencia hasta que punto somos corpóreos e interconectados con la fragilidad corporal de los demás: vivimos en cuerpos individuales vinculados, desde el nacimiento hasta la muerte, en un "cuerpo social". Pero al mismo tiempo, todos los procesos de desmaterialización y de virtualización de las relaciones humanas se han acelerado, de modo que pueden expresarse de otra manera que no sea por la presencia física "en la carne y en la sangre".

• Este tiempo coloca en primer plano los conocimientos y las habilidades científicas irremplazables, a partir de las cuales se toman decisiones "verticales", que se aplican a todos. Pero al mismo tiempo, se ve lo decisivo que es hoy posicionarse en un espacio de comunicación invasivo y caótico, donde potencialmente cualquier persona es transmisora y receptora.

• Finalmente, este tiempo, como observó Marcel Gauchet[i], marca un gran despertar de la política como categoría que designa esta recuperación responsable e intencional de las condiciones de posibilidad de la vida colectiva, sin la cual cualquier aspecto de la coexistencia social corre el riesgo de ser bloqueado. Pero la política también reaparece como bio-política, como gestión y control de la vida individual, como una decisión impuesta sin un proceso deliberativo en el estado de alarma.

¿Qué podemos aprender?

Entonces, ¿qué podemos aprender en este espacio ocupado por tensiones opuestas? Quizás podamos tratar de circunscribir ciertas pruebas emergentes y estimarlas, considerando la vida social como una "vida común", como un espacio de comunicación y de relación corporal.

1-. La vida común. Para que la vida social no se desmorone, debe ser capaz de expresarse en una "vida común", pero la vida solo se puede "compartir" cotidianamente si constantemente encontramos la manera de cuidar a los enfermos, los ancianos, los niños y los pobres bajo todas sus formas, que van desde medicina a los cuidados, a la educación y a la promoción social. Por lo general, tendemos a considerar estos problemas como "ya resueltos" por ciertos sistemas institucionalizados como la salud, la escuela, el bienestar y los servicios sociales. Cuestiones consideradas tan "ya resueltas" que pueden ser sistemáticamente descuidadas en beneficio de otras que prometen ser las "verdaderas", la economía, el futuro, el crecimiento. En realidad, estas áreas de atención están en el corazón de toda la vida social, porque todos somos, en un momento u otro, enfermos, niños, ancianos, estudiantes, pobres. Como observó la filósofa Eva Kittay, existe un "cuidado amoroso" que no es solo un asunto privado, sino que es el tejido de dependencias y generosidades sobre las cuales se basa la vida de cada individuo y la estabilidad de toda sociedad[ii]. Por lo tanto, no hay otra manera para una comunidad de constituirse, que no sea tomar en cuenta estos lugares de la experiencia humana como parte esencial de su identidad.

Esto está más claro hoy que en otros tiempos, pero en la perspectiva del "después" de la pandemia, debemos preguntarnos de inmediato de que manera concreta queremos evitar que esta toma de conciencia se diluya. Ya durante la crisis financiera de 2008, se repitió enfáticamente que "después" de eso, nada podría ser como antes y, por el contrario, muy poco ha cambiado en los dominios operativos y de reglamentación. Igualmente debemos considerar que tenderá a suceder lo mismo cuando salgamos, de una forma u otra, de esta fase de alarma de la pandemia: nuevamente afirmaremos que tenemos que correr para recuperar el tiempo perdido, es decir, para restaurar las prioridades anteriores. Para que el "después" en esta ocasión sea diferente, las personas involucradas en la educación, los cuidados y la asistencia no deben limitarse a repetir lo de siempre, por muy comprensible que sea, que se requieren más recursos, tal vez como "remuneración" por el servicio prestado en tiempos de crisis. Debemos ir más allá, es decir, que estos espacios vuelvan al centro de la planificación cultural, social y política, que sean espacios de discusión, dónde se está investigando, que son percibidos como prioritario: el núcleo a partir del cual se proyecta el futuro. Cualesquiera que sea, será en ese futuro donde deberemos vivir mañana.

2-. El espacio de comunicación. Si lo que se necesita es repensar las decisiones y tomar nuevas, hay que recomponer el espacio donde hoy se forma la toma de conciencia y las orientaciones colectivas. El principal mercado que sacude nuestra época es el de la atención. Las redes sociales son grandes ingenios de la atención, espacios construidos para formarla, guiarla y ponerla a la venta, como ya lo ilustró hace unos años, un hermoso libro de Tim Wu sobre los nuevos "comerciantes de la atención"[iii].

Este tipo de mecanismo ha penetrado profundamente todas las áreas de la vida social, especialmente en la política. En el flujo icónico omnipresente, solo queda la imagen sobre la cual es posible catalizar la atención de la mayoría (de acuerdo o por reacción, poco importa). Un gran impacto de la experiencia colectiva de la pandemia fue la de dirigir la mirada de todos y cada uno en la misma dirección, de haber impuesto un centro de atención no planificado de antemano. En este cambio de escenario confuso y algo inesperado, la diferencia entre la palabra autoritaria y el parloteo, entre el gesto significativo y la agitación desordenada ha sido de nuevo percibida. En la plaza vacía de San Pedro, las palabras y los gestos del papa Francisco, con toda su corporalidad de hombre anciano y cojeando, tenían una elocuencia universal. El discurso firme y conciso del Presidente de la República Italiana pareció para muchos lo más significativo dentro de un discurso político que a menudo no tiene continuidad, ni en las expresiones ni en el contenido, durante todas aquellas tardes en una televisión generalista.

Este espacio comunicativo -del rito litúrgico, del gesto ejemplar, de la palabra lacónica pero profunda- puede y debe ser preservado. Es una condición para hacer posible que las cosas más importantes continúen siendo dichas en un contexto donde su significado y peso sean entendibles. La preservación (o tal vez la reconstitución...) de este espacio es tarea de todos, incluidos aquellos que generalmente trabajan en los campos de la educación, en lo social y el compromiso civil. Con demasiada frecuencia, seguimos sin criticar el juego de las plataformas de comunicación social, con el deseo comprensible de llegar a una audiencia. Con demasiada frecuencia, nos lanzamos a los debates más visibles, quizás impulsados por el deseo de frustrar sus opiniones dominantes. Para ser comprendidos, la tarea de quienes cuidan la vida de los demás requiere un espacio que haga apreciable la dignidad de la persona individual, su destino, la seriedad de cada existencia y su dolor. Esto apenas es comunicable optando por el mismo tipo de discurso del comerciante o del provocador, aunque tenga las mejores intenciones. Si queremos que los contenidos de la conversación cambien, debemos saber que las modalidades, el lenguaje y las plataformas de la conversación tienden a guiarlos y determinarlos.

3-. La relación entre los cuerpos. En el corazón de una reconsideración de la vida común, hoy, una mirada diferente debe necesariamente ser dirigida a la condición humana compartida dentro de un espacio global. Mucho se ha dicho y escrito en las últimas semanas sobre el redescubrimiento de la vulnerabilidad como una característica definitoria de la humanidad y, por lo tanto, también como posible fundamento de una ética del cuidado y de la responsabilidad mutua, no solo en contra de la lógica de la ganancia o del consumismo, sino también más allá de los conceptos de justicia social, centrados abstractamente en el problema de los recursos económicos o de los derechos civiles. En realidad, este no es un debate nuevo, sino una intuición cultivada durante mucho tiempo en la tradición del pensamiento personalista, comunitario y feminista y que hoy encuentra una consideración merecida.

En las últimas décadas, los procesos de globalización se han basado en una serie de temas claramente opuestos al respeto y a la vulnerabilidad de la vida. La hipótesis del movimiento ilimitado de cuerpos, según la cual la vida de todos debe ser flexible, móvil, para estar allí donde las oportunidades del mercado lo requieran y adaptarse a las condiciones competitivas. La hipótesis de la interacción ilimitada de los cuerpos: hombres y mujeres, especies animales, bienes de todo tipo que deben interactuar en todas partes con una frecuencia cada vez mayor, con siempre menos barreras de tiempo y espacio. Estas hipótesis, cuya aceptación incondicional se consideró necesaria para el buen funcionamiento de los mercados mundiales, ahora aparecen en el origen de un sistema muy frágil, que puede bloquear a todo el planeta precisamente como un efecto indeseable de su velocidad y su ubicuidad.

Nuestros cuerpos humanos y el "cuerpo" del entorno en el que vivimos son vulnerables y están expuestos a este tipo de régimen; en pocas semanas lo que era una herida local se transforma en una plaga mundial, luego dejan a cada uno la tarea de encontrar una cura, justo cuando de repente a la fábrica mundial le resulta difícil garantizar bienes y recursos, poniendo a dura prueba sistemas políticos muy diferentes entre sí los unos de los otros en términos de cultura y de posibilidades.

En estos eventos, se manifiesta la tendencia autodestructiva de esta "cultura del desperdicio" de la que habla a menudo el papa Francisco. Un sistema técnico-económico que no tiene en cuenta los límites y las profundas diferencias de sus sujetos y de sus contextos de vida, sino que simplemente los margina cuando no están adaptados a su buen funcionamiento, colapsa tarde o temprano bajo el peso de las consecuencias de esta falta de responsabilidad. O la vulnerabilidad se cuida siempre y radicalmente, o tarde o temprano volverán a aparecer, en la vida de todos, sus inevitables repercusiones despreocupadas por los mecanismos extremadamente frágiles de la producción y del comercio mundial.

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Los comentarios de nuestros lectores (1)

Bernard Farine 10.06.2020 Merci pour cette analyse qui permet de donner un cadre et des références à nos réflexions alors que l'évènement a été tellement soudain et surprenant que nos pensées risquent de dériver sans trouver les outils leur permettant de se construire et d'aider à reconstruire l'avenir.