¿Por qué el compromiso con la Justicia y la Paz no puede evitar interesarse por la cuestión de género? “Cada época, según Heidegger, tiene algo en qué pensar. Solo una cosa. Las diferencias sexuales sean, probablemente, la de nuestro tiempo”. Si esto es cierto, y la práctica parece demostrarlo, se cierne el peligro de que las cuestiones de justicia, paz, ecuanimidad e igualdad se reduzcan a este solo ámbito. ¿Con qué consecuencias e implicaciones? Un discernimiento aún por hacer
Si lo que dice Heidegger es cierto - como creemos - entonces no está fuera de lugar ir más allá de las polémicas que animan el debate sobre el tema y dedicar nuestra atención al estudio del género, que no es una teoría ni una ideología, sino un "Herramienta heurística" utilizada por diversas disciplinas para investigar las relaciones entre hombres y mujeres, destacando las estructuras de poder relativas presentes en culturas y sociedades.
En la encrucijada entre naturaleza y cultura
Su nacimiento se suele atribuir a los estudios de A. Ellis, J. Money y Hampsons (1950), quienes ayudaron a resaltar que no es el sexo determinado biológicamente, sino la identidad de género culturalmente moldeada la verdadera "ancla de nuestra salud emocional", presente en el amor y el juego, y en las relaciones con los demás” (J. Money, P. Tucker, Ser hombre, ser mujer. Un estudio sobre identidad de género).
De esta manera, se comenzó a superar el paradigma exclusivamente biológico de la identidad sexual en favor de una comprensión más amplia, integrando variables psicológicas, sociales y culturales. De esto se desprende claramente que la identidad sexual surge en la intersección entre naturaleza y cultura, por lo que lo biológico "dado" (sexo) siempre resulta ser también un "por hacerse" (género), un proyecto a ser implementado y, por tanto, una tarea educativa y ética, que implica la libertad de varios actores y cuyo resultado no es predecible ni predeterminado ((Lettera ai vescovi della chiesa cattolica sulla collaborazione dell'uomo e della donna nella chiesa e nel mondo).
Crítica de las estructuras patriarcales
La joven "criatura" fue posteriormente adoptada por el movimiento feminista, que a partir de los fundadores - los antropólogos M. Mead y G. Ruby, y el filósofo S. De Beauvoir - cuestionó la imagen tradicional de mujeres y hombres. El género ha permitido reconocer que los paradigmas mentales y esquemas de acción, tradiciones y costumbres son producto de una historia en la que se conjugan elecciones de personas y acompañadas de fuertes condicionamientos marcados por las lógicas de dominación y prevaricación, violencia e injusticia que niegan el sentido auténticamente relacional de la existencia humana.
Las diferencias y los roles de género, que se dan por sentados, a menudo se presentan como necesarios e inmutables, por el contrario siempre deben ser contextualizados y hay que reconocer que en su mayor parte transmiten prejuicios, que en la tradición occidental están fuertemente dominados por los hombres. Se configuran como estructuras de pecado capaces de desfigurar el proyecto original de Dios para la mujer, la pareja y el mundo (Carta del Papa Juan Pablo II a las mujeres). Contra ellos es justo luchar y comprometerse a propiciar el reconocimiento de las diferencias mutuas y establecer relaciones de igualdad basadas en el respeto y la colaboración.
Preservar y dar la bienvenida a la diferencia
La última fase histórica, que se puede llamar post-género (¡o quizás incluso trans-género!), ve la apropiación de la categoría por parte de la reflexión LGBT, marcada por la deconstrucción de la dualidad y orientada a negar la relevancia de la diferencia.
Al eliminar cualquier referencia a esquemas sociales y educativos, la identidad personal se convierte en una opción privada, incuestionable y siempre reversible. En esta deriva ideológica, la corporeidad se reduce a menudo a una simple "superficie de inscripción de significados colocados provisionalmente e intercambiables, sin referencia a los sentidos ni al proceso de identidad".[1]
Ante el riesgo de desencarnar al sujeto y desmaterializar la corporeidad, parece urgente proponer modelos de convivencia que no nieguen, sino reconozcan las diferencias, las potencien y las compongan armónicamente, según lógicas de acogida empática y convivencia sinfónica como nos recuerda el modelo polifacético de Pentecostés, frente al totalitarismo masificante de la uniformidad impuesto según la lógica de la Torre de Babel (Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium de Papa Francisco).
Como puede entenderse, es solo a través de un discernimiento cuidadoso y no ideológico de la categoría de género que los cristianos pueden participar activamente en la construcción de una nueva humanidad, oponiéndose a todos los esquemas de sumisión y marginación, para promover las relaciones humanas sanadas por la fuerza redentora de Cristo, en quien “no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer "(Gálatas 3:28).
[1] S. Zanardo, «Gender e differenza sessuale. Un dibattito in corso», in Aggiornamenti sociali 65 (2014) 380.
Ver Il gender e le sue tre vite y también en Il gender e le sue tre vite
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