Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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Seis claves sobre la ONU ante su 75 aniversario (Segunda Parte)

The Conversation 25.06.2020 Pedro Rodríguez Traducido por: Jpic-jp.org

Al segundo secretario general de Naciones Unidas (ONU), el sueco Dag Hammarskjöld, se le atribuye una de las mejores definiciones de la organización iniciada hace ahora 75 años en San Francisco: “Fue creada no para llevar a la humanidad hasta el cielo sino para salvarla del infierno”. (Ver aquí en la Primera Parte 1-. Importancia subestimada y 2-. Tres principios fundacionales)

3. Necesidad de reforma

Ante el obligatorio reto de actualizarse para el siglo XXI, Naciones Unidas se ha venido enfrentando a una debilitante tensión entre países ricos y países pobres. Los miembros con más recursos consideran que la organización mantiene una burocracia tan excesiva como ineficiente (incluida su propia imprenta oficial en Nueva York). En contraste, los países en vías de desarrollo consideran que la ONU funciona como un exclusivo y poco democrático club.

El gran dilema de la Organización de Naciones Unidas en su 75 aniversario es que se enfrenta a una escalada de demandas cada vez mayores y se encuentra lastrada por una estructura que ya no refleja las realidades de poder del sistema internacional.

Para la solución de este problema se han dado de forma persistente llamamientos a su reforma. Algunas se han llevado a cabo de forma limitada pero las más decisivas no prosperan. En cualquier caso, reformar la Carta de San Francisco no es tarea fácil ya que se requiere ratificación de dos tercios de sus 193 miembros, incluidos los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad.

Según el detallado análisis de la evolución presupuestaria de la ONU, publicado con motivo de su 70 aniversario por The Guardian, el gasto anual de Naciones Unidas es cuarenta veces superior al que la organización tenía a principios de la década de los 50. En esta evolución más bien expansiva, la ONU ha terminado por generar todo un universo burocrático compuesto por 17 agencias especializadas, 14 fondos y un secretariado con 17 departamentos y más de 40 000 empleados en nómina.

El presupuesto regular, acordado cada dos años y que sirve para pagar los costes de funcionamiento básico, se eleva a 2 870 millones de dólares para 2020. En este sentido, la organización arrastra un problema de liquidez originado por los miembros que deben más de mil millones de dólares en sus aportaciones. Con todo, el presupuesto regular, con la parte del león destinada a gastos de personal, representa solo una pequeña porción del gasto total. Las operaciones de Peacekeeping se llevan otros 6 500 millones de dólares anuales, con unos 110 000 cascos azules desplegados en trece operaciones de paz por todo el mundo.

Estados Unidos es el país que aporta más dinero a Naciones Unidas, aproximadamente el 22 % de su presupuesto ordinario y el 28 % del presupuesto adicional para operaciones de mantenimiento de la paz. Al mismo tiempo, Estados Unidos es también el mayor deudor de la organización. Una lista de morosos en la que también se incluyen Brasil, Argentina, México, Irán, Israel y Venezuela.

A estos pagos hay que sumar las contribuciones voluntarias de gobiernos individuales y magnates filantrópicos destinadas a la ayuda humanitaria, desarrollo y agencias especializadas como UNICEF o la Organización Mundial de la Salud. Esta vía de financiación se ha multiplicado por seis durante los últimos 30 años hasta llegar casi a los 30 000 millones de dólares.

Y aún así, algunas agencias insisten en que se encuentran al borde de la bancarrota. En términos comparativos, el gasto total de Naciones Unidas equivaldría aproximadamente a la mitad del presupuesto municipal de la ciudad de Nueva York: 75 000 millones de dólares.

4. Déficit democrático

Fraguado en la recta final de la Segunda Guerra Mundial, el diseño institucional de la ONU ha tenido el ambicioso objetivo de crear una efectiva organización internacional gubernamental dedicada a garantizar la paz y seguridad en todo el planeta. Bajo la filosofía de la seguridad colectiva y también una combinación de las dos principales teorías que conforman el ámbito de las Relaciones Internacionales: el liberalismo y el realismo.

Desde el punto de vista del idealismo-liberal, Estados Unidos –y los representantes del medio centenar de naciones congregados en San Francisco durante la primavera de 1945– concibieron la Asamblea General con representación igualitaria para todos sus miembros.

Al mismo tiempo, establecieron el Consejo de Seguridad, con responsabilidades y decisiones de obligado cumplimiento y cinco miembros permanentes. En una decisiva concesión al realismo político, se trataba de superar la ineficacia y falta de representación que durante el periodo de entreguerras lastraron el antecedente de la Sociedad de Naciones.

El Consejo de Seguridad, completado con diez miembros no permanentes elegidos por mandatos de dos años, es una foto fija del desenlace de la Segunda Guerra Mundial. Con el derecho de veto reservado para las potencias ganadoras: Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y eventualmente la República Popular China tras el arrinconamiento de Taiwán. La Guerra Fría se encargaría de convertir el Consejo de Seguridad en un pulso permanente y estéril para el antagonismo entre Washington y Moscú.

Desde la caída del muro de Berlín, el Consejo de Seguridad ha intervenido cada vez más en situaciones consideradas como una amenaza a la paz y seguridad internacional, tal y como contempla el Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas. Esa provisión permite al Consejo de Seguridad adoptar medidas coercitivas (desde sanciones económicas al uso de la fuerza militar) para prevenir o disuadir amenazas a la paz internacional o responder a actos de agresión.

Con el nuevo orden internacional emergente tras la Guerra Fría, la presión para una reforma del Consejo de Seguridad se ha convertido en la gran cuestión de todos los debates sobre el futuro de Naciones Unidas. El argumento más repetido es que si el Consejo de Seguridad no incluye nuevos miembros permanentes –como Alemania, Japón, India, Brasil o Sudáfrica– se arriesga a convertirse en un órgano anacrónico e irrelevante, con su primacía cuestionada en materia de paz de seguridad a favor de otras instituciones y entidades.

Los fracasos acumulados en conflictos como Siria y Ucrania, o la propia pandemia de coronavirus, junto al abuso del poder de veto, están multiplicando la frustración que subyace en todas estas insatisfechas peticiones para reformar Naciones Unidas.

(A Seguir con la tercera y última parte. Ver aquí todo el artículo Seis claves sobre la ONU ante su 75 aniversario)

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Los comentarios de nuestros lectores (1)

Margaret Henderson 05.01.2021 Informative but depressing as it’s so obvious that reform is difficult but necessary