Cada año, el consumo frenético de los europeos se asocia a 1,2 millones de casos de esclavitud moderna y a 4.200 muertes, según un estudio pionero. Esta elevada demanda, sobre todo de minerales, está destruyendo a personas y al planeta.
En sus rebajas, listos... ¿párense? Mientras la gran feria del consumo está en pleno apogeo, un estudio inédito ha documentado el lado oculto -y más bien oscuro- de nuestras compras. Smartphone, coches, electrodomésticos... Todos estos objetos cotidianos son pequeñas bombas climáticas y humanas.
Cada año, el consumo europeo se asocia a 1,2 millones de casos de esclavitud moderna y a 4.200 accidentes laborales mortales en todo el mundo. Y casi el 40% de la huella total de emisiones de gases de efecto invernadero de la UE tiene lugar fuera de sus fronteras.
"Las emisiones generadas fuera de nuestras fronteras para satisfacer a los consumidores europeos representan una parte muy importante de nuestras emisiones", afirma Guillaume Lafortune, de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN) de las Naciones Unidas, que ha elaborado el informe. No podemos fingir que no existen, sólo porque se producen en otros lugares".
Nuestro frenesí consumista provoca cada año 4,7 giga toneladas (Gt) de emisiones de gases de efecto invernadero fuera de Europa, once veces más que las emisiones de Francia.
Casi el 40% de la huella total de emisiones de gases de efecto invernadero de Europa se produce fuera de nuestras fronteras. Es lo que se conoce como emisiones importadas.
Para llegar a estos resultados, la red de la ONU, en colaboración con la Universidad de Sídney, puso a trabajar los ordenadores: "Combinamos bases de datos sobre flujos financieros y comerciales con datos por satélite sobre trabajo forzado o emisiones de CO2", explica el Sr. Lafortune.
Tras estudiar el impacto de las industrias textil y de la alimentación, los investigadores profundizaron en los minerales fósiles. Gas natural, petróleo, uranio, cobre, zinc, piedra, arena, fosfato, sal... Estos recursos extraídos del suelo y de los fondos marinos son esenciales para la producción de nuestros bienes y servicios.
"Las transiciones actuales son especialmente intensivas en minerales”
“Se utilizan en muchos de nuestros productos de consumo", añade el Sr. Lafortune. “Y el problema es que las transiciones energética y digital en curso -con los Smartphone, los vehículos eléctricos y los aerogeneradores- son particularmente exigentes en minerales”. Así que estamos lejos de ver una caída de la demanda.
Tantos recursos esenciales para nuestra sociedad productivista... y que no se encuentran en los subsuelos europeos.
Los veintisiete países de la Unión Europea dependen así en gran medida de las importaciones. Según el estudio, "la UE consumió en 2019 alrededor de 2,7 veces más minerales metálicos y 2,9 veces más energía fósil que la cantidad extraída dentro de sus fronteras".
Extracción, refinado, ensamblaje, transporte... la producción y el transporte de estas materias primas no están, obviamente, exentos de consecuencias. Sobre el planeta, pero también sobre los seres humanos.
“China, uno de los principales socios comerciales de la UE, está muy preocupada", dice Lafortune. “Hay explosiones periódicas en las fábricas, y las condiciones de trabajo distan mucho de ser ideales”. Según el estudio, en Turquía muere un trabajador cada cuatro horas en un accidente laboral. En cuanto al trabajo forzado, se han registrado casos en Corea del Norte, Nigeria y Angola, sobre todo en las minas.
¿Qué se puede hacer para reducir estos efectos devastadores? “No existe una varita mágica", afirma Lafortune. “Detener todas nuestras importaciones no es la solución, porque el comercio internacional es una fuente de ingresos y empleo en muchos países del Sur”. En su lugar, nuestro experto apuesta por una serie de herramientas reglamentarias a escala europea: la adopción -actualmente en curso- de una ley de vigilancia como la que existe en Francia, prohibiciones específicas -sobre el trabajo forzado en particular- o un impuesto sobre el carbono en las fronteras.
Nota. Reporterre se toma la libertad de añadir a esta lista otras vías para desintoxicar el mundo, como la sobriedad o la low tech.
Foto. Octubre de 2022. Una mina de cobalto en Shabara, a 50 kilómetros de la ciudad de Kolwezi (RD Congo). - Junior Kannah / AFP
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