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¿Un nuevo nacimiento para la iglesia católica?

Catholic Herald 02.11.2017 Philip Jenkins Traducido por: Jpic-jp.org

Este artículo apareció en el Catholic Herald, en la edición del 3 de noviembre de 2017, con el título: The Catholic world is about to be turned upside down (El mundo católico está a punto de a ser puesto al revés). Estás invitado a leer directamente el original inglés. Aquí miramos este texto con espíritu navideño, llenos de esperanza. Solo piensa: en poco más de 30 años, uno de cuatro católicos del mundo vivirá en África. Para 2050, las principales naciones católicas estarán en África, Asia y América Latina. Esto, ¿lo cambiará todo?

La Iglesia Católica en todo el mundo está atravesando una era de transformación histórica, un decisivo cambio en las cifras hacia el hemisferio Sur: Asia, África y América Latina. Muchos son conscientes de esta tendencia como de un hecho abstracto, pero apenas estamos llegando a entender las implicaciones para la vida de la Iglesia, la composición de su liderazgo y sus políticas futuras. Una Iglesia que mira hacia el sur puede ser un cuerpo vibrante y floreciente, pero puede también poner algunos desafíos para los católicos del viejo mundo euroamericano.

El hecho de ese cambio geográfico es bastante evidente. Hace un siglo, el continente europeo representaba casi dos tercios de los católicos del mundo. Para el 2050, esa proporción caerá quizás a un sexto. En ese año no muy lejano, los principales bastiones de la Iglesia estarán en América Latina (tal vez en un 40 %), en África (25 %) y Asia (12 %).

En realidad, esas cifras subestiman el predominio meridional, porque una cantidad considerable de católicos que vivirán en Europa o América del Norte serán ellos mismos por su origen migrante, nigerianos o congoleños en Europa, mexicanos en Estados Unidos. Una Iglesia, llevada hace mucho tiempo al suelo de Asia y África, regresa a casa.

Al mirar una posible lista de las naciones católicas más grandes del mundo en un futuro cercano, se refuerza esta idea sobre el declive proporcional de la presencia euroamericana en la Iglesia. En 1900, las tres naciones con mayor población católica eran Francia, Italia y Alemania. Para el 2050, los países líderes serán Brasil, México y Filipinas. Francia e Italia serán los únicos países europeos presentes entre las 10 principales poblaciones católicas, que incluirán tres naciones africanas (Nigeria, Uganda, República Democrática del Congo) y los Estados Unidos. Con alrededor de cien millones de católicos, la República Democrática del Congo disfrutará de una paridad casi igual con los Estados Unidos y las Filipinas. Esos números específicos son proyecciones y, por supuesto, pueden sobreestimar o subestimar en determinadas regiones. Pero la dirección general del cambio no está en duda. El futuro católico está en el sur.

Pero, ¿qué significa eso para el liderazgo en la Iglesia, para la composición del Colegio de Cardenales y para el papado mismo? Nadie defiende la idea que los cardenales sean escogidos sobre la base de algún tipo de representación proporcional estricta, dependiendo de los resultados de cada nuevo censo mundial. Tampoco, los cardenales representan a unos electorados. Pero, la Iglesia ha reconocido desde hace mucho tiempo que los cardenales desempeñan algún tipo de papel representativo y, por supuesto, que retienen una importancia única cuando llega el momento de elegir un nuevo Papa.

Durante el siglo pasado, el Colegio de los Cardenales se ha vuelto cada vez más diversificado y más globalizado. El contingente italiano en este Colegio se ha reducido drásticamente, desde más del 50 % en 1920 al 35 % al momento del Vaticano II, y alrededor del 20 % en la actualidad. Desde la década de 1980, los tres papas sucesivos se han esforzado de aumentar el número de los provenientes del Sur del mundo. Hoy, el Colegio en sus 120 cardenales en edad de votar, cuenta con 54 provenientes de Europa y 34 de América. África tiene 15 y Asia 14. Estas cifras marcan un cambio impresionante. Pero, aún están lejos de algún tipo de número "proporcional". Si los cardenales fueran elegidos sobre la base de la población, entonces África debería tener ya 20 cardenales, además de asignarse múltiples nuevos puestos para los próximos años.

Puede tomar décadas para que el cuerpo de cardenales represente la distribución real de los números de los católicos en el mundo, pero definitivamente nos estamos moviendo en esa dirección. Como ejercicio intelectual, consideremos cómo podría ser el Colegio de cardenales en el 2050. Por ejemplo, imaginemos qué impacto podría tener esa composición en las decisiones y políticas de la Iglesia sobre una cuestión cualquiera. ¿Cómo se vería la Iglesia con, digamos, 120 cardenales votantes, de los cuales 50 sean latinoamericanos, 30 africanos y 15 asiáticos? Imagine que solo la República Democrática del Congo supla con siete u ocho cardenales, que un número similar sea de Filipinos y que la representación de otros países del sur del mundo sea también en aumento.

La geografía no es una fatalidad, pero es natural que los prelados de una parte del mundo tomen la palabra por las tradiciones con las que se sienten más familiarizados, que bien podrían diferir considerablemente de otras regiones. Hemos visto tempranas señales de esto cuando se celebró en Roma el sínodo de la familia en el 2015. Cuando los más liberales en la Iglesia (principalmente europeos) propusieron adoptar una actitud más acogedora hacia los católicos homosexuales y posiblemente permitir que los creyentes divorciados y nuevamente casados reciban la Comunión. Esas propuestas encontraron una feroz resistencia por parte de los prelados africanos, y los conflictos subsiguientes entre conservadores y reformistas se vieron empañados por mutuas recriminaciones y prejuicios históricos. Los africanos acusaron a los europeos de actitudes raciales e imperialistas, mientras que algunos europeos apuntaron al atraso africano.

Obviamente, este precedente no sugiere que las diferentes regiones sigan rígidamente establecidas en sus actitudes, ya que las diferencias culturales pueden disminuir con el tiempo. Significativamente, han sido los prelados europeos y norteamericanos quienes han liderado la reciente resistencia conservadora contra Papa Francisco, mientras que los africanos han permanecido fuera del foco de atención.

Aun así, puede pasar bastante tiempo antes de que las Iglesias africanas y asiáticas abandonen sus actitudes muy rigurosas en materia de sexualidad humana, y solo es de esperar que hayan conflictos en el futuro entre Norte y Sur. La principal diferencia con el presente es que los católicos del Sur disfrutarán de un número cada vez mayor. Las divisiones dentro de la Iglesia Católica están muy lejos de las pasiones que han puesto encontra al Norte y al Sur dentro de la Comunión Anglicana, pero ese sigue siendo un precedente preocupante.

Por mucha atención que continúen recibiendo, esos debates sobre temas morales no son, de ninguna manera, las únicas áreas en las que la Iglesia futura tendrá que ajustarse a las demandas e intereses del nuevo sur católico. Hace algunos años, John Allen especuló sabiamente sobre estas tendencias en su libro The Future Church, y sus predicciones parecen ser más probables hoy en día.

En Europa y América del Norte, el cambio climático es un tema de verdadera preocupación, pero para muchos en el Sur del mundo, el calentamiento planetario es literalmente una cuestión de vida o muerte, de supervivencia nacional. Si hay algo de verdad en las tendencias proyectadas sobre el calentamiento, entonces su impacto será más devastador en los trópicos, en esas regiones entre 22 grados norte y 22 grados sur del ecuador, o por decirlo de otra manera, en las regiones donde el crecimiento y la expansión católica son más intensos. El cambio climático afectará más duramente y más directamente justamente las regiones donde vivirá el mayor número de católicos, países como la República Democrática del Congo, Uganda y Brasil.

Las consecuencias del cambio climático podrían ser un desastre, por sus efectos sobre la producción de alimentos, el suministro de agua y la satisfacción de las necesidades básicas, y es casi seguro que estas consecuencias provocarán guerras y también olas de refugiados en una escala sin precedentes en la historia humana.

Ya el Vaticano se ha convertido en una voz líder en temas de cambio climático, pero ese papel solo se incrementará si el futuro será tan calamitoso como parece probable. Es inconcebible que una Iglesia con predominante presencia del sur no logre que los problemas climáticos se vuelvan una prioridad crítica, exigiendo cambios radicales en las políticas de los estados laicales.

Para abordar otro tema, la Iglesia se ha comprometido desde hace mucho tiempo a promover el diálogo con otras religiones del mundo y, en el proceso, se han venido planteando algunos problemas teológicos delicados acerca de la relación adecuada entre la revelación cristiana y los puntos de vista de otras religiones.

Pero, todo ese proceso de diálogo, necesariamente se vuelve muy diferente cuando la Iglesia no está dominada por europeos, sino por africanos o asiáticos, quienes tienen una larga experiencia de interacción con los musulmanes, budistas o hindúes, y quienes deben trabajar los detalles de la coexistencia a diario. Podemos fácilmente imaginar que una Iglesia más orientada hacia el sur, hablará con más fuerza, y más públicamente en los momentos de confrontaciones entre creyentes de diferentes credos y en tiempos de persecución anticristiana.

Nosotros, solo podemos comenzar a imaginar las formas en que esa futura Iglesia podría diferir de nuestras posiciones actuales. Lo que no podemos dudar es que, esta Iglesia no permanecerá ciega ante los problemas y las crisis del Sur del mundo, ni que permitirá que los políticos y medios laicales permanezcan tan callados como lo han hecho tantas veces en el pasado. Idealmente, esta Iglesia venidera, representaría un mensaje cristiano familiar, pero en un contexto verdaderamente global.

Fuente: http://www.catholicherald.co.uk/issues/november-3rd-2017/the-catholic-world-is-about-to-be-turned-upside-down/

Foto. Portada de Catholic Herald, 3 de noviembre 2017

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