Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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"Estaré aquí hasta que se ellos vayan a su casa"

UNMISS 23.10.2018 Janet Adongo Traducido por: Jpic-jp.org

El Padre Michael Bossan deja su casa por las personas sin hogar: Cómo un Sacerdote de la Ciudad de Nueva York se convirtió en la conexión espiritual en Malakal. La declaración solemne del septuagenario padre Michael Bossano parece resuelta. Sus mechones de cabello blanco cuentan historias de muchos años pasados viajando por el mundo. Sin embargo, por ahora, el sacerdote católico de voz suave, ha encontrado su lugar en Malakal, muy lejos de las comodidades de Nueva York, la ciudad a la cual solía llamar hogar

“Siempre sentí que quería ir más allá de mi propia zona de confort. Yo era sacerdote en Nueva York, con un lugar agradable, un automóvil, todo. Pero cuando escuché que los misioneros iban al extranjero y daban sus vidas al servicio de otros, pensé que eso era lo que yo quería hacer ".

En vista de la situación, el padre Michael será perdonado por murmurar en voz baja, "ten cuidado con lo que deseas". Pasa sus días dentro de una gran estructura de hierro donde atiende a su rebaño: las miles y miles de personas desplazadas que se encuentran en los emplazamientos de protección de la ONU en Malakal.

Cada noche regresa a su casa: una tienda de campaña que comparte con otras siete personas, en un centro que alberga a cientos de trabajadores humanitarios que brindan servicios a los necesitados.

Aún, tan lejos del brillo y el glamur metropolitano de Nueva York como puede encontrarse, el Padre Michael está tranquilo. Él está en paz consigo mismo, al igual que el Sudán del Sur que encontró en Juba, poco después de que la joven nación obtuviera su independencia.

Sin embargo, él no llegó en un avión privado directamente desde Nueva York. Antes de poner un pie en África Oriental, su viaje misionero lo llevó por América el Sur y el Sureste de Asia, a Chile y Tailandia respectivamente.

El padre Michael trabajó en Tanzania en un refugio para personas sin hogar. Allí se unió a un grupo llamado solidaridad con Sudán del Sur, un grupo de organizaciones religiosas católicas que trabajaban de manera colectiva en el país. Cuando se solicitaron voluntarios para trabajar en el recién nacido Sudán del Sur, él escuchó la llamada.

El Padre Michael llegó a un país rebosante de positivismo. Millones de sudaneses del sur estaban unidos y trabajaban arduamente para recuperar lo que se ha perdido en los años de lucha.

Él dice: "Llegué a Malakal en octubre de 2013. En ese momento había aquí alrededor de 300,000 personas, era una ciudad vibrante con gente de todas partes que se ocupaba de sus asuntos".

En cuestión de meses todo eso cambiaría. En la víspera de Navidad de 2013, estallaron feroces combates en Malakal, la segunda ciudad más grande del país.

"Fue muy difícil porque estábamos alojados justo en frente de los cuarteles militares y estábamos atrapados en medio de los combates". La voz del Padre Michael se va entrecortando a medida que narra cómo él y tres hermanas se escondieron durante dos semanas en el baño, antes de ser  evacuados,orando por sí mismos y  también por la gente.

Durante varios días, los morteros y las balas impactaron sin cesar su humilde morada.

"Esa fue probablemente la primera vez que pensé que podríamos morir aquí".

Y todavía, él sigue aquí. Ha permanecido aquí a través de los combates posteriores en 2014, 2015 y 2016, y se ha convertido en un nombre familiar en el proceso. Los actores humanitarios de aquí confían en él como un embajador de la paz y una especie de preciosa "conexión espiritual", ya que el Padre Michael posee la excepcional habilidad de llegar a las personas de todas las religiones.

Hoy en día el sacerdote católico también tiene algo que decir sobre cómo se organiza el campamento. Asiste a las reuniones con las distintos sectores de la misión de mantenimiento de la paz de la ONU y con líderes humanitarios y comunitarios en los emplazamientos de protección.

“Yo apoyo tanto a la Mision de Asistencia de las Naciones Unidas en la República de Sudán del Sur (conocida como UNMISS por sus siglas en inglés) como al eje humanitario, por ejemplo, al Consejo Danés para los Refugiados que es quien administra el campamento. El comenta, “mientras camino por los emplazamientos de protección, todo el tiempo escucho lo que está pasando. Por lo tanto, puedo compartir en estas reuniones cómo podemos resolver mejor los problemas y desafíos”.

Además de los emplazamiento  de protección, el padre Michael también visita los centros de detención y otros lugares, y mantiene sus ojos y oídos muy abiertos. Reporta con los actores apropiados para su intervención, cualquier problema de derechos humanos o dificultades que encuentre.

No hace falta decir que el Coordinador Regional de Derechos Humanos, Christian Mikala, considera al Padre Michael un actor valioso para el trabajo de la misión en Malakal.

“El padre Michael da la impresión de ser una esponja que absorbe cada incidente, cada situación, cada hecho con una sonrisa. Sus "maratones" diarios son legendarios, ya que durante muchas horas al día él entra y sale de los emplazamientos de protección, del recinto de la UNMISS y del eje humanitario con una serenidad que pocas personas tienen".

Habiendo pasado aquí a través de lo bueno, lo malo y lo feo de la prolongada crisis, el padre Michael todavía cree que no todo está perdido.

“Hay esperanza porque la veo en la gente. Lo veo no solo los domingos en la iglesia, sino en la manera en que nos saludamos, las relaciones que tienen entre sí, y cuando nos encontramos, puede verlo en sus caras. Lo ve en su fe, están arraigados en su fe y eso les ayuda a enfrentar cualquier cosa ".

En 2016, los enfrentamientos entre diferentes comunidades ocasionaron una destrucción generalizada en los emplazamientos de protección de Malakal, lo que llevó al Padre Michael a realizar innumerables visitas a los hogares para predicar la paz. El habla con cariño de los momentos que mantuvieron su moral en alto.

“En una casa que fui a visitar, uno de los niños de 11 años de edad notó que mi sombrero estaba sucio. Lo tomó y comenzó a lavarlo. Y mientras lo lavaba, estaba cantando algunas de las canciones que cantábamos en la iglesia. Y de repente estalló y dijo: "Sabes que somos la única familia de Dios". Algo que digo todavía una y otra vez en la iglesia. Ese momento me dio esperanza”.

El padre Michael es un hombre satisfecho. Está feliz de estar trabajando para mejorar las vidas de las personas de Sudán del Sur y especialmente de las personas desplazadas que viven en Malakal.

"No hay arrepentimiento. Me siento satisfecho. Sólo deseo que la situación mejore", dice. "Hay tanta vida entre las personas que no tienen nada. Estaré aquí hasta que llegue el momento en que puedan volver a casa ".

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