Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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La democracia al servicio del bien común

Actuall 14.12.2017 Nicolás de Cárdenas Traducido por: Jpic-jp.org

"Una democracia sin valores absolutos que guíen la acción política y social se convierte con facilidad en un totalitarismo más o menos encubierto". Democracia, monarquía, república o dictadura no son, en principio, más que marcos en los que se circunscriben las relaciones sociales y políticas con una multiplicidad de factores culturales, demográficos, políticos y religiosos. 10 reflexiones sobre la democracia inspiradas por el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.

1.-La persona humana

La democracia es apreciada en la medida en que asegura la participación y garantiza la posibilidad de elegir y controlar a los gobernantes, así como de sustituirlos cuando sea oportuno por vías pacíficas. Una auténtica democracia sólo es posible en un Estado de derecho sobre la base de una recta concepción de la persona humana, donde se dan las condiciones de desarrollo de cada persona a través de la formación en ideales y valores, y donde haya estructuras de participación y de corresponsabilidad.

2.- Valores básicos

La democracia no se reduce al cumplimiento formal de una serie de requisitos o reglas; todo su funcionamiento debe respetar unos fundamentos mínimos como la dignidad intrínseca de todo ser humano, nacido o antes de nacer, enfermo o sano, ilustrado o iletrado, rico o pobre, creyente o ateo, casto o promiscuo. Esto supone la protección de los derechos fundamentales empezando por el derecho a la vida y la asunción del bien común como fin y criterio de la vida política.

3.- El riesgo del relativismo

El relativismo ético es una amenaza del sistema democrático. Una cosa es la pluralidad de opiniones y otra el desprecio de criterios objetivos sobre cuestiones cruciales. Una deriva dañina del relativismo moral es que sean descalificados del debate público aquellos que no se declaran agnósticos o escépticos; aquellos que afirman que es posible conocer y defender la verdad, son entonces señalados como anti demócratas, fanáticos. Una democracia sin valores absolutos que guíen la acción política y social se convierte con facilidad en un totalitarismo más o menos visible o encubierto. La democracia no es más que un instrumento, y no un fin en sí misma, y su moralidad, por tanto, no es autónoma, sino que depende de la moralidad de los fines que persiga y de los medios de los que se sirve para alcanzarlos.

4.- Control social del poder

La formal división de poderes - Legislativo, Ejecutivo, Judicial - es esencial en la construcción de la democracia, pero no es suficiente. Hay también el papel de control del poder que ejercen los cuerpos sociales intermedios: la familia, las escuelas, las Iglesias, las asociaciones. La responsabilidad de quienes han obtenido la legitimidad para gobernar, es hacia la sociedad. Y esta responsabilidad debe estar sometida de forma continuada al control social a través de la opinión pública y, sobre todo en su expresión formal, a través de elecciones libres y con garantías. Rendir cuentas debe estar en el ADN de quienes obtienen la confianza de los ciudadanos para ejercer cualquier función de poder o representación pública.

5.- Libertad de los cargos electos

Las personas que tienen la responsabilidad de dirigir y tomar decisiones, están sometidas al escrutinio de los ciudadanos a través del ejercicio de la libertad de expresión, de reunión y manifestación. Al mismo tiempo, gozan de un espacio de autonomía para que no se conviertan en agentes pasivos de los electores. Quienes tienen la responsabilidad, han de ejercerla, siempre para el bien común, aún en ocasiones en contra de lo que expresan sus gobernados, porque el cuerpo social tampoco es infalible. Esta autonomía, y necesaria libertad, están, sin embargo, supeditadas a objetivos que visen el bien común y no a intereses de parte, propios o ajenos.

6.- Práctica del poder con espíritu de servicio

Quien tiene la responsabilidad de gobernar o de ejercer un servicio público con poder decisorio de cierta entidad - reyes, alcaldes, concejales, jueces y legisladores -, no deben olvidar la dimensión moral de su representaciónLa autoridad responsable es aquella que se ejerce con espíritu de servicio, con paciencia, modestia, moderación, caridad y generosidad.

7.- Corrupción, el gran cáncer

La corrupción política es una de las más graves causa del degrado de una democracia, porque influye de forma negativa en la relación entre gobernantes y gobernados, comprometiendo el correcto funcionamiento del Estado; impulsa la desconfianza respecto a las instituciones públicas; provoca el menosprecio de los ciudadanos por la actividad política; debilita las instituciones y la consideración de sus representantes; distorsiona el papel originario de las instituciones y las convierte en intercambios de corruptelas. En definitiva, la corrupción impide la realización del bien común y prepara el populismo, las revoluciones y el desorden social.

8.- La burocratización excesiva

Toda administración pública, nacional, regional o municipal, es instrumento e intermediario del Estado y debe estar al servicio de los ciudadanos: debe servir, ser útil, facilitar. Y no lo contrario. El Estado ha de evitar la burocratización excesiva. Cada proceso lleva aparejado un impreso, una ventanilla, un tiempo de tramitación; pero si estas gestiones se vuelven complejas, la democracia pierde calidad, los ciudadanos desesperan y los funcionarios pasan a ser una presencia fatalista difícil de revertir. Quien trabaja en la Administración Pública está al servicio del bien común y su desempeño ha de ser un servicio a la comunidad.

9.- Cauces de participación

Los partidos políticos constituyen uno de los cauces de participación más importantes en la democracia. Por eso, ellos también deben ser democráticos. La democracia interna de los partidos, cuando es escasa y se basa en el clientelismo o en un sentido viciado de la lealtad, ahoga la democracia del estado. Los sistemas de listas cerradas, el tamaño de las circunscripciones o los diferentes sistemas de recuento electoral y asignación de representantes deben ser analizados como instancias democráticas. Lo mismo vale para el referéndum que tiene mucho valor para la participación ciudadana, siempre y cuando se realice en condiciones de verdadera legalidad.

10.- Información y pluralismo mediático

La información y al pluralismo mediático son elementos clave de una sana democracia. Los medios, el cuarto poder, desempeñan una función esencial: la de perro guardián. La labor periodística debe desarrollarse, sin embargo, en favor de la democracia, con el mayor grado de independencia posible. Las leyes deben evitar la concentración de los medios en grandes grupos, que acaparen enormes cuotas de publicidad, llevando a la irrelevancia a los demás medios. La concentración de medios abre camino a la concentración del discurso político y este no beneficia ni al conjunto de la sociedad ni al bien común porque no ayuda a empoderar a las personas, a hacerlas conscientes de sus derechos y su dignidad, y más responsables para tomar decisiones.

Fuente: 10 claves de una democracia al servicio del bien común (Adaptación a cura de Jpic-jp.org)  

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