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Mujeres y poder en la Iglesia

Vita cristiana ed ecclesiale 16.05.2023 Jesús Martínez Gordo Traducido por: Jpic-jp.org

Es difícil -más aún en una institución tan grande y diversa como la Iglesia católica- que una decisión, por limitada que sea, no se preste a reacciones diversas y encontradas. Es lo que constato, una vez más, al repasar las posturas de muchas personas y colectivos ante la medida adoptada por el Papa Francisco de incorporar -con voz y voto- a un grupo de setenta laicos (la mitad mujeres) al Sínodo Mundial de Obispos que se celebrará el próximo mes de octubre en Roma, para abordar la siempre espinosa cuestión de cómo gobernar y estructurar la Iglesia y ejercer el Magisterio.

Voces críticas han subrayado (y, más aún, magnificado) la contradicción presente en la decisión de Francisco. ¿Cómo se explica que, en una asamblea de obispos, haya laicos con derecho a voz y voto? ¿No se estará confundiendo lo sagrado con lo profano?

Conviene tener presente que quienes hacen estas o parecidas críticas lo hacen porque afirman que el poder en la Iglesia católica lo ostentan única y exclusivamente los ministros ordenados y, en particular, los obispos; y sólo ellos. Y lo ostentan por "mandato o institución divina", es decir, porque, por su voluntad, y poder de Jesús de Nazaret y su ejercicio recaería -así lo entienden- en los apóstoles y, a partir de ellos, en sus obispos sucesores; obviamente todos varones. En ningún caso sobre los laicos; menos aún sobre las mujeres. Aquellos y éstas sólo pueden "participar" de este poder si los obispos están dispuestos a concederles tal "participación". De ahí, en el mejor de los casos, viene y hasta ahí llega el poder de los laicos en el gobierno y magisterio de la Iglesia. Y, por supuesto, el de las mujeres.

No faltan quienes destacan -a partir de esta decisión- la “puerta abierta” por el Papa Francisco, calificándola incluso de 'histórica' para incorporar -aunque sólo sea en términos de participación- a los laicos a este órgano de gobierno eclesial, estipulando que la mitad de ellos deben ser mujeres.

Ya sabemos -nos cuentan- que su número no es mucho: 70 de unos 250 posibles miembros. Pero es un primer paso que 'abre' -como le gusta decir a Francisco- un proceso destinado a desarrollarse más, a pesar de que haya muchos a los que les parezca sólo una gota en el océano. En todo caso -continúan-, no se puede ignorar que no son pocos los católicos que -en su evidente timidez- encuentran demasiado perturbadora esta puerta abierta; en particular, la irrupción (ciertamente muy tímida) de las mujeres en los puestos de gobierno y en las decisiones eclesiales, a pesar de que Francisco ha dicho, en todos los sentidos, que no pretende promover el sacerdocio de las mujeres.

Por último, me encuentro con quienes, siendo allegados a Francisco, intentan mitigar el revuelo causado por esta decisión papal. Y lo hacen diciendo que estos laicos sólo alcanzan el 25% de la capacidad sinodal. Por tanto, no hay riesgo de una revolución laica en el gobierno, magisterio y organización de la Iglesia católica. Además, por si esto fuera poco, continúan diciendo que son los obispos -a través de las siete reuniones continentales de las Conferencias Episcopales- quienes jugarán un papel decisivo a la hora de presentar a los laicos que consideren idóneos para que, finalmente, sea el Papa quien los nombre. Serán, por tanto, laicos y laicas que gocen de la confianza de los obispos. Estas y otras consideraciones tienden a "tranquilizar" a quienes llevan años cuestionando el pontificado de Francisco.

Abandonar el modelo unipersonal

Reconociendo la importancia de incorporar a un número tan elevado de laicos -y, en particular, de mujeres- en una asamblea mundial de obispos, me doy cuenta de que el problema fundamental a abordar -si se quiere que la Iglesia sea creíble en el siglo XXI- sigue siendo el de la gestión del poder en su seno.

Es cierto que la llamada "institución divina" de dicho poder, confiado por Jesús a Pedro, admite distintas interpretaciones: la unipersonal, promulgada en el Vaticano I (1870); pero también la colegial y corresponsable, aprobada en el Vaticano II (1962-1965). Sin embargo, durante buena parte del tiempo transcurrido desde el final del último Concilio, el modelo unipersonal de gobierno, magisterio y organización de la Iglesia ha seguido prevaleciendo a todos los niveles (curia vaticana, diócesis y parroquias).

Creo que ha llegado el momento de abandonar este modelo unipersonal, absolutista y monárquico, y de empezar a aplicar, por fidelidad a lo aprobado en 1964, el hecho de que todo el pueblo de Dios -por tanto, no sólo los obispos y sacerdotes- es "infalible cuando cree".

La Iglesia alemana (obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos y laicas) ya ha abierto una puerta importante en esta dirección con el llamado Camino Sinodal "vinculante", aunque haya quienes -con sólo oír este adjetivo- se estremezcan e incluso se pongan nerviosos.

Veremos qué hará (y podrá hacer) Francisco.

Ver, Donne e potere nella Chiesa

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Los comentarios de nuestros lectores (1)

Paul Attard 15.06.2023 I don’t know enough “theology” to make an opinion about women in the church hierarchy, other than it seems to me that God made “man” in his own image, man & woman. Equal. Maybe they have different roles to play, but equal. Therefore why not women priests? I would prefer to see priests being able to marry also. I’d say that women here in our local church have a greater role than men.