Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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Pascua, el despertar de la vida

Chicago 02.04.2016 Padre Juan Pablo Pezzi Traducido por: jpic-jp.org Algunas palabras de la encíclica Alabado sea mi Señor (AS) sugieren una reflexión sobre la Pascua (énfasis nuestro)

La Iglesia no dice simplemente que las demás criaturas están completamente subordinadas al bien del ser humano, como si no tuvieran un valor en sí mismas y nosotros pudiéramos disponer de ellas a voluntad… [También] en las demás criaturas “se podría hablar de la prioridad del ser sobre el ser útil”. El Catecismo cuestiona […] lo que sería un antropocentrismo desviado: “Toda criatura posee su bondad y su perfección propias […] Las distintas criaturas, queridas en su ser propio, reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinita de Dios” (AS, N° 69).

La persona, fin hacia el cual converge la creación, evoluciona consciente o inconscientemente, absorbiendo la energía que existe en la naturaleza con el fin de asegurar su propia vida. Es un conflicto constante y que puede producir la muerte, que uno no se dé cuenta de por qué y para qué vive, y no se esfuerze en buscar, con mentalidad abierta, la unidad radical en la que vivimos todos y todo lo que existe.

Dicho conflicto está íntimamente ligado a la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura (AS, n° 22). El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a las causas que tienen que ver con la degradación humana y social (AS, n° 48). Y viceversa, por supuesto.

El impacto de los desajustes actuales se manifiesta también en la muerte prematura de muchos pobres, en los conflictos generados por falta de recursos y en tantos otros problemas que no tienen espacio suficiente en las agendas del mundo (AS, n° 48). Una vez más, también lo reciproco es claro e ineludible: la Tierra, clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano […], también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. […] Olvidamos que nosotros mismos somos tierra. Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura (AS, n° 2).

¿Qué tiene que ver todo esto con la Pascua?

Caifás al condenar a Jesús dijo, es mejor que un hombre muera por el pueblo y no perezca toda la nación; como sumo sacerdote hizo una profecía, y es que Jesús había de morir por la nación y no solamente por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. Jesús lo hizo a partir de la matriz de la Madre Tierra. Jesús el primogénito –aquel que abre la vagina según la expresión bíblica-, en su resurrección, quitó la piedra de la tumba, abrió del seno de la tierra un camino de unidad para la humanidad: unidad de propósitos, de corazones, y también de relaciones físicas y psicológicas que nos hacen "uno" en el único Dios. Este "uno" debe ser concebido de manera amplia en modo amplio: todo es "criatura de Dios", cada uno a su manera y, cómo sus criaturas, todo vive físicamente en unidad. Amas [Dios] a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho; sino…, no lo habrías creado (Sab. 11, 24).

¿Por qué, entonces, en lugar de contraponer no nos esforzamos por integrar? Conciliar ciertas oposiciones requiere esfuerzo, pero no se debe evitar. La oposición entre inmanencia y trascendencia -para eludir el panteísmo-, no es inevitable, es más bien un llamado a pensar, como ya se ha dicho, de manera más amplia la unidad de todas las criaturas, incluyendo los seres humanos. Una aclaración puede ser útil: pan-en-teísmo, presencia de Dios en todo. Dios creó y vio que todas las cosas eran buenas: claro, ¡eran un reflejo de El! Por eso, dice San Pablo, el final de la historia es "Dios todo en todos".

El fin de la marcha del universo está en la plenitud de Dios, que ya ha sido alcanzada por Cristo resucitado, eje de la maduración universal [...]. El fin último de las demás criaturas no somos nosotros. Pero todas avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios, en una plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza e ilumina todo (LS, n ° 83).

Una frase de Isaías amplía el horizonte, El Señor Dios... cada mañana despierta mi oído para que escuche como discípulo. Escuche, ¿qué? ¡La vida! El flujo del tiempo, la belleza que habla al corazón, toda criatura y persona que encuentro, el grito de los pobres y el canto de los pájaros, el esplendor del sol y el humilde silencio de la piedra, el amor que late y el sufrir que gime. El alba, es la sonrisa de la vida; el esplendor del mediodía, su beso que trastorna; la noche, su calma que permea toda la realidad.

El amanecer de la Pascua es, entonces, el despertar de la vida y la fe en el Resucitado no la encierra en los horizontes de dogmas religiosos, sino que la abre ¡al respiro del universo! Es agradable percibir, junto con los que buscan, se esfuerzan, viven, aman y sufren, que estamos todos en comunión con la creación.

Todo es hermoso el domingo de Pascua, al menos en este día. Porque ... ¡Es Pascua!

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