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Sacudir las conciencias no basta

Newark 10.10.2019 Jpic-jp.org Traducido por: Jpic-jp.org

Greta Thunberg y Fridays for Future calentaron el debate a favor y en contra del cambio climático en los medios de comunicación y en las redes sociales, en las calles y debajo de los puentes con muñecos colgantes. El debate se ha polarizado entre quienes apoyan un ideal y quienes critican la superficialidad del análisis. Vale la pena recordar que el movimiento ha cabalgado una conciencia científica, religiosa y social que estuvo subiendo como una marea durante un par de décadas.

Muchos descubren ahora el problema porque no han leído la encíclica del Papa ya en su quinto aniversario, o por no haber seguido los cursos gratuitos que se están dando por Internet desde unos diez años o por nunca haber oído hablar del club de Roma o de los Estudios sobre el clima y la historia de las glaciaciones, del Holoceno y del Antropoceno.

El crédito del movimiento es de haber atraído la atención de los jóvenes. Nadie quiere robarles su futuro a los jóvenes, pero ciertamente depende de ellos hacerse adultos con una conciencia que al menos en parte faltó en el pasado y asumir responsabilidades que el mundo político y empresarial quizás no esté dispuesto a enfrentar. Una vez que han terminado las manifestaciones y las emociones, ¿Cuáles certezas quedan?

Pocas, que ya fueron debatidas en la ONU por los jefes de estado, y que hacen hincapié en los costos y las implicaciones de una respuesta al fenómeno. Massimo Famularo las resume en el artículo, Tres cosas importantes de las que Greta Thunberg no habla: toda estrategia contra el calentamiento global es un problema de coordinación; la mayoría de las actividades productoras de CO2 no pueden cambiarse a corto plazo sin altos costos; la asignación de los costos inmediatos debe ser parte de cualquier acuerdo de cooperación.

El enfrenta el tema con una imagen: todos estamos en el mismo tren y todos tenemos un control remoto en las manos por lo que todos podemos aumentar o disminuir la velocidad del tren. Los viajeros del pasado han acelerado o permitido que la velocidad del tren acelere, a tal nivel que se ha vuelto peligrosa. Si continúa así, tarde o temprano el tren se va a descarrilar, aunque no se sepa exactamente cuándo y a qué velocidad. ¿Qué se puede hacer?

Nadie ha querido ni quiere tal desastre: todos estamos en el mismo tren y todos somos responsables de su velocidad, algunos de manera marginal, otros de una manera mucho más consistente, algunos de manera consciente y muchos de manera inconsciente porque tan solo buscan los resultados que les interesan sin tomar en cuenta la velocidad del tren. Hoy en día, además, no hay un grupo de adultos, ya sean personas comunes o poderosas, que "puedan sentarse a una mesa y decidir de reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero bajo la atenta mirada de unos jóvenes".

Ni siquiera un dictador mundial, dice Famularo, podría "obligar a miles de millones de personas" a cambiar su comportamiento de una vez y de golpe. Los cambios necesarios requieren "conciliar necesidades diferentes y a menudo conflictivas" porque "ponen en riesgo la supervivencia individual inmediata frente a un beneficio colectivo futuro"; porque los países ricos podrían reducir la contaminación con "una elección responsable, que requiere costos y sacrificios" pero no "cuestiona sus necesidades básicas", mientras que los países en desarrollo, con altas tasas de fertilidad y un alto impacto ambiental negativo, "necesitan contaminar" para sobrevivir, o para mejorar la calidad de sus vidas y alcanzar el nivel de los países ya desarrollados.

Los jóvenes piden una respuesta inmediata porque el problema es urgente. Desafortunadamente, las acciones de efecto inmediato, como el uso del transporte público en lugar de automóviles, son individuales y marginales. El avión que Greta no abordó despegó también sin ella, y los vegetarianos no impidieron que floreciera el mercado de la carne. Las estrategias capaces de reducir constantemente las emisiones requieren tiempo y altos costos sociales y económicos, como en el caso de los sistemas de calefacción y refrigeración.

Si las soluciones rápidas y económicas son marginales, ¿qué hacer en el mediano plazo? Los gestos de Greta han ayudado a dar visibilidad al problema y el movimiento ha sacudido las conciencias de jóvenes y adultos: ¿a quienes les toca actuar ahora? El eslogan "vigilaremos" parece decir que depende de alguien que tiene todos los controles en sus manos y que no está en el tren. "El único camino efectivo, sugerido por lo pronto Famularo, consiste en la promoción de una cultura de sostenibilidad, que lleva a las personas a cambiar su comportamiento individual y a presionar a los gobiernos para que instauren regulaciones ambientales que guíen a la reducción de gases de efecto invernadero". Los jóvenes están llamados a compromisos globales que deben ser inmediatos, si es que consideran el problema urgente, y visibles si quieren cambiar el sistema: renunciar a las motos e ir en bicicletas, usar los teléfonos móviles solo por necesidad, desplazarse a pie y pasear por los parques en vez de pasar las noches en discotecas, reducir el consumo de los productos de moda, por hacer unos ejemplos. "Para obtener efectos, es necesario que la demanda de consumo con un impacto ambiental negativo se reduzca hasta el punto de inducir a los productores a modificar también la oferta", recuerda Famularo.

Ciertamente, esto es cierto también para los adultos, pero - en este sentido, el movimiento que se está dando tiene razón - los jóvenes son los más a riesgo porque ellos tendrán que vivir en el futuro y tendrán que enfrentar las consecuencias del presente.

¿Limitar el crecimiento de la población sería una estrategia efectiva para reducir el impacto ambiental? En términos matemáticos parece cierto: menos personas, menos consumo, menos contaminación. Sin embargo, se da el caso que en los países desarrollados el invierno demográfico ya ha estado en marcha durante algún tiempo sin hacer declinar el cambio climático y en los países pobres, donde los servicios sociales (educación, salud, asistencia social) son escasos o hasta ausentes, es la cantidad de hijos que los compensa. Famularo contesta que la única vía son los programas de intervención financiados por los países desarrollados a fin de ayudar a los países en desarrollo a reducir los gases de efecto invernadero sin comprometer el bienestar de las personas.

El cambio climático no es un fenómeno en sí mismo, sino una consecuencia de la contaminación que, a su vez, es causada por la explotación excesiva y desordenada de los recursos por lo que, recuerda el Papa Francisco, la emergencia climática y ecológica no se resuelve sin dar la cara a la emergencia social de la desigualdad, porque todo está interconectado. El árbol del cambio climático no puede ocultar el bosque y el futuro bienestar de los jóvenes como Greta no estará a salvo hasta que no se asegure el futuro bienestar de los niños de los países pobres. Se sabe, el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones; sin embargo, parafraseando a Vicente de Paoli, un santo que sabía hacer milagros, hay que decir: las emociones son esenciales para sacudir las conciencias, pero para resolver los problemas debe usarse la inteligencia.

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