Carta de Navidad 2012 por Juan Pablo Pezzi
Querido(a) amigo (a), “mientras la noche era en su cumbre, sobre el pueblo de los extraviados resplandeció una gran luz”: he aquí como se anuncia el nacimiento del Mesías.
La noche en su cumbre en los Estados Unidos este año se llama Huracán Sandy, matanza de niños en la escuela de Newtown con el irónico nombre de Sandy Hook (arpón), deuda pública de13.000 mil millones de dólares. Y son luces resplandecientes que hacen abrir los ojos: el cambio climático, el problema de los arma ligeras, la deuda interior y exterior son sombras de muerte que pesan no sólo sobre “los estados canallas” -como a los EE.UU. les gusta definir los países que disienten de su política-, sino que también llegan derechitas al corazón de las naciones ricas y que se pretenden seguras.
“Lo que no se acoge por amor se tendrá que aceptarlo a la fuerza”, nos recuerda la sabiduría antigua. Y la gente empieza a entender, por ejemplo, que la venta de armas sin controles eficaces no es un asunto de respeto a la 2° Enmienda constitucional –que asegura el derecho al ciudadano de tener armas en su casa- es un asunto de dinero: el mercado de los arma ligeras ha producido 70 mil millones de dólares en el 2010, el 40% en los Estados Unidos.
Demasiada gente, desatina como los monos de no recuerdo que país. Los cazadores hunden en el terreno, dónde a los monos les gusta juntarse, unas macetas de cuello largo y estrecho, dejando libre sólo la abertura a ras de la hierba; les ponen dentro arroz y bayas que les encanta a los monos; los monos curiosos llegan, examinan las macetas, enfilan adentro sus manos, agarran las glotonerías. El cuello de las macetas es apretado, la mano vacía resbala adentro fácilmente, pero una vez que la cierran llena, ya no se puede sacarla. Los monos tiran y tiran, pero ni siquiera les roza el pensamiento de abrir la mano y abandonar lo que aprietan en el puño.
Los cazadores llegan y los capturan. Y los fabricantes de armas, para evitar estas matanzas de pequeños en las escuelas que ya se repiten desde hace años con una obsesiva frecuencia, ¿qué proponen? Armar a los maestros, a los conserjes, a los ayudantes: así las matanzas futuras de inocentes serán más peleadas. ¡Cuántas vidas perdidas para no aflojar los puños que aprietan dinero y poder!
Elegantes y sonrientes, las revistas patinadas, las radios y las pantallas desdoblan sus trampas a los rincones de las calles. Crece así un pueblo de puños perennemente cerrados y de corazón apagado. Yo quiero ser feliz le dijo alguien a Buda. Éste contestó: Empieza a sacar el yo, es egoísmo; luego elimina el quiero que es codicia; y quedarás con el ser feliz.
Frecuentemente bajo “nacimientos” llenos de luces y regalos sólo se esconde nuestro yo, nuestro querer aparecer, el apretar en el puño lo que en todo caso un día tendremos que dejar. Y mientras tanto perdemos el sentido de las cosas más bonitas: el círculo de la felicidad que se construye con la solidaridad, como hacen los niños pigmeos, pobres y sencillos, con sus pies desnudos y reales.
El intercambio de deseos en la Navidad es una tradición que puede llegar a ser formal y vacía. Menos mal qué luego nos llegan los problemas -no seguramente el anunciado fin del mundo según los Mayas-: estos problemas despiertan por fin la necesidad de abrir los ojos, de ponerse a la espera de algo nuevo, de renovar nuestra esperanza.
En su nacimiento, de Jesús se dijo: Dios querrá a este niño como a todos. Luego Jesús salió a predicar y la gente reconoció que él amaba a Dios. Y fue así que Jesús llegó a reconocer plenamente su identidad con Dios y como Dios fue reconocido. Nosotros también necesitamos reconocer nuestra “identidad” en Dios y saberla asumir vitalmente.
Feliz Navidad, pues, y un fecundo camino en el Nuevo Año 2013.
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