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Sudán. Dar una oportunidad a la guerra

New York Times 05.05.2012 Gérard Prunier Traducido por: Original

Menos de un año después que el Sur Sudán ha declarado su independencia, parece que está otra vez rumbo a la guerra con Sudán, su vecino del norte. Al mismo tiempo, los norteños marginados se rebelan contra el gobierno de presidente de Sudán, Omar Hassan Al-Bashir.

 

La comunidad internacional pide un alto al fuego y negociaciones de paz, pero el retorno a los enfrentamientos no es necesariamente una cosa mala. Soldados que se matan el uno al otro en la guerra, sería mucho menos devastador que miles de mujeres y niños pasando hambre y muerte a la  espera de una paz negociada que nunca va a llegar.

No se puede confiar en el gobierno de Bashir. Son años que sistemáticamente traiciona los acuerdos: él firma docenas de tratados y luego los viola. Paradójicamente, una guerra civil global en Sudán puede ser el mejor camino para quitar definitivamente del poder al Señor Bashir y reducir también al mínimo las víctimas. Si se instala una guerra a baja intensidad, sería ir a un desastre humanitario.

El año pasado, el Sur Sudán se separó del resto del país en la que parecía una solución radical. Pero el conflicto ha seguido. Esto es porque durante demasiado tiempo se ha considerado, de manera equivocada, que las guerras de Sudán eran consecuencia de las tensiones entre el Norte musulmán y el Sur cristiano. Según esta lógica, la separación hubiese traído la paz.

Esta lógica, sin embargo, ha resultado errónea. Las guerras que se repiten en Sudán no derivan del conflicto religioso, sino de la explotación que el gobierno árabe ejerce sobre los varios grupos no árabes de la periferia del país, incluyendo a los cristianos del sur y a los grupos predominantemente musulmanes como los habitantes del Darfur en el oeste, a los Bejas en el este, a los Nubianos en el norte y a los Nubas del Kordofán. Estas regiones periféricas han sido explotadas por Khartoum desde el siglo XIX, pero hasta hace poco, el Sur era la única región consciente de esta explotación porque no era ni árabe ni musulmán.

El resto del país ha vivido durante más de 150 años con la ilusión de compartir valores fundamentales con el centro árabe. Fu sólo cuando los soldados negros musulmanes fueron enviados el sur para matar a sus compatriotas negros cristianos en nombre de la pureza Islámica que ellos comenzaron a comprender que el Islam no les había dado ninguna ventaja en términos de educación, de salud, de estado económico sobre “los infieles” que se les ordenaba de matar.

El acuerdo comprensivo de paz de 2005, patrocinado por los Estados Unidos, se suponía que iba a sanar el conflicto endémico de Sudán, pero se usó la medicina incorrecta. El acuerdo fue firmado por sólo dos lados: el Norte musulmán y el Sur cristiano. Este acuerdo dejó totalmente afuera un tercio de los sudaneses - los musulmanes africanos - sin dejarle ningún referente político sobre que apoyarse. Y son los de este tercio olvidado que ahora luchan contra el gobierno de Jartum porque, después de haber servido durante años como criados de casa y soldados de infantería, se han dado cuenta que siempre serán ciudadanos de segunda clase, a pesar de su fe islámica.

El mundo árabe ha sido sacudido por una serie de revoluciones, mientras que Sudán se ha quedado extrañamente al margen. Los islamistas siguen gobernando Sudán después de 23 años de fracasos. Prometieron terminar la guerra civil y en cambio en militarizado el país, matado a más de dos millones de personas, arruinado la economía no petrolera, vaciado las libertades civiles, amordazado la prensa y el mundo estudiantil. Después que han perdido la guerra (y los recursos petroleros del sur), se han dado cuenta de no tener ningún plan B. Su único recurso fue entonces vilipendiar a rebeldes africanos musulmanes como traidores, denunciar a los cristianos del sur como los instigadores de la rebelión musulmana y prometer más represión.

Todas las veces que los líderes extranjeros exigen mayor respeto por los derechos humanos o negociaciones de paz, Jartum responde de estar de acuerdo, porque sabe que esto hace feliz a la comunidad internacional. Y nosotros somos de los que olvidan demasiado rápidamente. Hace un año, las  fuerzas de Sudan de norte invadieron la ciudad en disputa de Abyei, justo en vísperas de la independencia de Sur Sudán; en seguida aceptaron de retirarse, pero nunca lo han hecho.

 

El estatus quo no funciona, independientemente de lo que Estados Unidos y los funcionarios de Naciones Unidas puedan pensar. Bashir recientemente llamó a los líderes negros del Sur Sudán “insectos” y se comprometió a que Sudán “elimine por completo a estos insectos”. Para los que recuerdan a Ruanda y los insultos racistas lanzados por las milicias janjaweed del Señor Bashir durante los ataques brutales en Darfur, estas vulgares palabras deberían sonar como la alarma del despertador. En realidad, sin no hay una base moral común de entendimiento, “las negociaciones” son simplemente un modo cortés de consentir al mal, especialmente cuando hay interlocutores que son patológicamente incapaces de respetar su propia palabra. Y en el caso de un asesino como Bashir, no hay ninguna base moral común.

Sudán ha alcanzado ahora el punto de no retorno. Muchos árabes a través de todo el Sudán del norte están hartos de la histeria patriotera que ha venido desplegando la exhausta tiranía que les domina y están silenciosamente a la espera de una posibilidad para unirse a la rebelión comenzada por los musulmanes no árabes.

Los rebeldes que combaten el gobierno de Bashir están llevando adelante una verdadera batalla por la libertad y su la alianza de facto con los cristianos del sur podría poner finalmente termino al interminable conflicto del Sudán. La guerra es un asunto trágico, pero la valiente gente de Sudán que la ha escogido como último recurso, merece todo el espacio para encontrar su propio camino hacia una “Primavera Sudanesa”, incluso si esta resultara violenta.

Gérard Prunier, es el antiguo director del Centro francés para Estudios etíopes, en Addis Abeba, y autor de Darfur: Un genocidio en siglo XXI.http://www.nytimes.com/2012/05/05/opinion/in-sudan-give-war-a-chance.html?_r=1

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