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De ser república bananera a ser un infierno invivible

Newark 15.12.2018 Jpic-jp.org, Newark Traducido por: Jpic-jp.org, Newark

Honduras fue la primera "república bananera", un término acuñado por el escritor estadounidense William Sydney Porter para describir un país a merced de compañías de frutas sin escrúpulos. Hoy en día, el 80 por ciento de la cocaína que llega a los Estados Unidos proviene de Honduras, con su entono de violencia en su comercio y en el quehacer de las bandas que así prosperan.

Aquellos que por primera vez se encuentran pasando por el área popular de Tegucigalpa, la capital de Honduras, pueden tener la impresión de estar en uno de los tantos suburbios de América Latina, si no fuera por un detalle: soldados con equipos de guerra patrullan las calles. El hecho es que Honduras se ha convertido en el país más peligroso fuera de las zonas de guerra declarada. La tasa de homicidios fue de 90,4 por 100.000 habitantes en 2012 y desde entonces sigue aumentando. Grandes áreas de la capital están en manos de bandas violentas y criminales. La policía mal equipada, ineficiente y, a menudo, cómplice del crimen permanece inerte a la vista de los 20 asesinados diarios, cinco veces más que a Chicago, la ciudad más violenta de América del Norte (Ver Why the murder rate in Honduras is twice as high as anywhere else).

Incrustada entre Nicaragua al sur y Guatemala al norte, Honduras fue la primera "república bananera", un término acuñado por el escritor estadounidense William Sydney Porter para describir un país a merced de compañías de frutas sin escrúpulos. Hoy en día, el 80 por ciento de la cocaína que llega al suelo estadounidense proviene de Honduras, con su entorno de violencia en su comercio y en el quehacer de las bandas que así prosperan. Las operaciones antidrogas de Estados Unidos contra los cárteles de Colombia al sur y de México al norte han llevado a las bandas de narcotraficantes a Honduras, un país a medio camino entre los campos de coca de la cuenca del Amazonas y los consumidores de las ciudades de América del Norte. Pequeños aviones cruzan los aires en las áreas casi inhabitadas de las zonas fronterizas de estos países, utilizan pistas ocultas en la selva, vuelan de noche, son abandonados y destruidos luego de algunos viajes para evitar que sean identificados. Los poderosos, los traficantes, los políticos se hacen ricos y la gente normal se sumerge en la miseria, víctima a menudo también de robos y de las bandas armadas presentes en todas partes. Secuestros y saqueos, asaltos y asesinatos, "impuesto de guerra" - un término local para los chantajes de protección -, e impuestos forzados a las pequeñas empresas, escuelas e individuos privados, siguen en la impunidad. La vida cotidiana se vuelve imposible y aún más deprimente por los informes diarios de asesinatos y trastornos ilustrados por prensa y televisión con macabras fotografías de cadáveres sangrientos. Esta violencia brutal se vuelve angustiosa en los barrios pobres de cara a los millones de dólares ostentados con descaro en los lujosos enclaves custodiados por agentes de seguridad privados y por puestos de control en las calles de la ciudad, incluso con la interdicción a los peatones.

En el trasfondo, las últimas elecciones presidenciales que se llevaron a cabo en un clima de dudas y incertidumbre por el descontento social masivo, los arrestos multitudinarios y arbitrarios, las irregularidades en el proceso electoral y en el conteo. Los derechos humanos fundamentales del pueblo hondureño - el derecho a la libertad de reunión, de expresión y, sobre todo, el derecho a la vida -, fueron suprimidos de manera cruel. La elección del actual presidente Juan Orlando Hernández (ver ¿Qué está pasando en Honduras?) Ha sido calificada como "ilegal" por análisis académicos cuyos resultados han sido aceptados por la Organización de Estados Americanos (OEA) y por el Congreso de los Estados Unidos. Una vez instalado, el gobierno de Juan Orlando Hernández, sin embargo, se negó a ser desafiado y se le prohibió a la Corte Interamericana de Derechos Humanos visitar el País.

Todo esto habla de una corrupción rampante y de la debilidad de las instituciones estatales. La Fundación Internacional Carnegie para la Paz afirma que la corrupción es el sistema operativo diario en Honduras. Incluso antes de que la caravana causara sensación, muchos eran los hondureños que emigraban por docenas, declarándose cansados ​​de vivir en un país donde solo el 20% de los delitos denunciados son investigados por las autoridades y nunca son luego procesados.

En esta situación, solo se presentan tres escenarios posibles de cara al futuro inmediato: continuar sometiéndose a un gobierno incompetente y corrupto, abandonar el país para buscar una vida digna en otro lugar, promover una insurrección general de consecuencias insospechadas. La caravana es un fuerte signo de que el pueblo de Honduras se niega ya a aceptar un gobierno incompetente y corrupto y, en la actualidad, incluso sin legitimidad (Ver Caravana migrante avanza hacia una puerta cerrada esperando un milagro para abrirla). Si el gobierno norteamericano y mexicano cierran por completo las fronteras, como parece intencionados a hacerlo, los hondureños no tendrán que la tercera opción, cuya consecuencias son inimaginables no solo para el País sino también para toda la región.

Un rayo de esperanza emana de la declaración del recientemente instalado Presidente de México Obrador, que abrió la puerta a un diálogo con el Presidente de los Estados Unidos, Trump, para que los dos países contribuyan concreta y financieramente a la pacificación y el desarrollo de los habitantes de Centro América que hasta ahora han venido saqueando. "Es mi sueño y deseo que se convierta en realidad, que nadie tenga y quiera nunca más ir a trabajar a los Estados Unidos". ¿Un sueño o un compromiso serio? Será necesario esperar hasta el amanecer para saberlo.

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