El nuevo informe de la UNCTAD destaca que 3.400 millones de personas viven en países que gastan más en intereses de deuda que en salud o educación. Se disparan los rendimientos de los bonos africanos a diez años.
En días en los que la diplomacia solo habla de armas, guerra y defensa, el silencio que rodea al tema de la financiación al desarrollo se vuelve cada vez más ensordecedor, a pesar de que en estos días comienza en Sevilla una Conferencia de la ONU sobre el tema, con la anunciada ausencia de los Estados Unidos de Trump. Casi ignorada también por todos los medios, la agencia de la ONU para el comercio y el desarrollo (UNCTAD) difundió en Nueva York su informe anual con nuevos y preocupantes datos sobre la deuda global, en particular sobre la situación de los países en desarrollo, cuyas economías son aplastadas por los intereses sobre los pasivos debidos a acreedores privados, públicos y multilaterales.
En un solo año, el informe “Un mundo de deudas” certifica que el total de intereses netos sobre la deuda de los países vulnerables creció un 10%, alcanzando los 921.000 millones de dólares, viéndose estos países obligados a endeudarse a tasas cada vez más altas en el mercado global de crédito. En general, la deuda global ha alcanzado los 104 billones de dólares (un aumento desde los 97 billones de 2023), de los cuales un tercio, 31 billones, corresponde a la deuda de los países en desarrollo. El ritmo al que en los últimos diez años ha crecido la deuda en los países frágiles es, además, el doble que el de las economías avanzadas.
Mientras caen los flujos de ayuda internacional —especialmente los fondos de USAID de Estados Unidos, pero también los de varios países europeos—, los países frágiles tienen dificultades para aumentar sus ingresos fiscales, tanto por el carácter informal de gran parte de sus economías como por la falta de transparencia e infraestructuras adecuadas. Actualmente, subraya la UNCTAD, 3.400 millones de personas en el mundo (un aumento desde los 3.300 millones de hace un año) viven en Estados obligados a gastar más en intereses de deuda que en salud o educación. Se trata de 61 países, frente a los 54 de hace un año. El resultado es que el acceso a servicios básicos sigue siendo un espejismo para gran parte de la población mundial, aumentando el descontento de las comunidades locales y provocando enfrentamientos violentos, como los ocurridos recientemente en Kenia.
Los países en desarrollo también han registrado una salida neta de recursos por segundo año consecutivo, devolviendo a los acreedores extranjeros 25.000 millones de dólares más por el servicio de la deuda de lo que recibieron en nuevas financiaciones, con un consecuente traspaso neto negativo de recursos. Además, el mercado de crédito no da respiro a los Estados frágiles. Percibidos como más “arriesgados” y sin gran poder de negociación, los países en desarrollo han visto dispararse los rendimientos de sus bonos. Un bono africano a diez años rinde en promedio el 9,8%, destaca la UNCTAD, un bono latinoamericano el 7,1% y un bono de Asia-Oceanía el 5,5%, frente al 2,8% de promedio de un bono estadounidense a diez años en el periodo 2020-2025. Esto significa que los Estados frágiles deben garantizar rendimientos más altos a los acreedores solo para obtener dinero fresco y seguir adelante.
Las reestructuraciones de deuda, en caso de impago por parte de los países pobres, se han caracterizado en los últimos años por ser lentas y difíciles, también porque el mercado de crédito está cada vez más en manos de actores privados, mientras que ya se han registrado 14 impagos en 9 países diferentes desde 2020. En los últimos días, la Comisión Jubilar Vaticana, nombrada por el papa Francisco, ha lanzado un llamamiento para reformar la arquitectura financiera global, de manera que esté al servicio de las personas y del planeta, y no castigue a los más pobres en nombre del beneficio. Para lograr este objetivo, la Comisión sugiere, entre otras cosas, promover financiamientos de desarrollo sostenibles, que favorezcan la consecución de objetivos económico-sociales a largo plazo con tasas preferenciales, y mejorar las actuales políticas de reestructuración de deuda, haciéndolas más rápidas, prácticas y basadas en el crecimiento y no en la mera austeridad.
Nel silenzio il debito stritola i Paesi fragili: interessi a +10% in un anno
Foto. Los restos de una tienda incendiada en Nairobi, en días recientes, durante las protestas antigubernamentales – Ansa
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