Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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El Salvador, entre luces y sombras

San Salvador 24.05.2019 Jpic-jp.org Traducido por: Jpic-jp.org

Llegar por primera vez a El Salvador es como ver por primera vez con un cuadro del Caravaggio: las fuertes luces dejan la mirada confundida antes de perderse en las sombras. La simpatía de la gente, sus sonrisas confiadas, los abrazos de niños desconocidos, el habla suelta y respetuosa, le dan a uno un bienvenido que le hace sentir en su casa. De repente, el pasado trágico y sufrido de El Salvador vuelve con sus oscuras sombras.

El sol y el cielo azul, el verde y las flores, las frutas y verduras en venta a lo largo de las calles llenan la mirada de una cálida impresión de harmonía con todos y con la naturaleza que abre el corazón a la alegría. Cuando salimos por una visita-peregrinaje a la tumba de Mons. Oscar Romero, santo y mártir de la justicia, encontramos las calles del centro de San Salvador, la capital, cerradas: este 1° de junio hay la toma de posesión del nuevo presidente, Nayib Bukele. El taxista baja, dialoga con los policías, los conos que cierran el camino son desplazados, el carro parqueado y la calle se queda abierta para nosotros lleguemos tranquilamente a la catedral como peatones.

Cuando salimos de la ciudad para ir a Agilares y visitar La Joya de Cerén, uno de los centenares de centros arqueológicos con los que cuenta el País en medio de los numerosos volcanes, nos acoge una naturaleza exuberante, el verde intenso de campos y colinas, los colores de árboles frutales y de las flores, los cañaverales y el profundo azul del cielo donde se dibujan nubes blancas y cumbres de montañas. Todo invita a la contemplación. Si El Salvador es un país dichoso y de paz, ¿por qué de este País de unos 21.000 km2 con algo como 7 millones de habitantes, han emigrado más de 4 millones?

Las calles, hasta en el centro de la ciudad, están “bordada” de basura: el bien común ha dejado de ser el signo de dignidad y unidad de la gente. “Estamos en la Carretera de Oro”, me contesta el amigo chofer cuando comento lo ordenada y bien construida que està la autopista que recorrimos, por largos tratos bordadas de hermosas acacias, palmeras, aguacateras en su serpentear por las colinas. “¿Sabe usted porque se llama así? ¡Porque se comió no uno sino tres presupuestos antes de hacerse realidad!” ¡La corrupción en este país! No hay periódico o noticiero que no hable de esto; la corrupción se vincula con empresa de lavado de dinero, como en el caso de Alba Petróleos que ha creado una red de corrupción regional. Esta corrupción està al origen también de la crisis del agua, potable y no. Por casi tres décadas, varias comunidades salvadoreñas han manejado colectiva y eficientemente el agua que consumen, pero los monocultivos, la deforestación y el cambio climático ponen en riesgo su abastecimiento. Según cifras oficiales, 95,5 % de los hogares del área urbana cuentan con acceso a agua por tubería, 76,5 % en el área rural. La industria azucarera que está integrada por ingenios controlados por pocas influyentes familias, está bajo la crítica debido a la contaminación que implica, por el uso indiscriminado de agroquímicos, por el excesivo consumo de agua y por sus prácticas nocivas como la “quema” de los cañales durante la zafra. Aunque el 70% de las familias estén conectadas al servicio de agua suministrado por el Estado, el agua simplemente no llega a sus grifos. Los esfuerzos de la gente por cuidar del agua contrastan con las autoridades políticas que quieren establecer la Autoridad Nacional del Agua (ANA) en la que participarían los sectores industrial y agropecuario. “Si los incluimos, a ellos que solo ven el lucro, es como poner al lobo a que cuide a los ovejas”, se comenta en el país (Ver Monocultivos acosan a proyectos comunitarios de agua en El Salvador).

Cuando llegamos a “las tres cruces”, la tumba del padre Rutilio Grande, asesinado por el ejército el 12 de marzo de 1977, el pasado trágico y sufrido de El Salvador vuelve con sus oscuras sombras. “Principal impulsor de la justicia social y de la conversión de Mons. Romero”, recita una placa en la plaza de su pueblo, El Paisnal. Es como delante de un cuadro del Caravaggio. Cuando se empiezan a distinguir los detalles envueltos por los haces de intensa luz, son las sombras invaden la mirada. He guardado los periódicos de toda la semana y terminando el seminario he volteado sus páginas, una por una. La política interna sigue enfocada en los horrores de la guerra civil, o más bien de la represión miliar de los años 80: “Asamblea lista para aprobar polémica ley de reconciliación” que “La UCA rechaza” por despreciar a “las víctimas y sus familias”. La UCA (Universidad Centroamericana), dirigida por los jesuitas, es donde en el 1987 fueron acribillados seis sacerdotes docentes de la misma universidad, junto con la hija y la esposa del guardián. El pasado que parecía olvidado, invade el presente. “¿Se logrará la paz enjuiciando a culpables de crímenes de hace 30 años?” La pregunta enfática es puesta por un ex coordinador del movimiento Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), que con la violencia desplazó a la dictadura militar. “No lo creo”, se contesta. Mejor la ley que propone imponer servicio de utilidad pública en lugar de la cárcel. Pero la “Mesa contra impunidad rechaza eximir de cárcel por crímenes de guerra".

Las noticias de actualidad hacen revivir las crónicas violentas de hace 30 años: un alfabetizador es asesinado junto con su hermano. “Los jóvenes fueron sacados de su vivienda la madrugada del martes 21 de mayo 2019 por hombres vestidos de policías”. El joven recorría veredas polvorientas para llevar su labor con entusiasmo y cariño en los diversos centros.

Dos días después de mi llegada, en la madrugada del sábado 18 de mayo era asesinado el sacerdote Cecilio Pérez Cruz, de la diócesis de Sonsonate. “No pagó la renta MS-13”, una de las pandillas, dice un papel dejado en la escena del delito. La policía ya descarta esta versión como tentativo de desviar la atención de las instituciones y de la opinión pública. La verdadera causa sería su compromiso con los pobres, sus repetidas denuncias contra las injusticias, la última contra una tala de árboles. Su muerte trae a la memoria la del padre Walter Osmir, un asesinato de hace un poco más de un año nunca esclarecido.

La corrupción hace buena compañía a la violencia. El periódico del 23 de mayo cuenta en letras capitales, “198 son los homicidios que han sido perpetrados en lo que va del mes de mayo”, con un promedio de 9 diarios, todos atribuidos a las maras, nombre local dado a las pandillas. “Supuesto pandillero y su esposa mueren acribillados”; “Matan a joven a 100 metros de Cuartel de policía”; “Cuatro agricultores asesinados en Colón y Coatepeque”; “María Olimpia Escobar puñaladas por un pandillero mientras hace jogging”. ¿Cuál es el origen de esta vorágine de violencia que día a día cobra victimas en el país y fuera de sus fronteras? Los periódicos de derecha la atribuyen al “vacío de autoridad que se generó durante y después de la guerra de los años 80 con la disolución de la Guardia Nacional en 1993 por presión y deseo de venganza” del FMLN, así como “las leyes en extremo garantistas que vinieron después”. Es la Nota del Dia, en el periódico El Diario Hoy (21 de mayo 2019). Se menciona a George Orwell: “Un pueblo que elige corruptos, impostores, ladrones y traidores, no es víctima, es cómplice”. 

Las maras, en realidad, deben sus comienzos a un grupo criminal de emigrados salvadoreños a Estados Unidos. Imitando la violencia callejera allá conocida, operaban de una manera tan salvaje que el gobierno USA prefirió devolverlos a su país que guardarlos en sus cárceles. Sin embargo, “Las maras, que hasta entonces eran grupos marginales de vagos y holgazanes, cobraron fuerza copiando estructuras como las de la ex guerrilla”. Guerra civil y represión militar han terminado: ahora es la mara que aterroriza habitantes y responsables civiles y políticos. Su caldo de cultivo es el abandono en que se encuentran la niñez y juventud. La deserción escolar empieza ya en la primaria y aumenta a partir de los 10 años de edad. La violencia familiar -según un estudio el 70% de agresores de la niñez son amigos o parientes- y la violencia sexual -13 de cada 100 niños y niñas han sufrido esta violencia con el 9% de niñas embarazadas – marca negativamente a la juventud.

A esto se añade la ilusión que crea la emigración que es la mayor fuente de ingresos. Los emigrados envían remesas que “sumaron 1.776,1 millones de dólares hasta abril”, es decir en los primeros 4 meses del 2019. Un crecimiento de 661,1 millones respeto al año anterior, y esta es una tendencia. “El año pasado las remesas familiares cerraron con un total de 5.468,7 millones de dólares, un 8,4% mas que en 2017”. El 94,9% llega de Estados Unidos, luego siguen Canadá, Italia, España y Panamá.

Estos ingresos no son  la solución. Su espera produce vagabundaje e inercia que perjudican a la juventud ni favorece al esfuerzo comunitario para solucionar los problemas. El mismo periódico habla de una adolescente Ariana Funes Díaz. Su madre, que emigró a los Estados Unidos cuando Ariana tenía dos años, a los 11, “se la llevó a los EEUU por el peligro de las pandillas”, buscando para ella un país seguro y con mayores oportunidades. Ariana fue asesinada en Riverdale – Maryland – en estos días al cumplir sus 14 años. Autores del crimen tres jóvenes salvadoreños de la Mara Salvatrucha. 

Cuando visitamos el Museo de los Mártires en la UCA, el joven estudiante que nos hacía de guía explicó los detalles de una pintura algo sombría: representa las contrapuestas ideas y actitudes del clero, de los militares, de la sociedad al tiempo del martirio de San Oscar Romero, asesinado por una bala disparada de la puerta de la capilla del Hospitalito donde hacía su ministerio sacerdotal antes de ser nombrado obispo, y donde vivió hasta su último dia, el 24 de marzo de 1980. En la pintura el cuerpo de Romero es frio e inánime no fuera que por un detalle: la mano izquierda se levanta, destacada del cuerpo con el dedo índice en un gesto acusador. “Parece que el pintor quiso que Romero recordara a la Iglesia de nunca deje de denunciar las injusticias del Estado”. A lo mejor algo rebuscado, pero sin duda profético por la Iglesia de El Salvador, cuando un nuevo régimen toma la releva y cuando la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) por fin decide de enfrentar el verdadero reto, “crear un programa de bienestar social, redoblar la lucha contra la corrupción y mejorar la seguridad pública” en el País. Con el 1° de junio, con el mandato del nuevo presidente, ¿iniciarán las luces a esclarecer las sombras?

Foto: Reconstrucción hipotética de la Joya de Cerén

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