El jubileo del papa Francisco, peregrino de la esperanza. A lo largo de su pontificado, el papa Francisco ha dedicado una atención constante y profunda a África, un continente a menudo marginado en el debate global, pero situado en el centro de su magisterio pastoral. A través de sus viajes apostólicos, gestos simbólicos y palabras contundentes, el Pontífice ha querido devolver la dignidad a pueblos heridos por conflictos, injusticias y pobreza, pero ricos en fe, cultura y humanidad.
El primer gran abrazo a África tiene lugar en noviembre de 2015, cuando Francisco visita tres países emblemáticos: Kenia, Uganda y la República Centroafricana. Esta última, en particular, es escenario de un gesto que quedará en la historia del pontificado: la apertura de la Puerta Santa del Jubileo de la Misericordia en la catedral de Bangui, antes de la apertura oficial en Roma. Un gesto cargado de significado, realizado en un país marcado por la violencia interreligiosa, para afirmar que incluso en las periferias más sufridas, la misericordia puede florecer como respuesta al odio.
En marzo de 2019, el papa viaja a Marruecos, por invitación del rey Mohamed VI. En un contexto de mayoría musulmana, Francisco subraya la importancia del diálogo interreligioso y de la libertad religiosa. El encuentro entre las dos figuras religiosas —el jefe de la Iglesia católica y el “Comendador de los creyentes”— representa un momento de gran valor simbólico. El Pontífice reafirma que la fe “nunca puede imponerse por la fuerza” y lanza un fuerte llamamiento en defensa de los migrantes, a menudo en tránsito precisamente por el norte de África: “No se trata solo de cifras, sino de rostros, historias, sueños y esperanzas”.
En 2017, el papa Francisco visita también Egipto, una tierra con profundas raíces cristianas y en el centro de delicados equilibrios geopolíticos. En El Cairo participa en una conferencia internacional sobre la paz promovida por Al-Azhar, la más alta institución del islam sunita. En ese contexto, el papa denuncia con firmeza toda forma de fundamentalismo, recordando que “la violencia es la negación de toda religión auténtica”. También aquí, su presencia se convierte en un signo de cercanía y apertura: un puente entre religiones en nombre de la dignidad humana.
Ocho años después del primer viaje, en febrero de 2023, Francisco regresa al África subsahariana para visitar la República Democrática del Congo y Sudán del Sur. En el Congo, denuncia enérgicamente la explotación de los recursos naturales por parte de potencias extranjeras y locales, afirmando: “África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear”. Es una advertencia dirigida no solo a los líderes políticos y a las multinacionales, sino también a la conciencia colectiva de la comunidad internacional.
En Sudán del Sur, país martirizado por una prolongada guerra civil, el papa realiza un gesto histórico y sin precedentes: viaja junto al arzobispo de Canterbury, Justin Welby, y al moderador de la Iglesia presbiteriana de Escocia, Iain Greenshields. Es un testimonio de ecumenismo concreto, un llamamiento a la reconciliación y a la unidad dirigido a una nación profundamente dividida. “Estamos aquí como peregrinos de paz”, afirma en uno de los momentos más conmovedores del viaje.
Pero ya en 2019, durante un retiro espiritual en el Vaticano para los líderes de Sudán del Sur, Francisco había realizado uno de los gestos más impactantes de su pontificado: se arrodilló ante el presidente Salva Kiir y sus opositores Riek Machar y Rebecca Nyandeng de Mabior, besándoles los pies. Un gesto desarmante, cargado de humildad y súplica, con el que el papa imploraba la paz: “Se los pido de corazón, permanezcan en la paz. Se los pido de rodillas”. Una imagen poderosa, que dio la vuelta al mundo y expresa de manera concreta la esencia del vínculo entre Francisco y África: una relación hecha de escucha, respeto y profundo amor.
Una voz para las periferias del mundo
La relación especial del papa Francisco con África se inscribe en su visión de una Iglesia “en salida”, atenta a las periferias geográficas y existenciales. África no es solo una etapa geográfica, sino un lugar simbólico donde se cruzan las grandes contradicciones de nuestro tiempo: riqueza y pobreza, fe y violencia, esperanza y desesperación.
En numerosas ocasiones, también en sus intervenciones públicas en Roma y en documentos oficiales —como en la encíclica Fratelli tutti—, el papa ha llamado la atención sobre las injusticias sufridas por las poblaciones africanas, a menudo reducidas a meros objetos de intereses económicos y geopolíticos. Al mismo tiempo, siempre ha subrayado la contribución única de África a la Iglesia universal: una fe viva, una juventud numerosa y una cultura comunitaria que representa un valor para todo el mundo.
En el pensamiento de Francisco, África es un continente “esperanza de la humanidad”, a pesar de sus heridas. En diversas homilías y discursos, el Pontífice ha insistido en la urgencia de “liberar a África de las lógicas coloniales y neocoloniales”, no solo económicas sino también culturales. Su llamamiento es a cambiar de perspectiva: no mirar a África con compasión, sino con respeto y apertura.
En 2022, hablando a los miembros de las Obras Misionales Pontificias, Francisco dijo: “África es un continente joven, lleno de energía y de sueños. Pero también es un continente herido, demasiado a menudo olvidado. Sin embargo, Dios nunca olvida a sus hijos. La Iglesia debe aprender de ellos una fe que sabe danzar incluso en la prueba”.
El papa también ha subrayado cómo África es un laboratorio espiritual para el futuro del cristianismo. En un mundo donde la secularización avanza, el dinamismo de las comunidades africanas representa un patrimonio vital para toda la Iglesia. “Allí —ha afirmado en más de una ocasión— la fe no es una teoría, sino una fuerza que acompaña la vida cotidiana”.
El Papa de los últimos
Primer papa no europeo en casi 1.300 años, Francisco ha sido a menudo definido como “el Papa de los últimos”. Su decisión de colocar a África en el centro de su pontificado es una prueba concreta de ello. No se trata solo de viajes simbólicos, sino de un compromiso coherente por revertir las jerarquías de visibilidad, para dar voz a quienes no la tienen.
Sus palabras, pronunciadas con firmeza y ternura, han cruzado desiertos, barrios marginales, hospitales y campos de refugiados, resonando como un llamamiento a la conciencia global. "
África no es simplemente un lugar que necesita ser ayudado 'desde arriba'. Más bien, es una tierra viva, capaz de enseñar al mundo el valor de la solidaridad y de una fe auténticamente vivida.
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