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Esperar hoy. Una responsabilidad política compartida

http://www.labarcaeilmare.it 16.06.2025 Savino Pezzotta Traducido por: Jpic-jp.org

En tiempos como estos, esperar no es un lujo. Es una elección consciente. No podemos saber si el mundo cambiará, ni cómo. Pero podemos actuar como si lo imposible fuera posible: vivir como si el futuro dependiera de nosotros, incluso cuando todo nos diga lo contrario. El lema del papa Francisco para el Jubileo, “Peregrinos de la Esperanza”, no es un eslogan religioso, sino un manifiesto político.

 

El Jubileo de 2025 tiene como título y lema: “Peregrinos de la Esperanza”. Esto me planteó muchas preguntas; sobre todo me pregunté si, en el tiempo presente, en un mundo atravesado por crisis ambientales, guerras, desigualdades crecientes y desconfianza en las instituciones, esperar no es un gesto ingenuo, o incluso inútil. Y, sin embargo, estamos invitados a ser peregrinos de la esperanza, es decir, a esperar contra toda esperanza: no para ilusionarnos, sino para permanecer fieles a un horizonte de justicia aún invisible, que llama a cada uno a una responsabilidad radical.
En tiempos como estos, esperar no es un lujo. Es una elección consciente. No podemos saber si el mundo cambiará, ni cómo. Pero podemos actuar como si lo imposible fuera posible: vivir como si el futuro dependiera de nosotros, incluso cuando todo nos diga lo contrario.
Esperar lo imposible no es una ilusión, sino el primer acto de una justicia que todavía no existe.
Y precisamente porque aún no existe, la necesitamos más que nunca.

Esperar lo imposible, de verdad, para superar la desesperanza y la desconfianza
Vivimos tiempos extraños. Cada día el mundo nos sirve su menú de angustias: guerras, crisis climática, inteligencias artificiales fuera de control, soledades globalizadas. Y ahora, además de todo lo que ya hay, tenemos que enfrentarnos también a la crisis entre Israel e Irán. Si alguien se atreve a decir “ojalá vaya bien”, de inmediato llega la respuesta: “¿pero qué esperas?”
Y, sin embargo, se nos invita a ser peregrinos de la esperanza. Parece un eslogan, pero en realidad es un desafío: creer en lo imposible, justamente cuando todo grita que se acabó.

Lo imposible como única posibilidad
Ya no podemos engañarnos. Ya no podemos hablar de “corrección política”, de pensamiento positivo o de frases motivacionales para tazas de café. La verdadera esperanza es la que no tiene certezas, la que nace en la oscuridad. Es como creer en la lluvia en medio del desierto, o en la paz en el corazón de la guerra.
Pero atención: lo imposible no es sólo aquello que algunos consideran “irrealizable”. Es lo que rompe el automatismo del mundo tal como es. Es el gesto imprevisto, la palabra que lo cambia todo, el futuro que ni siquiera habíamos osado imaginar.

Una política atenta a las personas
Debemos hablar y practicar un pensamiento y una acción política y social capaces de ir más allá de los bandos, sin algún “nosotros contra ellos”. Sólo una atención radical a las condiciones de vida de las personas, sean quienes sean.
Se trata de vivir en una condición permanente de espera de que las reglas del juego puedan cambiar. No porque necesitemos héroes, sino porque necesitamos justicia. Y esta justicia puede llegar de nuestro compromiso cotidiano, de una manera que ni siquiera imaginamos.

La esperanza no es ingenuidad, es coraje
Esperar hoy parece un gesto de ingenuidad, cuando en realidad es exactamente lo contrario: es un acto subversivo, un no a la resignación. No sé si salvaremos el clima, la democracia, la humanidad. Pero debemos vivir como si lo que parece imposible fuera posible.
Al fin y al cabo, ¿no es eso lo que hacen tantos jóvenes que salen a la calle por el clima, la paz, el trabajo? ¿Los que acogen a los migrantes cuando el mar y los gobiernos los rechazan y los deportan? ¿Los que luchan por los derechos cuando parecen un lujo del pasado? Son los insensatos del presente, los portadores sanos que hacen posible lo imposible.

Esperar es un verbo en presente
En un tiempo en el que todo es cínico, donde la palabra “esperanza” suena desafinada como una canción de los años 80 fuera de contexto, quizá deberíamos aprender a usarla de nuevo. No para ilusionarnos, sino para seguir siendo humanos, para no abandonar el futuro, para no perder la brújula moral.
“Ser peregrinos de la esperanza” no significa soñar con los ojos cerrados, sino vivir con los ojos bien abiertos, incluso cuando la noche parece interminable.
Y esperar no es una debilidad. Es una elección. Una responsabilidad. Un acto político.

Ver, Sperare oggi. Una responsabilità condivisa

 

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