Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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Seis claves sobre la ONU ante su 75 aniversario (Tercera Parte)

The Conversation 25.06.2020 Pedro Rodríguez Traducido por: Jpiac-jp.org

Al segundo secretario general de Naciones Unidas (ONU), al sueco Dag Hammarskjöld, se le atribuye una de las mejores definiciones de la organización iniciada hace ahora 75 años en San Francisco: “Fue creada no para llevar a la humanidad hasta el cielo sino para salvarla del infierno”. (Ver aquí en la Primera Parte 1-. Importancia subestimada y 2-. Tres principios fundacionales. Ver la Segunda parte, 3-. Necesidad de reforma y 4-. Déficit democrático).

5-. El escenario del mundo y el trabajo más difícil

En términos geopolíticos, el mejor show del mundo es el arranque de los debates de la Asamblea General de Naciones Unidas (UNGA). Una cita que no suele defraudar a la hora de proporcionar grandes momentos para la historia. Desde el zapatazo de Kruschev hasta el discurso de 4 horas y 29 minutos de Fidel Castro, pasando por el dilema de Arafat (rama de olivo o fusil) o el azufre diabólico del presidente Hugo Chávez. Sin olvidar la delirante intervención de Gadafi en septiembre  2009, ante la Asamblea General de la ONU cuando se presentó como ‘Líder de la revolución de la Jamahiriya Árabe Libia Popular y Socialista, Presidente de la Unión Africana y Rey de los Reyes de África’. Durante su discurso, muy duro, maltrató un ejemplar de la Carta de Naciones Unidas.

La UNGA es la institución que representa a los 193 países miembros de Naciones Unidas, todos ellos con el mismo peso. Entre sus prerrogativas figura aprobar el presupuesto de la organización y adoptar tratados globales. Puede hacer recomendaciones, pero sus resoluciones no son de obligado cumplimiento a diferencia de lo acordado por el Consejo de Seguridad. La cita ministerial en el mes de septiembre se conoce como debate general. Días en los que Nueva York se convierte en una pesadilla de seguridad y un monumental atasco.

Por la pandemia y las limitaciones de la llamada “nueva normalidad”, la cita del 75 aniversario en Manhattan –que podía haber contado con la participación de más de 150 líderes mundiales y un sin fin de eventos paralelos– no se celebrará en su formato habitual. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha reconocido la imposibilidad logística de organizar una multitudinaria cumbre de este tipo en una ciudad tan castigada por el coronavirus como Nueva York. Según Guterres, se estaban “estudiando las diferentes alternativas que ofrece la tecnología digital para poder celebrar esta Asamblea General”.

El presidente Franklin Delano Roosevelt definió la figura del secretario general de Naciones Unidas como lo más parecido a un “moderador mundial”. La propia Carta de San Francisco describe el puesto como su “más alto funcionario administrativo”. Y el noruego Trygve Lie, el primero en desempeñar esas responsabilidades a partir de 1946, no dudó en hablar del trabajo más difícil del mundo. Una idea de dificultad compartida por todos y cada uno de sus ocho sucesores.

Al hilo de un mundo cada vez más complejo, todos los secretarios generales de la ONU han desempeñado sus responsabilidades dentro de un abanico institucional que abarca desde el gris burocrático hasta un más o menos brillante activismo.

Este visible cargo es también el más codiciado entre todas las vacantes generadas por la plétora de organizaciones intergubernamentales que operan en el mundo. Tradicionalmente, la selección ha sido tan opaca como reñida, a pesar de existir una tácita y respetada pauta de rotación regional. Este proceso no ha favorecido tampoco la llegada de una mujer a este cargo a pesar de las expectativas de diversidad de género generadas en 2016 para suceder al surcoreano Ban Ki-moon.

El secretario general supervisa el secretariado de Naciones Unidas, que con una plantilla de 9 000 funcionarios procedentes de 170 países se encarga de materializar las operaciones de la ONU. Cada secretario general dispone de cierto margen de maniobra para organizar su administración.

La contratación de medio centenar de altos cargos del sistema de Naciones Unidas es una de sus prerrogativas. Aunque con la obligación de lograr amplias representaciones regionales, lo cual obliga a una constante negociación con el Consejo de Seguridad y la Asamblea General. Entre las responsabilidades del secretario general también figura la supervisión de las complejas misiones de paz de Naciones Unidas.

El secretario general tiene un reconocido papel de mediación entre las partes implicadas en conflictos. Con la obligación de emplear sus “buenos oficios”, debe utilizar su prestigio, independencia e imparcialidad para prevenir, reconducir y limitar el uso de la fuerza.

Desde 1997, el sueldo de los secretarios generales de Naciones Unidas está fijado en 227 253 dólares anuales. Retribución completada con un presupuesto adicional para gastos personales, una residencia oficial en el East Side de Nueva York y un permanente servicio de seguridad.

6-. Parálisis viral

A la disrupción global acumulada de los últimos años, hay que sumar una crisis sanitaria con toda clase de inquietantes repercusiones económicas, sociales y políticas. Y Naciones Unidas, como parte de ese grupo de alto riesgo formado por el multilateralismo y la cooperación internacional, tampoco ha podido esquivar el profundo impacto de la pandemia y del conflicto multiplicado entre Estados Unidos y China.

En lugar de unidad y cooperación, la pandemia está fomentando todavía más la competencia entre Washington y Beijing. La República Popular de China intenta convertir la crisis en una oportunidad, mientras que el coronavirus se ensaña con las debilidades y contradicciones de Estados Unidos.

Y de todos los frentes abiertos (geopolítico, comercial, tecnológico, sanitario) uno de los campos de batalla más vergonzoso sería el Consejo de Seguridad de la ONU, presidido durante el pasado mes de marzo por China.

Tuvieron que sumarse casi 90.000 muertos en todo el mundo y contagios en más de 180 países de los 193 miembros de la ONU, para que el Consejo de Seguridad finalmente tuviera a bien reunirse virtualmente en mayo para deliberar sobre el COVID-19. Esta parálisis viral refleja hasta qué punto la ONU corre el peligro de caer en la irrelevancia, sobre todo si no es capaz de fomentar precisamente la cooperación internacional requerida para afrontar la actual crisis que ningún país podrá superar en solitario.

Ante el 75 cumpleaños de la ONU, el balance sigue ofreciendo sobrados elementos positivos como para justificar el repetido cliché de que si no existiera debería inventarse.

Como dijo Barack Obama en tiempos mucho más favorables al multilateralismo, Naciones Unidas, con toda su imperiosa necesidad de mejoras, no deja de ser al mismo tiempo “defectuosa e indispensable”.

Quizá solamente haría falta aprender del pasado porque los retos sobre la mesa que requieren de cooperación internacional, tal y como ocurría en junio de 1945, sobran.

Vea el texto completo, Six Key Points about the UN before its 75th Anniversary