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Amazonia, sí pero ¿es realmente solo culpa de Bolsonaro?

Mondo e Missione 24.08.2019 Giorgio Bernardelli Traducido por: Jpic-jp.org

Emergencia de incendios, opinión pública, respuestas de la comunidad internacional, sí. Señalar con el dedo al presidente de Brasil, pero es demasiado fácil. ¿Será la France de Macron consistente con lo que ha predicado a Biarritz cuando tendrá que decidir sobre las concesiones mineras en la Guyana Francesa? Porque en juego no hay la oposición a un solo líder sino un modelo de desarrollo injusto e insostenible.

"El Amazonas nunca ha estado tan amenazado como hoy". El Papa Francisco lo dijo en enero de 2018 en Puerto Maldonado, Perú. Y es por eso que llamó al Sínodo para el Amazonas, que se abrirá el domingo 6 de octubre en el Vaticano. Ahora, de repente, cómplices las imágenes de los incendios que se han vuelto virales en las redes sociales, la opinión pública internacional y (en sus pasos) la política también, se dan cuenta de ello. ¡Por fin!

Mirando la literatura con la que se relata esta emergencia, sin embargo, surgen algunas dudas. Porque la verdadera pregunta es: ¿estamos realmente dispuestos a entender lo que le sucede al gran pulmón verde?

El primer paso para cuidar el Amazonas es ir más allá de las simplificaciones. Es demasiado fácil señalar con el dedo hoy a Jair Bolsonaro, el presidente de Brasil que, desde que asumió el cargo en enero, no ha perdido la oportunidad de declarar públicamente su intención de eliminar las limitaciones a la explotación económica de la gran selva amazónica. Que no se trata solo de palabras es confirmado no solo por los incendios sino también por muchos otros indicadores: datos sobre la deforestación, quejas sobre el aumento de las incursiones de garimpeiros en las reservas indígenas, intentos en los últimos meses de la Bancada Ruralista - el lobby de los grandes empresarios agrícolas en el parlamento brasileño -, para interrumpir las protecciones proporcionadas por la constitución de 1988 a las comunidades indígenas también a nivel legislativo. Y la misma reacción de Bolsonaro ante la emergencia del incendio – acusaciones de conspiración y contra las organizaciones que luchan por la defensa del bosque -, antes de anunciar una improbable "tolerancia cero" que se llevaría a cabo mediante el despliegue del ejército, genera profundas preocupaciones.

Pero identificar las amenazas a la Amazonía únicamente con la presidencia de Bolsonaro puede funcionar en las publicaciones de las redes sociales, pero no para abordar en sus raíces el problema de salvaguardar esta región.

El ataque contra la selva y las poblaciones que allí viven no comenzó con Bolsonaro. Lo dice con franqueza en una entrevista, por ejemplo, el P. Sisto Magro, misionero del PIME, desde años al frente de las batallas por la defensa de la tierra contra los agros negocios en el Amapà. "Desde el 2003 al 2016, cuando Lula asumió el cargo hasta que cayó Dilma Rousseff, en Amapá se construyeron dos mega centrales hidroeléctricas, llegaron los agros negocios de soja y el Eike Batista con sus actividades mineras. Y al gobierno siempre estuvo el Partido de los Trabajadores. Bolsonaro ganó las elecciones precisamente por la decepción de la gente. Es por eso que ahora estamos tocando el fondo".

El punto es, entonces, ir más allá de un objetivo fácil para mirar el escenario general. A la dinámica que alimenta no solo los incendios de la estación seca sino la agresión diaria a la selva. Hasta ahora, por ejemplo, se ha dicho muy poco sobre el hecho de que el gran incendio del Amazonas en agosto no se desarrolló en Brasil sino la Bolivia por Evo Morales. Esa misma Bolivia que, como recordó el otro día en una entrevista Monseñor Eugenio Coter, obispo del vicariato apostólico de Pando y referente para Bolivia de la red eclesial pan-amazónica, acaba de firmar un mega-contrato con China para las provisiones carne bovina que requiere al país de duplicar sus granjas. ¿Puede ser una simple coincidencia cuando el fuego es la forma más rápida de abrir el camino a nuevos pastos? ¿No tiene nada que ver todo esto con las lógicas globales?

Bolsonaro no es el Nerón del siglo XXI. Es el resultado de lo que el mundo le estuvo pidiendo a Brasil antes de sermonearlo hipócritamente. Escribir un hashtag es fácil; pero menos comenzar por preguntarse, por ejemplo, ¿de dónde llega el hierro con el que incluso en Italia se produce el acero?, ayudaría mucho más al Amazonas. Además de saber que, por ejemplo, en los bosques de la cuenca del río Congo en África o en los alrededores del Mekong en Asia, están sucediendo las mismas cosas, incluso con otros actores y con muchos menos reflectores encendidos.

El presidente francés Emmanuel Macron ha hecho un llamado a Brasil a sus responsabilidades y ha llevado el tema del Amazonas al G7 de Biarritz. Está muy bien. Sin embargo, sería interesante que, como resultado, hubiese aprovechado la oportunidad para anunciar aquel cambio de dirección que el mundo ambiental y los pueblos indígenas le piden sobre la gestión de los recursos mineros en la Guyana Francesa, que es parte de la Amazonía.

Podría, por ejemplo, anunciar el bloqueo del megaproyecto Montagne d'Or, una enorme mina de oro al aire libre que nunca se soñaría de construir en Francia y no se ve por qué debería ser factible en el corazón de la Amazonía. Lo mismo vale también para el primer ministro canadiense, Justin Trudeau: ¿podría explicar qué responsabilidades tiene la intención de asumir con respecto a las compañías mineras canadienses que se encuentran entre los gigantes de la industria minera en el Amazonas como en muchos otros rincones del mundo de hoy? ¿Qué respuestas está dispuesto a dar a los pueblos indígenas que protestan contra esas mega-plantas que alteran irreparablemente el equilibrio del bosque tanto como el fuego de los incendios? Algunos de los incendios en el Amazonas, además, no allanan el camino solo para la soja sino también para las hojas de coca de las plantaciones de los grandes grupos criminales. Por ende, ¿qué tipo de acciones está preparada la comunidad internacional para frenar la demanda y realmente combatir este flagelo de manera coordinada? Estos son solo algunos ejemplos de una lista que obviamente podría ser mucho más larga.

"Todo está conectado", es la frase clave del Instrumentum Laboris del Sínodo que se abrirá dentro de poco en el Vaticano. La perspectiva de una ecología integral sugerida por el Papa Francisco es la única manera realista de dar respuestas a la profunda crisis de la Amazonía. La idea de una defensa del medio ambiente inseparable de la justicia hacia las poblaciones locales que no son intrusos sino los guardianes del bosque. Porque unos caminos hacia el desarrollo sostenible existen también en la Amazonía, pero solo son factibles al precio de una profunda conversión de estilos de vida que debe darse incluso a miles de kilómetros de Manaus. El primer paso es un verdadero interés por el futuro del gran pulmón del mundo, y no las fáciles emociones que se propagan a través de las redes sociales.

No es Bolsonaro quien necesita construir una alternativa, sino el modelo de desarrollo basado en la injusticia hacia los hermanos y la creación que hoy en día no es solo él quien lo encarna. El Sínodo de octubre llega providencialmente para recordárnoslo. Como creyentes, ¿sabremos aprovechar la oportunidad para realmente abrir los ojos?

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