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Cómo el mundo árabe perdió el Sudán del Sur

Al Jazeera 14.07.2011 Lamis Andoni Traducido por: Clemente Sara

Los gobiernos, pan-arabistas o islamistas, no han logrado aceptar la diversidad y el pluralismo.[El punto de vista de este artículo es propio del autor y no refleja necesariamente la política editorial de Al Jazeera's ni de este blog]. Traducido del inglés por Sara Clemente

Los gobiernos, pan-arabistas o islamistas, no han logrado aceptar la diversidad y el pluralismo, en su propio detrimento. La división de Sudán en dos Estados es un precedente peligroso. El mundo árabe tiene que sacar las lecciones correctas si quiere evitar la disolución de otros estados árabes en enclaves étnicos y sectarios. 
El nacimiento de Sudán del Sur es ante todo una prueba de cómo han fracasado el orden oficial árabe, el pan-arabismo y, especialmente, los proyectos políticos islámicos incapaces de proporcionar, en el mundo árabe, los derechos cívicos y la igualdad a las minorías étnicas y religiosas. 

El júbilo que se propagó por todo el pueblo de Sudán del Sur a su independencia del Norte, predominantemente árabe y musulmán, pone de manifiesto de cuan lejos venían los sentimientos de represión y de alienación de gente que en su mayoría había nacido después que el mundo árabe fuera independiente. 

Por supuesto, el gobierno británico plantó semillas de divisiones étnicas y religiosas en Sudán como en otras partes del mundo árabe. Las interferencias de Occidente y de Israel han jugado ciertamente un papel crucial en fomentar las tendencias secesionistas en la gente del sur de Sudán, y se ponen como los que más beneficiarán de la división del país. El ex ministro israelí de seguridad interior, Avi Dichter, dijo una vez: "Hemos tenido que debilitar a Sudán y cortarle el camino hacia la construcción de un Estado fuerte y unido. Era algo necesario para afianzar y fortalecer la seguridad nacional de Israel. Hemos dado inicio e intensificamos la crisis de Darfur para evitar que Sudán desarrollara todas sus potencialidades". El mundo árabe, sin embargo, no puede justificar esta secesión simplemente como el producto de una conspiración occidental-israelí. 
Fracasos árabes 
En ultima análisis, ha sido el régimen represivo de Jartum, junto con la incompetencia y la corrupción del sistema árabe establecido, que ha llevado a los brazos de Occidente, e incluso de Israel, a la población  legítimamente descontenta del sur de Sudán, en busca de la independencia de un mundo árabe en decadencia. 
Los intelectuales del mundo árabe no pueden consolarse a sí mismos, señalando - a pesar de que en esto tienen razón - a la hipocresía y al doble rasero de los occidentales que apoyan, aceptan y reconocen el nuevo estado de Sudán del Sur, mientras siguen de hecho bloqueando la constitución de un estado palestino independiente. 
Los árabes deben considerar sus graves errores y sus faltas éticas constatando el hecho de que los sudaneses del Sur han sido un pueblo oprimido y que sus reivindicaciones han sido contra el dominio árabe y no contra la dominación occidental. 
Por cierto, la gente de Sudán del Sur puede encontrarse atrapada por codiciosos gobiernos occidentales, interesados en sus ricos recursos naturales; pero eso no cambia la realidad: la gente del nuevo Estado celebraron el fin de lo que percibían como una opresión por parte de la elite árabe y musulmana. 
Mirando a lo que esta secesión significa por el mundo árabe, resulta irrelevante en este momento saber si los líderes del nuevo Estado serán menos represivos y menos corruptos que el gobierno de Jartum; y hay indicios de que puede ser una decepción a su gente en ambas cosas. 
Los levantamientos árabes ya han puesto de manifiesto la total corrupción política y financiera de los líderes árabes y la ausencia de libertad y de justicia. El orden árabe no sólo ha fallado a las minorías y a sus componentes no-árabes, sino también a las poblaciones árabes. 
Sin embargo, siquiera el Mundo emergente después de la Primavera Árabe tiene todavía que demostrar que puede crear sociedades donde se acepta la diversidad, se promueve la inclusión, se acaba con el sectarismo y la discriminación étnica y racial. 
El orden político árabe, contra el cual la gente ahora se rebela, ha fomentado las divisiones religiosas, en parte como un requisito previo, y necesario, para una siempre renovada supervivencia de tiranos y líderes autoritarios árabes. 
Poderes quebradizos 
La falta de voluntad de los líderes árabes de Jartum en aceptar la riqueza de una cultura diversa que conectara el mundo árabe con África, pone de relieve la urgencia no sólo de replantear los sistemas políticos árabes, como la Primavera Árabe ha hecho, sino también reconsiderar el fracaso de las ideologías políticas y de los partidos políticos, incapaces de plantear adecuadamente los derechos de los grupos étnicos y religiosos. 
El movimiento nacionalista pan árabe ha demostrado ser menos capaz de lidiar con las minorías étnicas y las distintas nacionalidades que con minorías religiosas. El Panarabismo como ideología no desechaba los grupos sectarios, y nunca fue una escuela de pensamiento exclusivamente musulmana. Aun teniendo raíces y siendo influenciado por una cultura prevalentemente musulmana, era laico en su orientación y no hacia diferencias entre las religiones existentes en el mundo árabe. De hecho, algunos de sus más prominentes fundadores y pensadores eran cristianos árabes, originarios sobre todo de Siria, Líbano, Irak, Palestina y Egipto. 
Sin embargo, mientras en sus inicios el panarabismo fue un movimiento anticolonial, algunas de sus ramas - en especial los partidos Ba’aths árabes que gobernaron Siria e Irak – han dado prueba y han practicado políticas y orientaciones chovinistas destructivas en contra de los otros grupos étnicos y de las otras nacionalidades. El caso de los kurdos en Siria e Irak testimonia, a diferentes niveles, las políticas de exclusivismo, supremacía y racismo practicadas por ambos partidos políticos ba’atistas. 
La influencia del nacionalismo pan-árabe en la cultura política, por lo tanto, no ha sido siempre positiva. Por el contrario, ha creado actitudes racistas y chauvinistas que han impedido condenar y criticar seriamente la forma en que el gobierno sudanés del Norte ha tratado a la gente del Sur. 
La intervención extranjera en el Sur, por el contrario, ha movilizado los sentimientos nacionalistas del mundo árabe en contra de lo que la gente ha considerado como una conspiración para dividir Sudán. En consecuencia, hasta la oposición política del mundo árabe ha permanecido inquietantemente silenciosa sobre las atrocidades y la discriminación practicada por el gobierno sudanés contra su propio pueblo. 
Sistemas islamistas 
El régimen subsiguiente a la independencia de Sudán, sin embargo, nunca entró a hacer parte del proyecto pan-árabe, porque ya estaba globalmente influenciado y hasta manipulado por el fuerte movimiento islamista local. 
Sudán ha sido un completo fracaso para el movimiento islámico del mundo árabe, ya que ha sido el único régimen en que un movimiento islámico se haya históricamente aliado con el régimen y lo haya dirigido. Es cierto que el movimiento islámico del mundo árabe no es monolítico y difiere de país a país; hay muchos movimientos islámicos, y no un sólo movimiento. Sin embargo, el fracaso de Sudán constituye un desafió para los pensadores y líderes islámicos a fin que analicen la malograda experiencia de un movimiento islámico que ha llegado al poder y, de hecho, ha tomado parte en la conducción de un país. 
También es cierto que el de Sudán no es el modelo de gobierno islámico que muchos islamistas quieren instaurar, y muchos podrían sostener que contradecía a esa tolerancia en la que se supone debería basarse un sistema islámico. Sin embargo, se da el caso que en Sudan un movimiento islámico tuvo la oportunidad de crear un modelo islámico de inclusión y  de paz, y ha tristemente fracasado. 
La imposición del código y de la Sharia islámica, y sobre todo la forma en que se usaron, hicieron sin duda enemigos a los componentes no-musulmanes de la sociedad sudanesa y hasta fueron criticados por los sectores más liberales de todo Sudán. Se convirtió, entonces, en uno de los tantos casos en que los jefes usaron de la religión islámica para mantener el control sobre el país y su gente. 
El modelo islámico que Sudán estableció, además, excluía a toda otra tendencia y ideología política. En 1971, el difunto presidente sudanés Gaafar Nimeiry, el primero en imponer un código islámico, llevó a cabo una sangrienta represión: detuvo y ejecutó a los miembros del partido comunista, entonces influyente. 
El incidente, hay que señalarlo, no fue el único ni circunscrito a un régimen que pretendía estar  implementando el código islámico. El partido Ba’athista de Irak llevó a cabo una campaña similar a finales de los anos 70’ contra los comunistas iraquíes, e incluso contra los ba’atistas que estaban en desacuerdo con los líderes del partido. 
Y, por fin, -y sin tomar en cuenta una supuesta identidad política de los gobernantes, ya que se han auto-declarado pan-arabista o islamista-, son la falta de libertades políticas, la violación de los derechos humanos, y la concentración del poder y de la riqueza en manos de una reducida élite las principales causas del fracaso del orden político árabe y de las revueltas que todavía de siguen dando contra él. En Sudán, en particular, estos males  condujeron finalmente a la secesión. 

En los últimos 55 años de su independencia, el sistema político de Sudán, al igual que los sistemas de otros países árabes, se ha establecido a partir de tres golpes de estado conducidos por militares. Era natural que sistema así no pudiera manejar a las diversidades del país. Esto ofreció oportunidades de oro a la injerencia extranjera y la tendencia separatista. 
Es por lo tanto perfectamente legítimo que el pueblo del nuevo estado de Sudán del Sur celebre su independencia; es pero también importante que, mientras los levantamientos árabes siguen exigiendo libertad y justicia, nos demos cuenta de cómo no se puede establecer régimen árabe mejor si no se aceptan la diversidad y el pluralismo, dejando a un lado los estrechos nacionalismos y las ideologías religiosas que sólo sirven de herramientas al poder de los dictadores. 

Lamis Andoni es un- analista y comentarista en asuntos de Oriente Medio y Palestina 

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