Ante una crisis climática sin precedentes y un contexto global marcado por conflictos y crecientes desigualdades, las congregaciones religiosas se movilizan por la justicia climática. Con la campaña internacional « Religious Life for Climate Justice, Turning Hope into Action », y de cara a la COP30 de Belém, quieren dar voz al grito de la tierra y al grito de los pobres, exigiendo a los gobiernos compromisos concretos para un futuro más justo y sostenible.
El año 2024, el más caluroso jamás registrado a nivel mundial, marcó una etapa crucial en la crisis climática. Fue el primer año calendario en que la temperatura media global superó en más de 1,5 °C los niveles preindustriales, un umbral que el Acuerdo de París de 2015 se proponía no rebasar. Enero de 2025 agravó aún más la tendencia, convirtiéndose en el mes más caluroso jamás observado. Los impactos golpean cada vez con mayor dureza a las poblaciones de ingresos bajos y medios, tanto en los países en desarrollo como en los industrializados. El grito de la tierra y el grito de los pobres resuenan con más fuerza.
Mientras tanto, las negociaciones en Ginebra para un tratado contra la contaminación plástica concluyeron en fracaso. Iniciado en 2022 bajo el auspicio de las Naciones Unidas, el proceso ya había sufrido un primer bloqueo a finales de 2024 en Busan, Corea del Sur. Durante diez días, más de 180 delegaciones reunidas a orillas del lago Lemán no lograron superar las profundas divisiones, decretando así un segundo fracaso consecutivo hacia un acuerdo internacional sobre el plástico.
La COP30, que se celebrará del 10 al 21 de noviembre de 2025 en Belém, en el estado brasileño de Pará, deberá representar un punto de inflexión en la acción climática mundial. La presidencia de la conferencia ha hecho un llamado a la comunidad internacional para unirse en un esfuerzo común y decidido para afrontar con firmeza la crisis climática y evitar las consecuencias dramáticas anunciadas por los científicos.
Para los católicos, el Jubileo de 2025 es una invitación a ser «peregrinos de la esperanza», portadores de reparación y de paz en un mundo herido, enfrentando las raíces de la injusticia: condonar deudas injustas e impagables, alimentar a los hambrientos, promover la justicia climática. En espíritu jubilar, religiosos y religiosas de todo el mundo han decidido movilizarse por la justicia climática, pidiendo a los gobiernos compromisos reales para proteger la Tierra y a las comunidades más vulnerables: de la fe a la acción concreta. Es así que la Unión Internacional de Superiores y Superioras Generales ha lanzado una campaña mundial, pidiendo a todas las comunidades religiosas que firmen una petición por la justicia ecológica y social de cara a la COP30 en Brasil. El texto dirigido a los gobiernos afirma:
«Estoy profundamente preocupado por la actual crisis climática. Sus efectos más graves ya son visibles en todo el mundo: destruyen comunidades, amenazan las zonas costeras por el aumento del nivel del mar y ponen en riesgo los medios de vida con el colapso de los ecosistemas.
«Creo que no se está haciendo lo suficiente para afrontar esta crisis urgente. Es necesario promover acciones concretas con miras a la COP30. Debemos aprender de los errores del pasado: los retrasos en la eliminación de los combustibles fósiles, los acuerdos improvisados de última hora, los compromisos financieros nunca cumplidos. Nuestro gobierno debe reconocer la emergencia climática y actuar con la urgencia necesaria.
«Pido, por tanto, que en la revisión de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) y en las posiciones de negociación con vistas a la COP30, se tengan en cuenta algunas demandas fundamentales:
Quienes firman esta petición se comprometen a presentarla a su gobierno, recordando también su adhesión a la Declaración de la campaña « Religious Life for Climate Justice, Turning Hope into Action » (www.ecojesuit.com/cop30).
El proceso de las COP sigue siendo imprescindible para avanzar en la lucha contra el cambio climático. El papa Francisco ha afirmado: «Se trata de establecer reglas globales y eficaces que permitan garantizar esta salvaguardia universal» (Laudate Deum, n. 42). Y el papa León XIV reiteró: «Nuestra misión de cuidar de la creación, de promover la paz y la reconciliación, es la misión de Jesús, que el Señor nos confía. Escuchemos el grito de la tierra y el grito de los pobres, porque este grito ha llegado al corazón de Dios. Nuestra indignación es su indignación, nuestra obra es su obra» (Homilía, 9 de julio de 2025). Es una invitación a trabajar juntos para construir un mundo en el que todos puedan tener vida, y vida en abundancia (Jn 10,10).
Hoy el mundo se encuentra inmerso en una «poli crisis»: una constelación de crisis simultáneas que se influyen mutuamente. Por un lado, el papa Francisco habla de una Tercera Guerra Mundial «a pedazos»; por otro, la crisis climática produce efectos devastadores. Parece que ya no hay ninguna línea roja capaz de contener los conflictos, mientras que la carrera armamentista genera nuevas deudas y desvía recursos de los servicios sociales, la adaptación y la mitigación climática. El enfoque multilateral y diplomático parece estar en declive, y prevalece la lógica del «derecho de la fuerza» sobre la «fuerza del derecho». Los derechos humanos y los derechos de los pueblos son pisoteados, las desigualdades crecen a causa de estructuras económicas injustas, empujando a millones de personas por debajo del umbral de pobreza y llevando al planeta más allá de sus límites de regeneración.
Con la campaña Religious Life for Climate Justice, Turning Hope into Action (www.ecojesuit.com/cop30), las congregaciones religiosas aspiran a recoger 30.000 firmas, en una acción de incidencia que lleve a la COP30 a decisiones eficaces y concretas contra el cambio climático, en defensa del bienestar del planeta — nuestra casa común — y de los pueblos que lo habitan.
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