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La paz en la región de los Grandes Lagos no vendrá solo con apretones de manos

Washington D.C., USA 28.06.2025 Dr. Theogene Rudasingwa Traducido por: Jpic-jp.org

Carta abierta al presidente de los Estados Unidos, Donald J. Trump, sobre el acuerdo de paz entre la RDC y Ruanda mediado por los Estados Unidos y Catar. El Dr. Theogene Rudasingwa es un tutsi, ex jefe de gabinete del presidente de Ruanda, Paul Kagame, ex embajador de Ruanda en los Estados Unidos, exiliado tras haber sido condenado por Kagame por abandonar el gobierno ruandés, defensor de la paz y testigo de la tragedia de la región, y recientemente fundador de la Eastern Africa Meta-University (EAMU).

Señor Presidente Trump:

Le escribo para felicitar a su administración y al Estado de Catar por haber mediado lo que usted ha calificado acertadamente como “uno de los acuerdos de paz más trascendentales del mundo actual”: el firmado en Washington entre la República Democrática del Congo (RDC) y la República de Ruanda. Su implicación personal, instinto estratégico y disposición para actuar donde otros han fracasado merecen reconocimiento. Para una región marcada por décadas de derramamiento de sangre y traición, incluso un destello de paz representa un soplo de esperanza.

Como alguien que ha sido testigo de muertes y destrucción inimaginables, que ha vivido gran parte de su vida en el exilio y que ha estudiado durante décadas la política de Ruanda y de los Grandes Lagos —incluyendo haber servido como alto funcionario en la Ruanda posterior al genocidio—, me siento obligado a hablar con franqueza: el acuerdo de paz, en su forma actual, es vulnerable a ser explotado por actores malintencionados. A menos que se refuerce con garantías sustanciales, corre el riesgo de convertirse en otra página más en el largo libro de promesas rotas que han caracterizado esta región desde los años noventa.

La advertencia más evidente proviene del propio pasado de Ruanda. En 1993, el general Paul Kagame firmó los Acuerdos de Paz de Arusha. Pocos meses después, aquel frágil acuerdo se rompió cuando el presidente Juvenal Habyarimana —cofirmante del pacto— murió en un atentado aéreo (provocado por el mismo Kagame, nd), lo que desató el terrible genocidio de 1994. Desde entonces, Ruanda ha prometido repetidamente retirar sus fuerzas del territorio congoleño, solo para reaparecer una y otra vez bajo distintos nombres: el RCD en 1998, el CNDP en 2004, el M23 en 2012 y nuevamente ahora.

Hoy, bajo el mando del general Kagame, Ruanda se ha transformado en un Estado de seguridad militar, con un historial de operaciones encubiertas, guerras por medio de terceros y ambiciones desestabilizadoras en la región. Es un maestro de las tácticas secretas, acostumbrado a decir una cosa a la comunidad internacional y hacer otra en el terreno. Cualquier acuerdo de paz con una parte así debe basarse no en la confianza, sino en acciones verificables y mecanismos de disuasión aplicables.

Igualmente, preocupante es la debilidad estructural del Estado congoleño. El presidente Tshisekedi gobierna una nación vasta en extensión, pero fracturada en su gobernanza. El ejército congoleño (FARDC) está sub financiado, infiltrado por redes informales y afectado por disfunciones en la cadena de mando. Grupos armados circulan libremente por las provincias orientales, y hasta las reformas mejor intencionadas tardan años en implementarse. Ante tal asimetría, el general Kagame conserva una ventaja estratégica que le permite dictar el ritmo y el terreno de los enfrentamientos.

Señor Presidente, usted ha construido su carrera sobre la idea central de que todo acuerdo debe estar respaldado por poder de negociación. The Art of the Deal nos enseña que “el poder de negociación es tener algo que el otro quiere. O, mejor aún, que necesita”. Ruanda, y de hecho toda la región, desea legitimidad estadounidense, inversión catarí y acceso a minerales críticos.

Pero si estos beneficios se entregan sin un cumplimiento recíproco, la paz seguirá siendo inalcanzable. Como siempre, el diablo está en los detalles.

Actualmente, el acuerdo de paz presenta lagunas que el general Kagame probablemente explotará:

• No hay sanciones automáticas por incumplimiento.

• El mecanismo de monitoreo carece de independencia y fuerza.

• Los rebeldes del M23 no son firmantes directos, lo que permite a Ruanda mantener una negación creíble.

• No hay una secuencia que vincule los incentivos económicos a criterios verificables de seguridad.

• El Estado congoleño carece de capacidad para responder o exigir responsabilidades a Kigali.

El general Kagame sabe cómo aprovechar estas lagunas. Ofrecerá gestos simbólicos —tal vez retire uno o dos batallones ante las cámaras— mientras mantiene asesores vestidos de civil y canales paralelos de abastecimiento de armas. Culpará a la lentitud de Kinshasa, a la inestabilidad regional o a la amenaza de los rebeldes del FDLR para justificar una “re-intervención temporal”. Pronto, el ciclo se repetirá.

Si se desea que esta paz sea real, le insto a que haga lo que otros han dudado en hacer: convertir las promesas en presión, y la presión en cumplimiento. Basándome en experiencias de diplomacia coercitiva exitosa y negociación con principios, propongo respetuosamente cinco medidas que pueden garantizar la supervivencia de este acuerdo:

  • Codificar sanciones con fuerza vinculante. Añadir un anexo al acuerdo con sanciones automáticas —prohibiciones de visado, congelación de activos, suspensión de inversiones en minerales— que se activen ante violaciones comprobadas por observadores independientes, como la permanencia de tropas o rearme rebelde.
  • Integrar al M23 en el marco del acuerdo. Asegurar que la diplomacia indirecta de Doha culmine en un protocolo de alto el fuego firmado directamente por los comandantes del M23, con la participación de la Unión Africana y la ONU, y ligado al desarme progresivo y la reintegración política de comunidades marginadas.
  • Desplegar una misión independiente de verificación. Crear un equipo conjunto UA-CAE con apoyo satelital estadounidense y financiación catarí, autorizado a inspeccionar zonas fronterizas, minas y posiciones rebeldes conocidas. Sus informes semanales públicos garantizarían la transparencia.
  • Vincular la inversión minera al cumplimiento en seguridad. No se debe cerrar ningún contrato de minerales críticos hasta que se verifique plenamente la retirada de las tropas ruandesas y se restablezca el control civil congoleño sobre las zonas mineras. Mantener el “premio” en depósito hasta que la paz sea tangible.
  • Empoderar a África para vigilar su propia región. Involucrar a la UA, la SADC y la Comunidad de África Oriental para que emitan comunicados previamente redactados, advirtiendo de suspensiones o aislamiento ante retrocesos. Esto dará al acuerdo una dimensión africana y un costo en reputación que Kagame no podrá ignorar.

Señor Presidente, lo que ha logrado es valiente e inteligente. Esta región ha conocido demasiadas ceremonias y muy pocas consecuencias. Con aplicación rigurosa, verificación efectiva e incentivos calibrados, usted tiene la oportunidad no solo de firmar un acuerdo, sino de marcar un hito histórico.

La paz en la región de los Grandes Lagos no llegará solo con apretones de manos. Se la debe conquistar con presión sostenida, disuasión visible y una verdad rigurosa. Como usted dijo en la firma, esta es una guerra que debió terminar hace tiempo. Que esto no sea el inicio de otra promesa incumplida, sino el primer día de algo duradero.

Los pueblos de la RDC —y también el del propio Ruanda— lo están observando, heridos pero esperanzados. Que esta vez, las palabras escritas se conviertan en vidas salvadas, hogares reconstruidos y un futuro redimido.

Con respeto y determinación,

[Artículo original en LinkedIn: https://www.linkedin.com/pulse/open-letter-us-president-donald-j-trump-drcrwanda-peace-rudasingwa-5kyve/?trackingId=PZrcwOwayOZtvNN0nLhKlw%3D%3D]

Contacto: ngombwa@gmail.com

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