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Barack Obama e Hillary Clinton contribuyeron a la crisis de esclavitud en Libia

Black Agenda Report 06.12.2017 Solomon Comissiong Traducido por: Jpic-jp.org

"El gobierno de Obama bombardeó Libia hasta dejarla destruida y utilizaron a grupos rebeldes racistas y terroristas para llevar a cabo sus fechorías sobre el terreno". Al acercarse las elecciones presidenciales en Estados Unidos, no hay que olvidar esta historia.

Es comprensible que resulte emocionalmente doloroso ver cómo tantos hermanos y hermanas africanos son brutalmente golpeados y vendidos como esclavos en la Libia actual. Este es otro momento importante para que la solidaridad, el panafricanismo, el internacionalismo y el humanitarismo en general sean invocados para detener esta brutalidad y salvar innumerables vidas. También, sin embargo, es importante saber que esta tragedia podría haberse evitado.

Muchas de las personas que claman por el fin de la esclavitud en Libia son las mismas que apoyaron al letal tándem Obama/Clinton que orquestó la destrucción de la que una vez fue la nación africana con el más alto nivel de vida: ¡Libia! Muchas de estas personas apoyaron incondicionalmente a Barack Obama y Hillary Clinton a pesar de sus nefastas acciones. Muchos incluso los excusaron por el bombardeo de Libia sabiendo que, si al hacerlo hubiesen sido George W. Bush o Donald Trump, ¡estaría gritando a los asesinos! Una hipocresía bastante patética y más que reprobable.

En 2011, la administración Obama bombardeó Libia hasta dejarla destruida y utilizaron a grupos rebeldes racistas y terroristas para llevar a cabo sus fechorías sobre el terreno. Estos terroristas a menudo atacaban a africanos negros para violarlos, torturarlos y lincharlos públicamente, simplemente porque se les consideraba aliados de Muamar Gadafi, que les había proporcionado un refugio seguro.

La administración Obama sabía todo esto. Utilizaron a la CIA para entregar armas, asesoramiento e incluso dinero en efectivo a los rebeldes terroristas, en un esfuerzo por derrocar a Muamar Gadafi y a la Jamahiriya Líbica. Barack Obama y Hillary Clinton querían desesperadamente detener los progresos de Gadafi y de su gobierno. Por eso, Hillary Clinton y Barack Obama mintieron a la opinión pública con respecto a Muamar Gadafi y Libia con el fin de crear una "justificación" para derrocar a Gadafi y su gobierno. No había ni una sola prueba creíble de que se estuviera planeando asesinar a civiles libios. Sin embargo, se resistía a las maquinaciones neocoloniales que Estados Unidos planificaba con AFRICOM. Y, sabiendo que el dólar estadounidense estaba rápidamente perdiendo valor, quería que Estados Unidos comprara petróleo a Libia con oro como moneda. Quería los Estados Unidos de África, quería también librar a su país de grupos terroristas como Al Qaeda. Muamar Gadafi y la Jamahiriya Libia eran justo el tipo de líder (y de gobierno) que Estados Unidos odia y al que históricamente le encanta derrocar.

Bajo Gadafi, Libia tenía educación y sanidad gratuitas, cosas que ni siquiera tienen los ciudadanos estadounidenses. Las reservas nacionalizadas de petróleo, que ayudaron a Gadafi a pagar estos programas sociales, han sido explotadas desde entonces por muchos de los mismos actores occidentales (OTAN) que ayudaron a Estados Unidos en la salvaje destrucción de Libia.

Hillary Clinton fue una firme defensora y vocal animadora del bárbaro bombardeo de Libia, una campaña de bombardeos que destruyó decenas de miles de vidas civiles. Gracias a viles belicistas con lengua de tenedor como ella, Libia sigue sumergida en un lodazal de esclavitud para los negros africanos, de guerra civil, de muerte y destrucción. El país está plagado de grupos terroristas, muchos de los cuales han contado con el apoyo de Estados Unidos. Para millones de personas, Hillary Clinton es la Bruja Mala del Oeste. Si hubiera ganado la presidencia en 2016, probablemente habría empujado a Estados Unidos a más guerras de agresión. Votar por Clinton o por Trump fue votar el mal, se mire por donde se mire. Tenemos que dejar de apoyar a demócratas o republicanos. Dejar de votar por el menor de los dos males. El mal es el mal. Ambos partidos son imperialistas sin disculpas, empeñados en la dominación global.

La capacidad de los pueblos africanos/negros para controlar sus propios destinos no vendrá de los partidos Demócrata o Republicano. Wall Street y el complejo militar-industrial controlan estos partidos políticos, y es a ellos a quienes sirven principalmente. No les interesa en absoluto que la población afro/negra prospere fuera de su control económico o político.

Los partidos Demócrata y Republicano se aferran a las mismas estructuras de poder blanco que permiten que prospere el racismo institucional. Son más parecidos que diferentes. Los políticos fraudulentos, como Barack Obama y Hillary Clinton, se aprovechan de la ingenuidad de las masas de personas de color que aún no han conocido alternativas a la perniciosa red de la política corporativa.

No sólo debemos exponer las contradicciones de esta política corporativa dominante, sino que debemos construir y sostener colectivamente movimientos dirigidos a destruir la opresión estructural. A partir de estos movimientos, podemos erigir estructuras políticas que respondan a los intereses de las masas, y no a los intereses de la supremacía blanca, del complejo militar-industrial o de Wall Street. Este nuevo orden no sólo es posible, sino esencial.

Ver, How Barack Obama and Hillary Clinton Contributed to Libya's Slavery Crisis

Foto. © Daily Sabah

*Solomon Comissiong es educador, activista comunitario, autor y fundador de Your World News Media Collective (www.yourworldnews.org). Es autor de Unapologetically Outspoken: Hip Hop Social Justice & Liberation y también productor de documentales

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Los comentarios de nuestros lectores (1)

Bernard Farine 02.04.2024 Voilà un texte très engagé qui me semble truffé de simplifications excessives. Il me semble que l'initiative était plutôt française qu'américaine, même si les USA ont suivi et c'était une mauvaise idée de faire tomber Kadhafi comme le montrera le chaos qui a suivi, non seulement en Libye, mais dans toute l'Afrique saharienne. Pour autant, je ne partage pas toute l'analyse qu'en fait l'auteur.