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Pobreza extrema se dispara e ingresos de multimillonarios también

IPS 15.10.2020 Thalif Deen Traducido por: Jpic-jp.org

El fenomenal aumento de la pobreza extrema, por primera vez en 20 años, se acompaña en el polo opuesto de un aumento en los ingresos de los multimillonarios y superricos hasta nuevos máximos históricos, en un fenómeno que profundiza las desigualdades económicas y sociales en el mundo.

La paradoja del alza de la pobreza y la riqueza extremas es alimentada por la pandemia de covid-19 que ha llevado a millones, principalmente en los países del Sur en desarrollo, a un estado de pobreza que se perpetuaría por largo tiempo, mientras ha creado nuevos y rápidos negocios para el club de los milmillonarios: los ricos se vuelven más ricos y los pobres más pobres, lo que también puede reflejar la realidad de las desigualdades económicas generalizadas en todo el mundo.

El Banco Mundial indica en su bianual “Informe sobre pobreza y prosperidad compartida”, lanzado el 7 de octubre 2020, que la pobreza extrema aumentará este año, por primera vez en más de dos décadas, mientras que se espera que el impacto de la propagación del virus empuje a 115 millones de personas a la pobreza. Añade que la pandemia también agrava los conflictos y el cambio climático, ya ha impuesto un retroceso en la reducción de la pobreza, asegura la institución multilateral con sede en Washington.

Como consecuencia, en 2021, hasta 150 millones de personas podrían vivir en la pobreza extrema.

En el otro extremo de la escala, los milmillonarios han visto cómo sus fortunas alcanzaron niveles récord durante la pandemia, principalmente como “un repunte de las acciones tecnológicas que impulsa la fortuna de la élite mundial”, según un informe publicado también el 7 de octubre por dos entidades suizas, el banco UBS y la consultora PwC.

Con base en una serie de estadísticas, el informe afirma que la riqueza total de los multimillonarios subió un 27,5%  tan solo entre abril y julio, cuando alcanzó los 10,2 billones (millones de millones), en lo que describe como “un nuevo máximo”, en comparación con los 8,9 billones de dólares de 2017.

El número de multimillonarios en el mundo se estimó en 2189, frente a 2158 en 2017.

El aumento de las ganancias de los superricos provino principalmente de tres sectores: tecnología, atención médica e industria, una tendencia acelerada por la pandemia.

El estudio asegura como elemento positivo que el aumento de multimillonarios ha llevado a una mayor filantropía, con unos 209 multimillonarios comprometiendo en donaciones 7200 millones de dólares.

Pooja Rangaprasad, directora de Políticas, Defensa y Financiamiento para el Desarrollo de la Sociedad para el Desarrollo Internacional (SID), con sede en Roma, afirma que “la filantropía o la caridad no sustituyen a las soluciones sistémicas” que deben adoptarse para un mundo menos desigual y más inclusivo, donde las crisis golpean siempre a los mismos. Muchos países en desarrollo ya están al borde de una crisis de deuda, que se ve agravada aún más por un sistema tributario internacional quebrado que permite a las corporaciones e individuos ricos pagar poco o ningún impuesto, señaló.

“A menos que se dé prioridad a las soluciones económicas globales para garantizar que los países en desarrollo tengan el espacio fiscal para responder a la crisis, las consecuencias serán devastadoras y millones serán empujados de nuevo a la pobreza extrema”, advirtió.

Según Rangaprasad, los gobiernos deberían acordar urgentemente soluciones sistémicas, como la condonación de deuda, un marco vinculante y multilateral para la resolución de la crisis de la deuda que aborde el endeudamiento insostenible e ilegítimo y una convención fiscal de la ONU para arreglar las lagunas en el sistema fiscal internacional, argumentó.

Kunal Sen, director del Instituto Mundial de Investigaciones sobre Economía del Desarrollo, de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU-WIDER), afirma que la pandemia empujará a millones de hogares a la pobreza en todo el Sur en desarrollo: “El desafío para la comunidad internacional es de canalizar recursos adicionales a través de la Asistencia Oficial para el Desarrollo (AOD) hacia los países de bajos ingresos, donde se concentra la pobreza mundial”.

Para Sen, “La ONU puede jugar un papel importante en la movilización de recursos para financiar los esfuerzos de los estados miembros para contrarrestar los efectos de la pandemia en los pobres y vulnerables de sus propios países”.

El aumento proyectado de la pobreza ha socavado uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que tiene como metas la erradicación de la pobreza extrema y el hambre para 2030.

Según el Banco Mundial, la ‘pobreza extrema’ la padecen quienes sobreviven con menos de 1,90 dólares al día. El aumento proyectado de la pobreza sería el primero desde 1998, cuando la crisis financiera asiática sacudió la economía mundial.

Antes de que golpeara la pandemia, se esperaba que la tasa de pobreza extrema cayera al 7,9% en 2020. Pero ahora es probable que afecte a entre 9,1% y 9,4% de la población mundial, según el Informe Bienal del Banco Mundial sobre pobreza y prosperidad. David Malpass, presidente del Grupo del Banco Mundial, al dar a conocer el informe dijo que “La pandemia y la recesión mundial pueden provocar que más de 1,4% de la población mundial caiga en la pobreza extrema”. Para revertir este ‘serio revés’, los países necesitan prepararse para una economía diferente poscovid, haciendo que el capital, el trabajo, las habilidades y la innovación se movilicen hacia nuevos negocios y sectores.

Malpass ofreció de parte del Banco Mundial subvenciones y préstamos a bajo interés a los países en desarrollo. Esa asistencia sería hasta por 160 000 millones de dólares y respaldaría al centenar de países más pobres.

Ben Phillips, autor del libro “Cómo luchar contra la inequidad”, sostiene que la concentración de  riqueza entre un puñado de superricos y la extensión del empobrecimiento a cientos de millones de personas más no son coincidencias desconectadas, son dos caras de la misma ‘mala’ moneda. El covid no ha creado esta desigualdad obscena, la ha tan solo sobrealimentado.

Ante una crisis sistémica y de tales dimensiones, la filantropía de la oligarquía de los milmillonarios no pasa de ser igual a poner una curita en una herida abierta y profunda. La única forma “no desastrosa” de salir de esta hecatombe de desigualdad “es un reequilibrio de las economías” para servir a la gente común, tal como ha coincidido en plantear el Papa Francisco, el secretario general de la ONU, António Guterres, o la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardem.

“Eso es absolutamente factible, de hecho, lo hemos hecho antes, pero los mercados no pueden autocorregirse y las élites nunca otorgan una economía justa desde arriba. Solo la presión de la gente común puede ganar una economía que sea humana y segura”, insistió.

Dereje Alemayehu, coordinador ejecutivo de la Alianza Global para la Justicia Fiscal afirma que la desigualdad está aumentando también dentro de los países así como el número de grandes fortunas, y la situación a su juicio también aquí no es casual: “Las empresas multinacionales y los ricos no pagan su parte de los impuestos, lo que priva a los países de los ingresos públicos necesarios para abordar la desigualdad”.

La arquitectura financiera internacional imperante niega a los países en desarrollo su derecho a gravar su participación en las ganancias globales de las multinacionales. Para abordar adecuadamente la desigualdad, los gobiernos nacionales deben introducir avances y sistemas tributarios redistributivos.

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