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Trapos rojos y ollas comunitarias: el grito de los invisibles en América Latina

Interris.it 26.07.2020 Damiano Mattana Traducido por: Jpic.jp-org

El riesgo para América del Sur, vinculado a la pandemia y más allá, es encontrarse con 29 millones de nuevos pobres. Una alerta roja para el tejido social del continente.

Veintinueve millones de nuevos pobres. América Latina, una de las regiones del mundo más afectadas por la pandemia de coronavirus, y de todo lo que vino con él, corre un riesgo real. Un panorama dramático, para un continente que solo poco antes de la llegada del Covid19 experimentó una temporada de agitación social que había prácticamente socavado su estabilidad de norte a sur. El coronavirus ha entrado por esas grietas del tejido social en América del Sur, profundizando más en las desigualdades, aumentando las condiciones de pobreza en algunos casos y creando nuevas.

Alarma latinoamericana

Y aquí es donde crece la alarma: el riesgo, destacado por Acción Contra el Hambre (AcH), es que el número de nuevos pobres aumente nuevamente, hasta alcanzar el 8% de la población (67 millones de personas). Un escenario que atraviesa el continente incluso más allá del Canal de Panamá, contribuyendo a la perniciosa posibilidad, ya resaltada por la ONU, de que la meta Hambre Cero para 2030 no solo se desvanezca, sino que se enfrente a nuevos contextos de sufrimiento.

Entrevista a Benedetta Lettera, jefa de AcH para América Latina.

América Latina es la región geográfica que, en los últimos cinco años, más ha sufrido del aumento de la inseguridad alimentaria a nivel mundial. Una cifra significativa, que habla de condiciones extremas de dificultad general para los países del continente. ¿Los problemas sociales vividos por algunos estados, incluso en el último año, son suficientes para justificar esta escalada o hay otros factores involucrados?

BL. En los últimos cuatro años, luego de una serie de datos alentadores sobre el acceso a las necesidades básicas por parte de la población, el número de personas desnutridas ya había crecido en nueve millones. Las causas identificadas por AcH son numerosas: de carácter económico, social y político. Daré algunos ejemplos específicos relacionados con algunos países representativos. Antes de la pandemia, en Perú, el 20% de la población ya vivía en condición de pobreza. En Guatemala, que tiene uno de los sistemas de salud más frágil de América Latina, con 13 médicos y enfermeras por cada 10.000 habitantes, la incertidumbre económica afectaba a más del 70% de la población: eran personas a menudo sin trabajo y sin amortiguadores sociales. Colombia, incluso antes de la emergencia del coronavirus, estaba lidiando con el abandono de las zonas rurales debido a los largos años de conflicto armado. Estos problemas críticos, en una región donde una de cada tres personas vivía en condiciones de inseguridad alimentaria, se vieron exacerbados por los efectos del Covid19 y de las medidas de contención en el contexto de una economía frágil basada en lo 'informal'. En resumen, el coronavirus desencadenó una 'tormenta perfecta', exponiendo a muchas personas al flagelo del hambre y a la escasez de alimentos.

América Latina, como América Central, ha sido enmarcada por la ONU en el centro de una deriva peligrosa, con el riesgo de 29 millones de nuevos pobres. Frente también a las limitaciones que impone el coronavirus, ¿qué estrategias se pueden implementar para contener los nuevos focos de pobreza?

BL. Las necesidades de cada país, y las causas subyacentes de la inseguridad alimentaria en las distintas comunidades, son diferentes, por lo que es necesario promover una respuesta específica a cada caso. Este es el camino adoptado por AcH. En Perú, por ejemplo, hemos impulsado una red de coordinación para brindar alimentos a las comunidades más frágiles; en Colombia, el personal continúa monitoreando el estado nutricional de los niños en las zonas fronterizas; en Guatemala y Nicaragua, la organización se dedica al suministro de kits de higiene y también a la capacitación del personal local para el saneamiento de los establecimientos de salud. Estos son solo algunos ejemplos, pero creo que son útiles para comprender cómo se debe articular una intervención diferenciada en América Latina para satisfacer las numerosas necesidades de las poblaciones locales.

En los últimos días, la OMS ha destacado un grave riesgo también para las poblaciones indígenas, probablemente las más vulnerables no solo al coronavirus sino también a otras enfermedades. ¿Existen medidas de protección también para ellos desde el punto de vista sanitario?

BL. Sin duda. La organización, por su parte, está colaborando con las autoridades locales en el tema de prevención de los virus a través de campañas de sensibilización y la distribución de equipos de protección personal y productos de higiene. De manera más general, AcH está trabajando para seguir desarrollando las actividades de prevención del Covid19, adaptándolas a las características de cada contexto y a las particularidades de las comunidades presentes en la región. Me refiero al suministro de herramientas de protección para el personal de salud, a los productos de desinfección, a la clara priorización del acceso a alimentos y agua seguros.

El aumento de las condiciones de pobreza para esta gran parte de la población podría complicar enormemente el acceso a los recursos alimentarios y afectar los sistemas de producción. ¿Existe el riesgo de que la deriva empeore otros problemas como la desigualdad social?

BL. Frente a los datos sobre el hambre en el mundo publicado últimamente por SOFI (Specialty Outstanding Food Innovation en la sigla inglesa), tanto en América Latina como a nivel mundial, ciertamente se vuelve imposible garantizar el logro de uno de los objetivos de desarrollo más importantes del milenio, el Hambre Cero. De la misma forma, esta situación corre el riesgo de exacerbar las desigualdades sociales que son también algunas de las causas estructurales más conocidas que alimentan el hambre, complicando también la esperanza de la Agenda 2020 de reducir todos esos lastres que socavan lo natural y el más justo desarrollo de un territorio.

Ollas comunitarias en Lima y trapos rojos en Bogotá: dos símbolos de la emergencia social que viven estas ciudades y sus países. Pero también solicitudes de ayuda para que los contextos de pobreza e inseguridad no permanezcan invisibles.

BL. Las poblaciones sudamericanas comunican, de esta manera, las dificultades vividas por sus respectivas comunidades. Y también responden a la crisis desempolvando viejos hábitos como sucedió en la década de 1990, cuando estaba en marcha otra grave crisis económica y alimentaria. En Perú, por ejemplo, la disminución de los ingresos percibidos por los trabajadores o la falta de ingresos vinculada a la emergencia del coronavirus hace correr el riesgo de cambiar los hábitos alimentarios de las familias: muchas han sustituido alimentos más nutritivos y caros por otros más baratos. Todos se organizan como pueden extendiendo la red de solidaridad a las personas más cercanas. Colombia ha optado por contar el malestar con un gesto llamativo: los trapos rojos son una señal inequívoca de necesidades insatisfechas, de una emergencia que se suma a otras crisis, de necesidades a las que desde AcF estamos tratando de dar respuesta de forma real en una verdadera carrera contra el tiempo.

Fuente: Stracci rossi e pentole comunitarie: il grido degli invisibili in America Latina

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