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¿Un voto, una bofetada?

Newark, NJ 23.12.2017 Gian Paolo Pezzi, mccj Traducido por: Jpic-jp.org

Ha estado mucho tiempo en el aire, y hoy el choque entre US (Estados Unidos) y UN (Naciones Unidas), dos acrónimos similares pero no amigables, se ha convertido en una amenaza.

Este choque tiene muchos aspectos, desde el político hasta el ideológico, pero siempre ha jugado en el contexto de la financiación. El último, porque no es ni el primero ni el único, sobre Jerusalén, capital o no de Israel, se había convertido en un chantaje. Lo dejó en claro Nikky Halley, el embajador de los EE.UU. ante la ONU antes de la votación: "En la ONU se nos pide siempre de hacer y dar más. Así que cuando tomamos la decisión, por la voluntad del pueblo estadounidense acerca de dónde colocar nuestra embajada, esperamos que a quienes ayudamos no nos señalen con el dedo". El chantaje, después de la votación, Nikky Halley lo convirtió en una verdadera amenaza: "Estados Unidos recordará esta votación", una amenaza reafirmada por el propio presidente Trump. Pero, ¿qué tan consistente es esta amenaza? Para comprenderlo comencemos para ver cómo se financia lo que oficialmente se llama "Sistema de las Naciones Unidas" elegantemente traducido en muchos idiomas con ONU, "Organización de las Naciones Unidas".

Cuando el ex Secretario General Ban Ki-moon presentó a la Asamblea General su última propuesta de presupuesto ordinario para el período 2016-2017, habló de $ 5.740 millones. La Asamblea le pidió que lo rebajara a $ 5,5 mil millones y terminó aprobándolo en $ 5,57 mil millones. "Por sentido de responsabilidad, quería asegurarme de que mi sucesor pudiera llevar a cabo sus tareas sin problemas y con recursos suficientes", dijo Ban Ki-moon. Pero, ¿de dónde llegan todos estos miles de millones de dólares? De las contribuciones obligatorias de los países miembros y de las contribuciones voluntarias de organizaciones, empresas y particulares. Una fundación norteamericana, por ejemplo, Rockefeller, en 1998 donó millones de dólares para que la sede central de la ONU fuera en Nueva York.

Cada dos años, la Asamblea General decide el presupuesto ordinario y establece los montos de las contribuciones obligatorias. A solicitud de los Estados Unidos, el nivel máximo de contribución se ha reducido del 25 al 22% y el mínimo establecido en el 0,001% del total. La escala de estas contribuciones se revisa cada tres años y viene fijada en base a la capacidad de desembolso de cada país calculada de acuerdo a su ingreso nacional bruto (INB). La última escala adoptada con la Resolución 70/245 de la Asamblea General para el período 2016-2018, establece como principales contribuyentes a los Estados Unidos (22%), Japón (9,68%), la República Popular de China (7,921%), Alemania (6,389%), Francia (4,85%), el Reino Unido (4,44%), Brasil (3,23%), la Federación Rusa (3,088%), Canadá (2,92%)%) y Australia (2,373%). Una evaluación comparativa de las contribuciones - ver las imágenes en el artículo "Cuanto pagan los Países a la ONU" (How much do various countries contribute to the UN Budget?)  con el Ingreso Nacional Bruto (ver los mismos estados en estas otras imágenes), deja perplejos. Estas contribuciones obligatorias no siempre son pagadas en su totalidad y, a menudo, llegan atrasadas, entre ellas las de Estados Unidos: en febrero de 2017, por ejemplo, solo 31 de los 192 estados habían cumplido con su obligación. La ONU tiene también otro presupuesto distinto del ordinario para las Misiones de Paz. Para el año fiscal 2015-16, este presupuesto fue de $ 8,27 mil millones (para 82.318 soldados en 15 misiones en todo el mundo). En 2017, los 8 principales contribuyentes para este fin fueron los Estados Unidos (28,47%), China (10,25%), Japón (9,68%), Alemania (6,39%), Francia (6,28 %), Reino Unido (5,7%), Federación de Rusia (3,99%) e Italia (3,75%).

Los innumerables organismos de las Naciones Unidas, por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y el Organismo Internacional de Energía Atómica, a menudo tienen también sus presupuestos separados y financiados con productos propios y donaciones.

Los Estados Unidos siempre han reclamado su papel como principales financiadores para imponer su punto de vista al momento de tomar decisiones. No siempre han tenido éxito, siempre se han quejado ostentando la amenaza de recortar sus contribuciones con retrasos simbólicos, nunca lo han hecho ni por los pagos obligatorios ni por los voluntarios, y esto para no permanecer aislados. Las cosas han cambiado con Trump; los Estados Unidos de hecho ya están aislados y Trump no se preocupa por las consecuencias cuando decide poner en práctica lo que promete. Prueba de esto son los esfuerzos para derogar el Obama Care, la nueva ley de presupuesto, el recorte a los fondos de las organizaciones pro aborto y la salida de la UNESCO con Israel para una decisión precisamente sobre Jerusalén. Trump en esto asunto tiene de su lado a todo el partido republicano que siempre ha visto a la ONU como humo en los ojos. No solo, sino que desde hace un año un movimiento popular virulento que se nombra a si mismo Council for Citizens angainst Government waste (Consejo de Ciudadanos Contra el despilfarro del Gobierno) está haciendo campañas para que el gobierno de los EE. UU. suspenda todas sus contribuciones a la ONU. Agita el hecho de que los casi 14 mil millones de dólares dados a la ONU representan una parte significativa de los 14 mil billones del déficit federal. Esta vez el perro que ladra se puede que también muerda. Las decisiones de la Asamblea General de la ONU son políticamente importantes pero no vinculantes. ¿Es esta bofetada a Trump un eficaz reclamo de digna independencia frente a la presunción norteamericana? Se trata de ver si los países que han echado la bofetada no volverán a estirar sus manos mendigando y dejando así sin consecuencias su gesto.

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