Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
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Proyectos para el agua y respeto para la mujer. Sostenibilidad en los pueblos de la India

Global Sisters Report 05.09.2019 Saji Thomas Traducido por: Jpic-jp.org

Hasta hace una década, Hatu Devi ni siquiera podía pensar en ir a una tienda de comestibles cerca de su casa. Hatu, habitante de la aldea Jalimpura del distrito de Banswara (Estado de Rajasthan, noroeste de la India) tenía que depender de su esposo u otro miembro masculino de la familia para hacer frente a sus necesidades. Desde su matrimonio a los 13 años, tuvo siempre que cubrirse la cabeza y la cara con su pallu, el borde del sari. No se le permitía hablar con hombres, incluso con los de su familia, excepto en caso de emergencia.

"Incluso entonces, tenía que asegurarme de que mi cara no esté a la vista y tener la cabeza baja, ya que la conversación cara a cara no estaba permitida entonces. Ya no dependo de mi esposo u otros. Ahora me las arreglo sola", dice Devi, que ahora tiene 48 años. El mundo ha cambiado, gracias a un grupo de religiosas católicas.

Esta mujer hindú acredita a las Siervas del Espíritu Santo (SSpS), conocidas como las Hermanas del Espíritu Santo, la "transformación revolucionaria" de su vida. Hatu Devi es una de las cientos de aldeanas que vieron su vida cambiar después de que las monjas comenzaron a trabajar entre ellas en 2012. A través de proyectos de agua, microcréditos, diversidad agrícola y otros medios, las religiosas frenaron la migración de los aldeanos a las ciudades y lucharon contra varios males sociales que subyugaban a las mujeres, como el matrimonio infantil. Entre 3.500 mujeres y 4.000 hombres de 1.282 familias en 8 aldeas del distrito de Banswara han encontrado un nuevo significado en sus vidas después de que las Misioneras lograron establecer amistad con casi 10.000 personas desde su llegada.

Las monjas trabajan en la diócesis de Udaipur y casi el 95% de estas familias pertenecen a la comunidad indígena Bhil y son musulmanas o hindúes. Las cinco religiosas comenzaron su misión en Goeka Baria hace 15 años. Su mayor desafío era retener a la gente en las aldeas, ya que muchos solían emigrar a Gujarat, un estado vecino desarrollado industrialmente, donde "vivían en condiciones antihigiénicas y subhumanas y no podían enviar a sus hijos a las escuelas", cuenta la hermana Jaisa Antony. La migración alcanzaba su punto máximo durante el verano debido a la escasez de agua. "Nuestro estudio nos convenció de que la migración por pobreza y necesidades se detendría si pudiéramos encontrar una solución a la crisis del agua y convencer a la gente de trabajar sus fincas".

En colaboración con Kindernothilfe de Alemania y Holistic Child Development India, las misioneras dieron vida al proyecto, Child Focused Community Development (Desarrollo enfocado en los niños), iniciado en enero del 2011 y finalizado en marzo del 2019. "Nuestro principal objetivo era reducir la migración, particularmente de mujeres y niños, mejorar la cobertura y calidad de la educación, y asegurar medios de vida estables", recuerda Antony.

Muchas familias han comenzado a comer verduras solo en 2012. Antes, para mantenerse en vida, dependían de las hojas de la selva y de los productos de temporada. Kamala Devi afirma que su familia ha sobrevivido gracias a los cultivos que se daban una vez al año en su pequeña finca y a los trabajos ocasionales de su esposo. "Hoy, nuestra vida ha cambiado hasta que todos nuestros hijos estudian y tenemos ingresos excedentes". Ella gana un promedio de 4.000 rupias ($ 58) al mes en su sastrería mientras su esposo trabaja en su finca.

Antes de que las monjas llegaran a la aldea, las mujeres ni siquiera podían mirarse la cara. "Nos reconocíamos gracias a nuestro sari o pies, además de nuestras voces. Esto funcionaba solo con las vecinas y miembros de la familia", cuenta Kamala con una sonrisa. La presencia de las monjas ha liberado a las mujeres de las estrictas normas del velo. No han dejado de usar el velo, pero ya no se cubren la cara: "Ahora hacemos nuestro trabajo en la casa y afuera sin ninguna interferencia de parte de los hombres".

Su esposo, Kamalesh Garasiya, campesino de 32 años, dice que nunca se había imaginado "una vida tan maravillosa" hasta que llegaran las monjas en 2012 y el trabajo de ellas comenzara a dar frutos. "Ahora he comprado un tractor con los ingresos de la finca y el apoyo de las hermanas".

El énfasis de las religiosas en la conservación del agua ha ayudado a mejorar el nivel freático, poniendo fin a la escasez de agua para beber y para el riego. "Cultivaba solo una vez al año, ya que no había agua. Ahora tengo tres cosechas al año, ya que hay agua en abundancia", dice Garasiya.

Las hermanas sabían que era imposible reducir la migración sin mejorar la agricultura. "Con el apoyo de los aldeanos, reparamos y profundizamos 85 pozos y excavamos cinco nuevos que ahora suministran agua para beber y regar en las aldeas respectivas", afirma sor Antony. Las monjas impulsaron la organización de lotes agrícolas y tierras niveladas que ayudan a retener el agua de lluvia, mejoran el nivel freático y hacen que el suelo sea más fértil.

A pesar de todo esto, las misioneras tuvieron que enfrentar su parte de oposición. "Algunos líderes locales trataron de frenar el trabajo de las monjas, diciendo que era una fachada para hacer proselitismo religioso", cuenta Krishna Chandra, una maestra de escuela del gobierno ya jubilada. En algunos lugares, los que les hacían oposición eran los jefes de consejo de la aldea. Cuando la gente comenzó a experimentar el beneficio del trabajo de las hermanas, esta oposición fue desapareciendo.

"Las hermanas también entraron en contacto con el Centro del gobierno Krishi Vigyan Kendra (Centro de Ciencias Agrícolas) de Banswara para garantizar que los campesinos obtuvieran las últimas tecnologías y los necesarios conocimientos", dice Chandra.

El centro experimentó unas variedades de semillas para aumentar la producción agrícola del maíz, del trigo, del garbanzo y del arroz, y también de las verduras de temporada. Anteriormente, la mayoría de los campesinos solo cultivaban trigo. Las hermanas animan a la gente hacia la agricultura orgánica. Muchas casas en estas fincas tienen pozos de compost que ayudan a minimizar el uso de fertilizantes químicos.

Las religiosas reunieron a más de 900 mujeres en 72 grupos de autoayuda y comenzaron programas para generar ingresos como sastrería, trabajos en bambú, avicultura y cría de cabras. La actividad de ahorro y crédito a través de estos grupos evita a las mujeres ir a tomar dinero de prestamistas. Hatu Devi cuenta que el préstamo que ha recibido de su grupo de autoayuda le permitió construir una casa de concreto para su familia. Estas actividades de las hermanas han ayudado a sacar a las mujeres de "las cuatro paredes de sus casas. Muchas mujeres como Hatu Devi participan activamente en la toma de decisiones en sus familias y en la aldea", sostienen las hermanas.

Poji Devi, tiene 65 años y está feliz que sus nueras disfruten de la libertad que le fue negada cuando era joven: "Antes, las mujeres no éramos respetadas. Las cosas han comenzado a cambiar. Mis nueras ya no están segregadas entre cocina y campos".

Los cambios  también han reducido la tasa de mortalidad materna. "Durante nuestro tiempo, nadie era llevado al hospital, incluso en caso de un parto complicado", afirma Poji Devi. Las hermanas han abierto un dispensario y educado a las aldeanas a dar a luz en el hospital. Con la ayuda de los Servicios Integrados de Desarrollo Infantil del gobierno, las hermanas aseguran también alimentos nutritivos a las mujeres embarazadas y madres lactantes. Los bebés reciben vacunas e integrantes nutritivos. "Una vez al mes, los trabajadores de la salud vienen a la aldea para vacunar. Nadie ahora tiene miedo. En el pasado, aunque el personal del gobierno nos visitara, nunca les hemos permitido vacunar, porque temíamos que esto nos hiciera daño", dice Poji Devi.

La presencia de las misioneras dio un gran impulso al compromiso educativo de la diócesis de Udaipur. Una escuela primaria había sido abierta en Goeka Baria en 1959. En 2013, las religiosas ayudaron a expandir la escuela hasta el décimo grado. En 2018, construyeron una nueva ala con fondos recibidos de Stichting Zijn, una organización humanitaria holandesa, para dar más espacio a los estudiantes. Con los años, este trabajo trajo "inmensos cambios entre los campesinos".

El único desafío que las monjas no han podido relevar es el matrimonio infantil. "El matrimonio infantil todavía prevalece, ya que está tan arraigado en el tejido social", dice Varkley. "A veces, notamos que unas alumnas faltan a clases. Es solo cuando regresan que nos enteramos que su matrimonio ha sido arreglado".

En la India, el matrimonio legal es a los 18 años para las mujeres y a los 21 para los hombres. Sin embargo, la gente pobre y analfabeta en muchas partes de Rajasthan y de otros estados todavía siguen la tradición patriarcal del matrimonio infantil.

"Necesitamos crear más conciencia para finalizar la práctica. Tomará bastante tiempo. Hemos logrado terminar con la migración y la crisis del agua y hemos ayudado a aumentar los ingresos agrícolas y la educación de los niños", piensa Varkley. Su mayor logro fue que las mujeres se quitaran el velo que las había mantenido segregadas y subyugadas durante tanto tiempo. "Ahora se han vuelto independientes y autosuficientes. Lo que necesitan es más orientación que las hermanas seguirán brindando".

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