Y añade: “¡El que espera camina, no huye! ¡Está encarnado en la historia! Construye el futuro, ¡no solo lo espera! Tiene la determinación del luchador, no la resignación del desarmado. Tiene la pasión del vidente, no el aire abatido de quien se deja llevar. ¡Cambia la historia, no la padece!"

Cuenta la historia que “a los sesenta y siete años, Thomas Edison, durante una cena con su familia, recibió la noticia de que su centro de investigación y producción se había incendiado. Edison corrió hacia el lugar del incendio y vio arder ante sus ojos el imperio en el que había invertido toda su vida. A su hijo traumatizado por la escena, le dijo estas famosas palabras: Corre a buscar a tu madre y a tus amigos. Ya no tendrán nunca más la oportunidad de ver algo así. Dirigiéndose al hijo asombrado agregó: No te preocupes. Todo está bien. Acabamos de deshacernos de algo de basura.

Al día siguiente volvió al trabajo y le dijo a un periodista que no se sentía demasiado viejo para no intentar empezar de nuevo. El fuego había destruido el trabajo de su vida, pero no su espíritu. Tres semanas después del incendio, el centro de Edison estaba en funcionamiento, aunque parcialmente. En un mes ya estaba produciendo nuevos productos. La pérdida fue de casi un millón de dólares de ese tiempo. Edison logró ganar casi diez millones ese mismo año” (Ver La storia di Thomas Edison).

Nietzsche decía que la grandeza del hombre consiste en aceptar y amar el destino que le está reservado y del que no puede escapar, porque es el único que puede realizar plenamente.

Esto significa aprender a aceptar lo que no se puede cambiar, porque es el comienzo de la sabiduría que nos permite comprender cuánto podemos tener el coraje de cambiar, transformando lo que tenemos que hacer en lo que podemos hacer. Y hacerlo lo mejor que podamos.

Oscar Wilde, comentaría, “Siempre vale la pena hacer preguntas, pero no siempre esperar respuestas”, recordando que “Cuando dejas de decir lo que puede ser fascinante, también dejas de pensarlo”.

Según los estoicos somos como perros atados a un carro en movimiento - la historia - que tienen dos opciones. Luchar con la loca idea de lograr el control, plantando las patas, negándose con fuerza a cada paso a ser arrastrado, o sonreír, disfrutando del viaje y acogiendo con libertad lo que viene de cualquier parte que venga, para que al final el conductor nos lleve exactamente a donde tenemos que ir.

Lamentablemente, esto no està siempre en las posibilidades de todos, cuando las influencias externas, como guerras, hambrunas, pestilencias reducen nuestro margen de maniobra. Pero la esperanza, aunque huía de las tumbas, como dice un poeta italiano, nunca muere en el corazón de quienes tienen la valentía de la esperanza.

Esperar es entender en qué sentido va la historia porque al final, si no siempre se nos da la posibilidad de elegir lo que pasa en nuestra vida, siempre podemos elegir cómo reaccionar ante ello, trabajar en ello y dar nuestro aporte para que la misma historia siempre recupere su auténtico camino él que hemos descubierto y acogido como nuestro.