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REDD: no sólo un fracaso

World Rainforest Movement 30.12.2023 Joanna Cabello e Jutta Kill Traducido por: Jpic-jp.org

Desde su introducción en 2007, la Reducción de Emisiones debidas a Deforestación y Degradación de los Bosques (REDD) se ha convertido en la política forestal dominante en todo el mundo, afectando especialmente a las comunidades dependientes de los bosques en los países con selvas tropicales. La experiencia de los últimos 15 años ha demostrado de forma abrumadora el catastrófico fracaso de REDD a la hora de abordar la deforestación y la degradación forestal y, lo que es peor, también ha intensificado la crisis climática y ha dejado intactas las causas de la deforestación. De hecho, REDD se ha convertido en una causa subyacente de la deforestación y del propio cambio climático.

A principios de 2023 World Rainforest Movement publicó un dossier de 103 páginas elaborado por un pool de autores que desde su título punta un dedo acusador: 15 Years of REDD: A Mechanism rotten to the Core - 15 Años de REDD: Un Mecanismo podrido hasta la médula -. Esta publicación está disponible en inglés, español, portugués, francés e indonesio. El trabajo ha sido posible gracias a las contribuciones de Misereor/KZE (Alemania), de la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Asdi) a través de la Sociedad Sueca para la Conservación de la Naturaleza (SSNC), y de Pan para Todos de Suiza.

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REDD ha dominado la política forestal internacional durante los últimos 15 años con la promesa de hacer que los árboles sean más valiosos de pie que talados y, al hacerlo, proporcionar una forma rápida y barata de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Por cierto, REDD no ha conseguido reducir la deforestación a gran escala.

Sin embargo, centrarse sólo en el evidente fracaso de REDD, ofrece una imagen incompleta de su perjudicial legado.

REDD es la abreviatura inglesa de Reducing Emissions from Deforestation and Forest Degradation - Reducción de Emisiones debidas a Deforestación y Degradación Forestal -.

El punto de partida de la REDD era la suposición de que ofrecer recompensas económicas convencería a los responsables de la destrucción de los bosques de abandonar sus planes; a cambio del pago de REDD, protegerían el bosque. De este modo, REDD haría que los árboles valieran más de pie que talados y, al hacerlo, proporcionaría una forma rápida y barata de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Para los defensores de REDD, todo lo que se necesitaba para acabar con la deforestación era ofrecer recompensas económicas para proteger en vez que destruir. Pero las empresas que se embolsan miles de millones convirtiendo los bosques en plantaciones de palma aceitera o soja, en pastos para el ganado o destruyéndolos para establecer minas, embalses hidroeléctricos, autopistas y otras infraestructuras, no estaban interesadas en REDD, porque podían ganar mucho más en destruyendo las selvas. Cualquiera "que responda a incentivos puramente económicos optaría por el aceite de palma", como ya escribió en 2014 el grupo pro-REDD Ecosystem Market Place.

A otros no les interesaba porque su deforestación era ilegal. ¿Qué empresa iba a solicitar pagos de REDD diciendo que estaría dispuesta a abandonar sus planes de destrucción ilegal de las selvas?

También había quienes se dedicaban a la deforestación principalmente como forma de reclamar la propiedad de la tierra, o de reforzar sus reclamaciones de propiedad. Para este grupo, la promesa de los pagos de REDD tenía poco interés por que su principal motivación para talar bosques no era el beneficio económico inmediato.

15 años después, el concepto introducido en las negociaciones de la ONU sobre el clima con la promesa de que conduciría a una reducción rápida y barata de las emisiones derivadas de la destrucción de las selvas tropicales, no ha conseguido reducir la deforestación a gran escala. En países como Brasil, Perú o la República Democrática del Congo, la deforestación incluso ha aumentado desde que se introdujo REDD y este fracaso de REDD para reducir la deforestación está ampliamente documentado.

Un estudio reciente sobre la eficacia de la financiación de REDD por parte del gobierno alemán explica por qué, a pesar de todo, abundan historias de éxito de REDD: un "ajuste a la baja de las expectativas" sobre lo que REDD iba a conseguir ha permitido a los defensores de REDD construir "efectos aparentemente positivos en el contexto del atractivo limitado del instrumento". El precio de este ajuste ha sido "diluir el objetivo más amplio de detener la deforestación".

Sin embargo, centrarse únicamente en el evidente fracaso de REDD a la hora de ayudar a reducir la pérdida de las selvas es presentar una imagen incompleta del perjudicial legado de este instrumento.

REDD, de hecho, no es un fracaso para todos. REDD no ha fracasado para quienes lo utilizaron como herramienta para incrementar su control sobre las tierras cultivadas por las comunidades dependientes de los bosques. La historia de que la agricultura de "tala y quema" está destruyendo las selvas, que la agricultura campesina está causando la deforestación y que las prácticas de cultivo de los pueblos de las selvas necesitan ser "modernizadas" es, a pesar de ser falsa y de reforzar los patrones coloniales de dominación, incluso más ampliamente aceptada hoy que hace 15 años.

Es más: ya que casi todas las actividades de REDD se centran en cambiar la forma en que los campesinos y los pueblos de los bosques los utilizan, y no en la deforestación a gran escala, la destrucción corporativa se ha hecho menos visible como resultado de REDD. REDD, y en particular su última encarnación llamada "soluciones basadas en la naturaleza" (NbS) o "soluciones climáticas de la naturaleza", tampoco le ha fallado a la industria de los combustibles fósiles. REDD ha proporcionado una excusa a esta industria para seguir destruyendo los almacenes subterráneos de carbono que son el núcleo tanto de su modelo de negocio como de la crisis climática.  

Con REDD, y ahora NbS, las empresas de petróleo, carbón y gas fósil afirman que pueden continuar con su destrucción rentable sin dañar el clima. Todo lo que tienen que hacer es pagar a alguien que demuestre estar ahorrando carbono en otro lugar. Aerolíneas, empresas mineras, agroindustrias, corporaciones de fertilizantes y alimentos, entre otras, también se han alistado a REDD como estrategia para mantener el modelo capitalista de modos de producción y consumo dependientes de los combustibles fósiles del que se benefician.

En realidad, sin embargo, es imposible compensar el impacto climático que se produce cuando se libera carbono de depósitos subterráneos que han tardado millones de años en formarse. Pretender que esa compensación puede lograrse pagando por actividades REDD, como plantar más árboles o evitar la deforestación supuestamente planificada, es una ilusión peligrosa. Al alimentar esa ilusión, REDD contribuye a retrasar los debates inevitables sobre el fin de la quema de combustibles fósiles y, al hacerlo, se convierte ella misma en un motor del colapso climático.

Por último, pero no por ello menos importante, las empresas consultoras, las ONG conservacionistas internacionales y los grupos de reflexión se han beneficiado de los generosos programas de financiación de la REDD de los países industrializados y de las filantropías, así como de las compras de compensaciones de carbono por parte de las empresas. Las agencias especializadas en la venta de REDD, los propietarios de proyectos REDD del sector privado, los creadores de normas de certificación y las empresas de auditoría también han logrados sus nichos lucrativos. Para ellos, REDD tampoco ha sido un fracaso.

Véase, 15 Years of REDD: A Mechanism rotten to the Core

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