Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación
Justicia, Paz, Integridad<br /> de la Creación

Juicio al colonialismo y a la independencia africana 60 años después

Lubumbashi, RDC - Makutano 12.06.2020 Jacques Mukonga - Avvocato Traducido por: Jpic-jp.org

He venido a comparecer aquí en Kinshasa para alegar en este juicio de la independencia africana 60 años después.

Señor Presidente del Tribunal de la Historia,

Vengo de provincias, y la palabra "provincia", como usted bien sabe, viene del latín "pro-vincis", que básicamente significa "para los vencidos", ya que la capital se considera el hogar de los vencedores. Así que es un privilegio para mí estar aquí en Kinshasa, la capital de la RDC. Kinshasa, la ciudad de todos los poderes, saboreados hasta el vértigo. Kinshasa, la ciudad de todos los placeres. Kinshasa, la ciudad de todos los conocimientos, capaz de interpretar la Constitución en todos los sentidos e incluso en contra de ella. Viva la independencia!

Señor Presidente del Tribunal de la Historia,

En los años 60, la palabra "independencia" en África significaba la partida de los blancos, la promesa de un mundo mejor, el sueño de una felicidad sin fin. Pero hoy, 60 años después, este juicio debe abrirse con una pregunta fundamental: ¿merecía realmente la pena para África ganar su independencia? Los colonizados responderán "sí", porque, en conjunto, la colonización fue inhumana y degradante, por no hablar del inmenso saqueo de materias primas. El colonizador, por su parte, responderá "no", hasta cierto punto, porque en última instancia el periodo poscolonial no ha sido más que una decepción, un desencanto, un despilfarro y un caos para África.

En el fondo, cada una de las partes tiene su razón. Quizá razón de equivocarse. Pero sea como fuere, debo recordar que la rectitud en un juicio difícilmente permite a nadie justificar sus propios crímenes por los de los demás. Por eso me parece absurdo que el colonizador evoque el caos poscolonial para justificar su propia barbarie y tranquilizar así su conciencia. Es más, todos sabemos que ese colonizador, que en realidad nunca se fue, sigue desempeñando su papel pecaminoso en ese caos poscolonial del que nos culpa. El asesinato de Lumumba, Sankara y otros patriotas africanos es una prueba elocuente de ello. F. Conan solía decir: "Si el negro no puede levantarse, que se caiga; lo único que pido es que no se le impida de levantarse".

Sé que la gente me dirá que hay cierta nostalgia de la colonización por parte de los mayores. Por supuesto, pero nunca se trata más que de un grito de desesperación, como el que se oía en las filas de Israel. Sucede que la gente le grite a Lumumba como Israel a Moisés: "¿Por qué no nos dejaste en la colonización egipcia, al menos allí se comía?"

J.J. Rousseau tenía razón cuando decía: "Los esclavos lo pierden todo en sus cadenas, incluso el deseo de librarse de ellas". En resumen, la colonización fue un mal, y no escuchemos a quienes se esfuerzan por matizar esta afirmación porqué sólo tienen una idea vaga de la colonización. Hay una enorme diferencia entre vivir la colonización y tener simplemente una idea de ella.

Señor Presidente del Tribunal de la Historia,

Después de esta implacable acusación contra la colonización, tengo que admitir que al final el único argumento que sería válido para decir que sí valía la pena ganar la independencia africana habría sido ver a África mostrar al mundo sus países más bellos que antes. En este sentido, el balance es vergonzoso. Desde la independencia, la inestabilidad política es la única cosa estable; las desigualdades sociales han seguido siendo las mismas; las repúblicas continúan siendo monárquicas y las democracias siendo dictatoriales. En resumen, hemos inventado una racionalidad irracional, y vivimos en el reino de todas las paradojas. Así que navegamos de las consecuencias a la inconsecuencia; y no entendemos ya nada. Vemos cómo almas limpias, desafiando la pobreza, son elegidas para la política, pero una vez en el cargo, se dan a leer a ‘Maquiavelo’, y en la solemnidad de los grandes días y banquetes de la capital, descubren el cinismo burgués y el desprecio por los pequeños, el desprecio por su pueblo. Y cuando se les recuerda la urgencia de abordar la cuestión de la pobreza, responden: "¡Jesús mismo dijo que siempre habrá pobres!” Y los más atrevidos van aún más lejos: "Recuerden a Kennedy. Dijo: ¡no preguntes qué hace tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país!”

¡Madre mía! Si el árbol supiera lo que le espera, no le daría el mango con al hacha. Si el pueblo supiera lo que le espera de sus representantes electos, no les votaría. Bien dijo Montesquieu: "El mayor mal que hace un ministro sin probidad no es servir a su príncipe o arruinar a su pueblo; hay otro mal mil veces más peligroso: el mal ejemplo que da".

Se le criticó a Lumumba por su intransigencia, su radicalismo, incluso por su idealismo, pero desde que él y otros africanos de su raza fueron asesinados, los otros líderes, los traidores para decirlo sin rodeos, que el colonizador eligió para nosotros no han hecho más que poner a África patas arriba. Quizás Lumumba tenía razón cuando decía que sin la lucha no se consigue nada. Hoy, China se ha lanzado a la conquista de África. China sabe exactamente lo que quiere. Pero no sé si se puede decir lo mismo de África. Sea como fuere, si tuviera que abogar por las generaciones futuras, diría lo siguiente a los dirigentes africanos: "Que China siempre tenga dinero para comprarlo todo no significa que se deba vendérselo todo y ahora".

Señor Presidente del Tribunal de la Historia,

A pesar de este sombrío panorama, hay una nota de satisfacción. Para África, es el crecimiento demográfico. Sí, hemos poblado nuestra tierra, a pesar de quienes piensan que ya somos muy numerosos. Japón, por ejemplo, tiene 120 millones de habitantes para un territorio de 300.000 kilómetros cuadrados, es decir, 20 millones (¡si no me equivoco!) más que la población de la RDC con un territorio casi 9 veces más pequeño que el nuestro. Pero no damos lecciones a los japoneses. Me gusta esta observación de J.J. Rousseau. Cuando una mujer le criticó por abandonar a sus hijos, él dijo: "Perdóneme, señora, usted dice que no hay que tener hijos cuando no se les puede alimentar. Perdóneme, señora, la naturaleza quiere que tengamos hijos porque la tierra produce alimentos suficientes para alimentar a todos. Pero son los países de los ricos, su país, el que me está robando el pan de mis hijos".

Señor Presidente del Tribunal de la Historia,

Una última palabra. Y será una palabra para la juventud de África.

Queridos camaradas, ahora lo sabemos todo. Sabemos que nuestros padres comieron el fruto de la corrupción y mataron a nuestros países. Si una sola generación se permite reproducir estos patrones de corrupción y egoísmo, África estará irremediablemente acabada. Que quede dicho: la historia no es moral. Y los africanos se equivocan al creer que la colonización es cosa del pasado, que la esclavitud es cosa del pasado. Es absolutamente necesario poner fin a este pasado y a este presente desafortunados. La tarea es dura, sí, dura. Pero cuando las cosas se ponen difíciles es cuando los valientes ponen mano a la obra. No me gustan los jóvenes que se emborrachan todo el tiempo; no me gusta la juventud que pasa su tiempo bailando; no me gustan los jóvenes que rezan todo el tiempo; no me gustan la juventud que se rinde y va a morir lejos en el mar. No, África quiere que vivamos en ella.

Sueño con jóvenes que vivan en las bibliotecas; sueño con una juventud comprometida y emprendedora; sueño con jóvenes que planten flores. Sí, flores para que África florezca. África es hermosa, amigos míos. Y como una mujer hermosa, África no quiere ser abandonada. África no quiere ser violada. África quiere ser amada. Muchas gracias.

Ver, Procès contre le colonialisme et des indépendances africaines 60 ans après

Deje un comentario

Los comentarios de nuestros lectores (1)

Ro Tama 27.07.2025 J'aime bien et j'apprécie