Desde Nigeria hasta Mozambique, crece en el continente un movimiento por la restitución de las obras saqueadas durante el colonialismo. Es un proceso de descolonización cultural que devuelve voz y dignidad a los pueblos africanos.
La demanda de restitución de obras de arte y bienes culturales robados durante el colonialismo se ha convertido en una de las principales reivindicaciones de justicia histórica por parte de numerosos Estados africanos. De Nigeria a Mozambique, de Gabón a Senegal, crece el número de países que reclaman con firmeza el regreso de sus objetos, a menudo sagrados, que durante décadas han estado lejos de sus lugares de origen, expuestos en los grandes museos europeos.
El último en sumarse a esta iniciativa ha sido Mozambique. A menos de un mes del 50º aniversario de su independencia, el Ministerio de Cultura ha iniciado un inventario nacional de las obras sustraídas durante la dominación portuguesa. «Estamos reconstruyendo nuestra memoria colectiva», declaró la ministra de Educación y Cultura, Samira Tovela. Las autoridades mozambiqueñas estiman en al menos 800 los objetos de arte y culto dispersos, algunos de los cuales están expuestos actualmente en colecciones públicas y privadas en Portugal y otros países europeos.
En Gabón, los hechos recientes reflejan un paso concreto hacia la recuperación del patrimonio cultural: el miércoles, en una ceremonia oficial presidida por el vicepresidente de la República, Serafín Mondonga, fueron restituidos 91 objetos históricos: máscaras, estatuas y objetos rituales provenientes de diversas comunidades del país. El acto, celebrado en el Museo Nacional de Artes, Ritos y Tradiciones de Gabón, tuvo un profundo valor simbólico y cultural. Entre las obras devueltas figuraban estatuas Tsogho y máscaras Fang, Téke, Punu y Myènè.
El caso más emblemático sigue siendo el del Reino de Dahomey, correspondiente a la actual República de Benín (no debe confundirse con el desaparecido Reino de Benín, que existió en la actual Nigeria). En noviembre de 2021, Francia devolvió 26 obras de arte pertenecientes al tesoro real de Abomey, saqueadas en 1892 por tropas coloniales francesas durante la conquista del Reino. Entre los objetos había tronos, estatuas y cetros reales, símbolos de poder y espiritualidad. Estas piezas se exhibieron inicialmente en el salón de actos del palacio presidencial de Cotonú, atrayendo a más de 230.000 visitantes entre febrero y agosto de 2022.
Este proceso culminó en mayo, cuando Finlandia devolvió un kataklé, un taburete ceremonial utilizado en la coronación de los reyes, completando así el retorno de las 27 obras originales del tesoro.
Nigeria también desempeña un papel central. Los célebres bronces de Benín, obras maestras saqueadas en 1897 por tropas británicas durante la destrucción del Palacio Real de Benin City, han sido devueltos por varios países. En diciembre de 2022, Alemania entregó oficialmente 21 bronces, seguida por Países Bajos en febrero de 2025 con la devolución de otros 119. Algunas instituciones británicas han iniciado procesos de devolución, pero el Museo Británico sigue reteniendo numerosos objetos, alegando impedimentos legales.
Etiopía, por su parte, lleva décadas reclamando la restitución de los objetos robados tras la batalla de Maqdala en 1868, cuando tropas británicas saquearon la ciudadela imperial. Entre estos, los tabot –tablas sagradas de la Iglesia ortodoxa etíope– son tan venerados que no pueden tocarse ni mostrarse. Uno fue devuelto en septiembre de 2023 durante una ceremonia en Londres, pero muchos otros siguen en museos británicos, a pesar de la creciente presión de Addis Abeba.
Senegal también ha solicitado formalmente a Francia la restitución de su patrimonio cultural conservado en museos parisinos, especialmente en el Museo del Quai Branly – Jacques Chirac. Las peticiones incluyen cientos de objetos tradicionales –máscaras rituales, estatuas, tambores ceremoniales y objetos sagrados– arrebatados durante la colonización y procedentes de comunidades étnicas como los wolof, serer, diola y peul. En noviembre de 2021, se creó en el Museo de las Civilizaciones Negras de Dakar una Comisión Especial para la restitución de las colecciones de arte senegalesas conservadas en museos occidentales.
Por último, Egipto. El gobierno egipcio ha intensificado sus esfuerzos diplomáticos y legales para lograr la repatriación de miles de piezas arqueológicas, como estatuas, sarcófagos, papiros y fragmentos arquitectónicos. Entre los casos más destacados está el de la célebre Piedra de Rosetta, conservada en el Museo Británico, cuya devolución se reclama desde hace años como símbolo de identidad nacional. El Ministerio de Turismo y Antigüedades ha creado un comité permanente para monitorear el tráfico ilícito y coordinar las campañas de repatriación. En los últimos años, Egipto ha recuperado más de 29.000 objetos provenientes de países como Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Francia y Alemania.
Las autoridades egipcias subrayan que el retorno de estos bienes no es solo un acto de soberanía cultural, sino un paso fundamental para reafirmar la continuidad histórica de la civilización faraónica como parte de la identidad nacional contemporánea.
Detrás de estas demandas se perfila un fenómeno más amplio. La restitución no es solo una cuestión de justicia cultural, sino una expresión de un sentimiento anticolonial cada vez más extendido, que en algunas regiones se ha traducido en decisiones políticas radicales, incluso golpes de Estado. Malí, Burkina Faso y Níger –por mencionar solo tres ejemplos recientes– han visto el surgimiento de juntas militares que proclaman la ruptura con Francia y un reposicionamiento soberano, no solo en política exterior, sino también en la identidad histórica.
No obstante, persisten muchos obstáculos. Algunos museos europeos se oponen a una devolución sistemática, argumentando que las obras están mejor conservadas y exhibidas en los países anfitriones, o que fueron adquiridas legítimamente. Además, el retorno plantea la cuestión de su conservación en los países de origen, donde pueden faltar infraestructuras y conocimientos técnicos adecuados. Sin embargo, esta objeción corre el riesgo de perpetuar una lógica paternalista y colonial, ignorando la creciente capacidad de los países africanos para gestionar su propio patrimonio.
Según la Unesco, más de 200.000 objetos de arte africano se encuentran actualmente en museos y colecciones fuera del continente. La organización ha alentado la cooperación multilateral para facilitar la repatriación, aunque sin imponer mecanismos vinculantes. En este vacío normativo se inscribe la diplomacia cultural de los Estados africanos, que buscan ahora aprovechar la atención mediática y la creciente sensibilidad de la opinión pública global.
No es casualidad que este año el tema elegido por la Unión Africana sea: “Justicia para los africanos y las personas de ascendencia africana mediante reparaciones”. Proclamado durante la 37ª Asamblea de la organización continental, el tema refleja la urgencia de abordar las injusticias históricas relacionadas con la esclavitud, el colonialismo y el expolio cultural.
La restitución de las obras saqueadas representa así un terreno crucial de confrontación en el nuevo proceso de descolonización aún en curso. No se trata solo de “reparar” un despojo histórico, sino de devolver el protagonismo a la voz africana en la narración de su propio pasado. Una lucha que no se libra en los depósitos de los museos, sino en los corazones de una generación decidida a reescribir su historia y su destino a partir de lo que le fue arrebatado.
Ver, Restituire la memoria: l’Africa e la giustizia culturale
Foto.Después de un siglo de exilio, el “tambor parlante” (aquí durante una ceremonia ritual de desacralización en noviembre de 2022 en el museo del Quai Branly) será devuelto a Costa de Marfil. Cortesía de Silvie Memel Kassi
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